Nazario Díaz estrena amanecer alto cielo en Azkuna Zentroa junto con Ibon Salvador y Julián Pacomio en la cocreación y en escena, el acompañamiento dramatúrgico de Carolina Campos, el diseño de iluminación de Leticia Skrycky y el sonido de Ce Pams. Linarense afincado en Bilbao, tras los solos Oro (2015) y Háblame cuerpo (2017), Nazario Díaz estrena su primera obra de grupo aunque posee un larga y rica trayectoria en colectivo con la compañía Vértebro, participando en contextos de aprendizaje e intercambio como PICA o PACAP, junto con Isaak Erdoiza en el colectivo Metal Performers, y trabajando como intérprete para la Societat Doctor Alonso entre otros artistas escénicos y visuales. Tras un tiempo hondo de residencias e investigación, habiendo tomado diversas formas y nombres en el proceso, amanecer alto cielo comienza una nueva andadura que esperamos pueda llevar este trabajo por distintas geografías escénicas.
Después de un largo proceso de investigación, muchas residencias y diversas tentativas de formalización, ¿cómo te sientes al estrenar amancer alto cielo?
Hay cierto desasosiego al terminar una pieza, una responsabilidad extraña. La sensación de que, más allá de la propia investigación, todo lo trabajado tiene que producir un efecto. Y pensaba que para ciertas prácticas, en especial para las artes vivas, en las que te la juegas a una carta, cristalizar un objeto escénico tiene algo de injusto. Los procesos largos dejan un sedimento, una sabiduría que se va colando entre las distintas materializaciones que ocurren a lo largo del tiempo. En las fases finales de una creación las temporalidades son otras, el material sensible se ve, a menudo, amenazado, y es necesario aprender a vislumbrar con claridad mental y un buen equipo de personas lo que se queda y lo que no.
Últimamente me pregunto por el grado de dificultad o sufrimiento en el trabajo. Disfruto mucho del proceso cuando voy con calma, encontrándome con gente, buscando los contextos más adecuados para que lo que deseo aflore de manera natural. Decía que cristalizar una pieza tiene algo de injusto, pero también de azaroso. No conozco una receta que sepa de antemano que va a funcionar. Soy anti-metodológico. Me siento un explorador que va a tientas, buscando, preguntado, atando lazos. No me identifico con una forma de trabajar que parta de certezas y estructure todo en torno a ellas. Voy en círculos. Y en este sentido, amanecer alto cielo, mi primera creación de grupo, significa todo un aprendizaje en el manejo de los tiempos, de la energía, del cuidado hacia lo que los demás ofrecen y cómo sostienes la vida de esos vínculos, ya que este oficio no deja de ser un trabajo de la relación, del relacionarse.
Maneras de trabajar como la tuya forjan, en la relación de los saberes producidos en todos sus períodos, toda una investigación a través del arte o la creación. Considerándote por tanto un investigador en tu materia, quería preguntarte por las nociones de borrado, desgaste y desaparición que acompañan iterativamente tu trabajo desde hace años.
En cuanto al desgaste o la desaparición de un cuerpo, un cuerpo entendido como una entidad física, espiritual y social, esa noción me acompaña desde que empecé a trabajar sobre Pepe Espaliú, al entenderme a mí mismo a través de esa figura, esa vida, esa obra. Ese marco de trabajo que llamé Looking for Pepe empezó con una pequeña muestra en La Poderosa y una de sus manifestaciones acabó siendo Háblame cuerpo.
Piezas anteriores como Oro (2015) están en un lugar muy transitorio de mi trabajo. Háblame cuerpo supuso la emancipación de ciertas estructuras de poder y relaciones jerárquicas que heredé cuando empecé a dedicarme a esto. La investigación en torno a Espaliú me permitió apropiarme de mi propio hacer y empezar a construir una identidad como artista. Madurar, de alguna manera, en este “negocio”. Es cómodo que te digan lo que tienes que hacer, pero saberlo, o imaginarlo, traducirlo, transmitirlo, que han sido cuestiones fundamentales en este último proceso, eso es más complicado.
En Háblame cuerpo el foco estaba precisamente en el cuerpo, sobre el cual operaba para hacerlo desaparecer a través de diversas estrategias. Cuando empiezo a pensar en amanecer alto cielo, que en un primer momento se llamaba Otro borrado a través de insistencia, quería seguir trabajando con esa materia, seguir vinculado a unas estéticas que tienen que ver con la muerte o con la desaparición, con unas energías que son menos afirmativas. En ese intentar apropiarme de mi práctica, de mi identidad creativa, continué con el intento de hacer desaparecer otros objetos y lugares, como un trozo de madera, una librería o a otras personas.
Al final no deja de ser un trabajo energético, como cualquier clase de performatividad que se coloca delante, para ser mirada. O esa es mi visión ética sobre este trabajo. Por ejemplo, si tengo que presentar en un museo, ¿cómo me relaciono con una escultura? ¿Cómo me relaciono con una escultura de Richard Serra? ¿Cómo me relaciono con los objetos que no me dejan tocar? ¿Cuál es mi compromiso en el momento presente de la representación? He ido haciendo muchas y diversas tentativas, como la desaparición de la librería Anti, en Bilbao, y otros gestos dentro del contexto de PICA, en Azala. A partir de un momento, hubo en mi vida varios contextos y vínculos que se fueron deshaciendo. Pero no desaparecían, al contrario. Esas memorias se afirmaban. Durante todo este tiempo me he preguntado por la partícula más pequeña, la que se encuentra al límite de la desaparición. La condición atómica. Esa deriva casi filosófica se ha consolidado sobre todo en Háblame cuerpo. He tenido la suerte de poder presentar esta pieza regularmente entre 2017 y 2024, es decir, la oportunidad de testear muchos parámetros y adquirir muchos aprendizajes.
Durante un par de años formas parte de PICA (Programa de Imaginación Colectiva en procesos de creación Artística), impulsado por Idoia Zabaleta y Azala. ¿Cómo funcionaba PICA y cómo influyó este contexto de intercambio en tu proceso de trabajo?
PICA reunió un grupo temporal e interdisciplinar de artistas, conformado por personas muy potentes. Fue un regalo excepcional de Idoia Zabaleta y sus colaboradoras de aquel proyecto, de aquel entonces. El cometido era estar en Azala durante dos años compartiendo nuestras prácticas y haciendo algunas investigaciones juntas. Una parte importante del trabajo era proponer gestos. Gestos como entramados de imagen, acción, texto, materia… Al igual que la CTR, estudiábamos el gesto performativo para operar en él y hacerlo durar. Entonces es 2018 y hago un gesto que llamé La niebla durante un rato calmará todas tus penas, a raíz de un ejercicio de escritura que propuso Isabel de Naverán bajo el nombre de La descripción ardiente. Después de cada gesto había una sesión de escritura que trataba de capturar lo que ardía en aquella imagen y una devolución textual colectiva, muy potente.
Las referencias para amanecer alto cielo son Black (2011) de Mette Edvardsen y While We Were Holding It Together (2006) Ivana Müller, pero en nuestras conversaciones los últimos años también hablamos por ejemplo de Box with the sound of its own making (1961) de Robert Morris. ¿Qué te interesa de estas obras?
Robert Morris aparece en aquellas sesiones de PICA. Supe de su muerte ese noviembre en Lasierra, y decidí trabajar con Box with the sound of its own making. De esa obra me interesa la pureza, la simplicidad y concreción de la idea. Mis intentos siempre van hacia ahí. La búsqueda de un afecto inicial contundente y fácil de entender.
Tanto Black de Mette Edvardsen como While We Were Holding It Together de Ivana Müller creo que marcaron una época para la coreografía contemporánea. En Black, Mette Edvaesen hace aparecer, a través de la palabra, en un espacio vacío, cosas que están ahí pero que no están visibles. Usando una gestualidad muy simple y repitiendo ocho veces cada palabra genera todo un universo y apela al poder de la imaginación de quien observa.
Conocí While… de Ivana Müller en el ciclo Hacer historia(s), a través de un trabajo de Quim Bigas sobre el archivo de La Poderosa que habitaba ese momento el antiguo espacio de La Porta en la calle Sant Germá. Lo que me interesó de esa pieza era también el gesto. Cinco personas que sostienen una imagen hiperestática, y la actualización del imaginario del espectador a través de la textualidad. Tiene mucho que ver con la pieza de Mette, aunque con otra estética y otros parámetros. Me interesaba el efecto de la palabra, qué movimiento mental genera una textualidad en la persona que está observando.
¿Qué supone tu paso por el PACAP (Programa Avançado de Criação en Artes Performativas) en Forum Dança para la investigación?
En la post-pandemia viajé a Lisboa para estudiar coreografía y Composición en Tiempo Real (CTR) con João Fiadeiro, Carolina Campos, Marcia Lança y Daniel Pizamiglio, dentro del PACAP. Allí, mi relación con la idea de desaparición entró en crisis, y me di cuenta que había estado trabajando desde una perspectiva excesivamente poética, casi naíf. Un cuerpo nunca desaparece. Insistir en un cuerpo que desaparece invoca otras cosas y afirma, en realidad, otros presencias. Empecé a entender la desaparición como un fracaso, un fracaso poético. A propósito de esto, unos meses antes, escribí el texto Follar con una roca o hacia una proxemia espiritual.
Durante nueves meses en Lisboa, mi práctica y mis intereses estuvieron atravesados por los aprendizajes de otras treinta personas. El programa proponía presentar al final un trabajo individual en el Teatro de Bairro Alto. Tuve dos impulsos. Por un lado, quería invitar a colaborar a Ibon Salvador y a Julián Pacomio. Por el otro, pude conocer a Mette en unas sesiones de trabajo en Forum Dança, donde compartió algunos de sus intereses sobre la idea de publicación, texto e imaginación. Ese año en PACAP se generó un contexto muy alegre, con una presencia principalmente brasileña. Pasábamos mucho tiempo juntas y, entre otras cosas, jugábamos en las casas. Nos divertíamos con juegos de palabras, esos en los que tenías que adivinar palabras por equipos a través de diferentes estrategias, o encontrar la palabra intermedia entre otras dos, hasta decir la misma. Fui observando y reconociendo por qué esas performatividades me interesaban. Cómo la cuestión telepática afectaba a los cuerpos y qué significaba la gestión de esa expectativa. En medio de todo eso es cuando decido trabajar con la textualidad, con el texto como materia con y sobre la que operar, y la idea de un texto que borra o que se borra a sí mismo.
En relación a la textualidad o el texto como materia de trabajo y eje central de amanecer alto cielo, ¿cómo se borra un texto a sí mismo desde la práctica performativa?
Al final estas preguntas han ido dejando de tener una posición tan central en amanecer alto cielo porque, además de irresolubles, no ayudaban al flujo de la creación, aunque hayan servido de motor en momentos iniciales. Después de todas las vueltas que hemos dado, se podría decir que el tratamiento del texto es muy simple, como por ejemplo dos líneas de texto que colisionan, generando paisajes diversos. Aunque no sea central o se haya desplazado, el borrado sí que opera, de forma que construimos mundos que se solapan y se destruyen a la vez.
Creo que en este campo no es importante el qué sino el cómo. La materialidad de la palabra atiende más al cómo. Y para este trabajo ha sido clave encontrar el gesto performativo de la palabra. Encontrar la performatividad que opera por ejemplo en el decir, pero también en la voz mediada, la relación con la tecnología o el sonido.
Para amanecer alto cielo parece que aflora de forma más explícita que en trabajos anteriores el interés por la visión, por las cualidades de la visión. Para este campo quizás sea importante mencionar a Olga Mesa, quien ante conceptos más amplios como el de imagen, prefiere hablar de visión en cuanto que refiere a una acción, al acto de la visión. ¿Cómo habéis trabajo la visión en la obra? ¿Qué visiones encontraremos en amanecer alto cielo?
Es guay que menciones a Olga porque vino a un ensayo el otro día y fue muy valiosa la devolución. Junto a la pregunta de la materialidad del texto apareció el tema de las cualidades de la visión. Y aquí me parece importante remarcar que esta investigación se ha hecho en diálogo con Ibon Salvador y Julián Pacomio por supuesto, y además con el acompañamiento de personas del PACAP como João Fiadeiro, Márcia Lança, Daniel Pizzamiglio o Carolina Campos, que me acompaña en la dramaturgia de la pieza, o Leticia Skrycky en la luz o Ce Pams en el sonido. Con esto quiero decir que este proceso está repleto de respuestas colectivas o es fruto de un pensamiento colectivo, por ello mencionaba antes lo complejo de su cristalización.
¿Cuál ha sido la influencia de Lisa Nelson para vuestro trabajo sobre las cualidades de la visión?
Conocí el trabajo de Lisa Nelson viviendo ya en País Vasco. Resumir su trabajo es imposible, pero el estado de atención que generan sus prácticas psicofísicas con ojos abiertos o cerrados, en movimiento o en quietud, me fascinan, así como la atención delicada que dedica a las personas que ponen el cuerpo. En Lisboa conocí a Mathieu Bouvier, discípulo de Lisa, con quien buscábamos sensaciones o texturas para luego transportarlas con nuestras manos por el espacio. Esta práctica incidía en la mezcla de una nueva sensación con la anterior y en cómo mantener esa vibración el mayor tiempo posible. Y aquí retomo mi interés por cómo afectan las cualidades de la visión en nuestros cuerpos y en los cuerpos de quienes nos miran.
Para amanecer alto cielo hemos experimentado muchas prácticas en torno a la visión, la tensión ocular, la presencia de la mirada, ojos abiertos y cerrados, el parpadeo, la mirada muerta, la muerte en el cine… En el estudio hubo muchas sesiones en las que repasamos desde prácticas de algunas disciplinas orientales hasta ejercicios rescatados del Odin Teatret. En la primera presentación en Lisboa, de los 50 minutos de performance, 40 permanecíamos con los ojos cerrados, y daban lugar después a un parpadeo que derivaba en ojos en blanco, como vemos a Ibon en la imagen icónica del cartel. En esta nueva evolución del trabajo hemos intentado buscar corporalidades menos técnicas o sofisticadas, y una mirada blanca, más relajada. Amanecer alto cielo propone a tres seres de mirada extraña que enuncian palabras. Tres seres sin mirada que apelan a una noción expandida de lugar. Ahí encontramos la materialidad de este trabajo, con la que hemos construido la obra que se estrena ahora en Azkuna Zentroa.
El vacío y el vaciado también son conceptos y prácticas centrales de tu investigación por su potencia para la imaginación del público. ¿Qué relación espacial propone amanecer alto cielo?
La formulación fue propuesta por Leticia Skrycky, quien ya hizo la iluminación en Lisboa y la vuelve a hacer ahora. Cuando compartimos el material en Lisboa, Leticia dijo que la pieza le sugería una infinidad de texturas escenográficas en un espacio vacío, y eso nos guió bastante en la primera versión del trabajo. Ahora seguimos profundizando en la misma línea, pero quizás ya no de forma tan radical, porque han aparecido otros elementos relacionados con el bienestar, la fantasmagoría o estados de ensoñación. Amanecer alto cielo ha sido un proceso de vaciado, en el que diversos elementos que estuvieron en escena han ido desapareciendo paulatinamente, dejando cada vez más espacio a imaginar.
¿Quién trabaja sobre desaparición hace desaparecer o acaba desapareciendo?
En parte sí, pero es difícil de explicar.
Dos de los pilares de amanecer alto cielo son Ibon Salvador y Julián Pacomio, cocreadorxs de la obra y performers de un trabajo que se sustenta en vuestras vinculaciones o triangulaciones. ¿Por que decides trabajar con ellxs? ¿Cómo ha sido el proceso de cocreación?
Mi relación con ellxs es en primer lugar afectiva, son amigxs. Pero la decisión de invitar a Ibon y Julián se debe a mi admiración por la conexión que establecen con la textualidad en sus trabajos, aunque luego algunos elementos se hayan desplazado hacia otras esferas. Es lo que tienen los procesos largos. Con el tiempo han aparecido otros objetivos más allá de la textualidad. Pero vuelvo a nuestra amistad, y me parece importante decir que como nunca se sabe si existirá una próxima, era importante hacer esto con lxs dos.
Amanecer alto cielo está muy sustentada en nosotrxs, en nosotrxs en relación, en nuestro vínculo. Aunque haya tenido que tomar decisiones, digamos, autorales, este trabajo no existiría si no hubiera sido con ellxs. Por su riqueza en cuanto a la textualidad, las referencias, las metodologías de creación, su gestualidad performativa, y otras cuestiones como compartir códigos y aprendizajes como la CTR o las prácticas con Lisa Nelson. Más allá de que esto se convirtiera en una obra, sabía que con ellos había que permanecer un rato largo.
¿Cuál es la propuesta coreográfica de amanecer alto cielo? ¿Cómo se mueven y relacionan esos tres extraños seres con los ojos en blanco?
Mis anteriores obras eran solos en los que negociaba conmigo mismo, pero ni siquiera en Háblame cuerpo, con todo su recorrido, hay una coreografía demasiado fija, mi manera de trabajar es más caótica, y para esta obra tenía que negociar con más personas y armar una estrategia para entender quienes son esos seres, qué hacen, por qué se relacionan así. Aparece la idea de una arquitectura hauntológica, son presencias que habitan el espacio, tocando y desplazando sensaciones. En algún otro momento la obra ha estado repleta de objetos, pero ahora de ellos solo quedan los fantasmas.
El dispositivo coreográfico, formado por cuerpos que se tumban y se levantan, surge hacia el final del proceso de esta última versión, y nos ha servido para introducir materiales anteriores de forma más libre y desjerarquizada. Desde ahí empezamos a habitar esa nueva fisicalidad y temporalidad de los cuerpos. Así se ha creado un espacio fantasmagórico, con tintes cinematográficos, o expresionistas en ocasiones. Un espacio vacío con la voz en primer plano donde tres seres con ojos en blanco, sin mirada, habitan un balneario extraño, y se desplazan en otro tiempo y espacio.
¿En momento profesional te encuentras antes del estreno? ¿Qué te apetece hacer después?
Me apetece mucho colaborar más, hacer más cosas con gente. En este proceso, que coincide con un cambio vital bastante fuerte, me ha sorprendido una gran soledad, y esto es absurdo, porque estaba rodeado de personas hermosas y el mejor equipo que podría imaginar. Ahora me gustaría vivir una época más colaborativa y en relación con otras disciplinas. Por ejemplo, tuve una beca de aquí del gobierno vasco para invitar a otras artistas a repensar las preguntas de esta investigación desde otros lugares, como la joyería o la moda. Tengo el deseo de adentrarme en otros territorios que no sean solo el escénico, ponerme a crear cosas con las manos, hacer música, pensar en cine. Encuentro mucho placer en lo que no conozco.
¿Qué recorrido deseas para amanecer alto cielo?
Tengo muchas ganas de presentar esta pieza en Bilbao y compartirla con la gente, con lxs amigxs, con el contexto artístico vasco que admiro. Ha sido un camino muy largo. Han aparecido materiales muy bellos y muy específicos de las personas que la estamos articulando, y por eso quiero dar las gracias a Juli, Ibon, Caro, Chichi, Pama, Silvia y a todas las personas que han estado ahí desde el principio, desde aquel gesto de la niebla hasta hoy. Y más allá de las complejidades del contexto y la profesión, deseo seguir generando espacios de resistencia para el encuentro, y que amanecer alto cielo tenga un recorrido hermoso, como lo tuvo Háblame cuerpo. Me encuentro en un cierre de ciclo y en la apertura de otro, con toda la dificultad que eso conlleva. Así que ahora mismo lo que quiero es que disfrutemos lo que nos queda con alegría.
Fernando Gandasegui