Ayer comenzó en Terrassa una nueva edición del festival TNT. El pistoletazo de salida lo dio la apertura al público de la instalación El bosque de Juan Navarro y Pablo Gisbert en la Sala Muncunill. La instalación comenzó prácticamente vacía. Se irá construyendo durante tres días, hasta el sábado, con la ayuda de un equipo intergeneracional: por una parte están los veteranos, incluído Ferdy Esparza, técnico colaborador de Rodrigo García, como el propio Juan Navarro, y por otro lado están los jóvenes, como el propio Yago Navarro, hijo de Juan, de diecinueve años, a quien algunos recordaréis porque aparecía en escena cuando todavía era un niño en La historia de Ronald, el payaso de MacDonald’s, aquella pieza de Rodrigo García que nos dejó flipados a unos cuantos cuando la trajeron a El mercat de les Flors, hace unos quince años. El sábado pasado, en La Poderosa, Juan Navarro y Pablo Gisbert nos contaron la historia que dio pie a esta instalación. Estos días veremos en qué se convierte todo aquello. De momento, al final de la noche de ayer, había hojarasca, árboles cortados, cabañas construidas con su madera, luces estroboscópicas, humo y un ambiente sonoro propio de una central nuclear. En la media hora que estuve allí no dejaron de pasar cosas.
A las ocho de la tarde Txalo Toloza y Laida Azkona y su equipo, entre el que se encuentran siempre la iluminadora Ana Rovira y el músico Juan Cristóbal Saavedra, presentaban Tierras del Sud en el Teatre Alegria. Definitivamente esta pareja se están convirtiendo en nuestros Adam Curtis locales. Si en su anterior pieza, Extraños mares arden, dejaban al descubierto la relación entre la familia Guggenheim, el negocio del arte contemporáneo y la explotación del desierto chileno de Atacama, de donde es originario Txalo, Tierras del Sud es la continuación del camino emprendido y ahora viajan a la Patagonia para hablarnos de la espeluznante historia que relaciona a Luciano Benetton y los sucesivos gobiernos argentinos con el exterminio del pueblo mapuche. Estas dos piezas, junto a sus ramificaciones en forma de asado donde se cuenta la misma historia que en el teatro pero alrededor de una mesa mientras se come, conforman lo que se presenta como la trilogía escénica documental Pacífico. Hasta ahora, las dos piezas escénicas comparten algunas características: la alternancia entre texto proyectado y hablado por Txalo y Laida en escena, esa serie de vídeos cortos de animación titulados Capitalismo para dummies que dejan al descubierto el entramado de la estafa en la que vivimos en esta pesadilla capitalista de la sociedad de consumo que ni la peor de las pesadillas de Pasolini pudo imaginar, o la construcción de estructuras en escena durante lo que dura la pieza, cerca de hora y media. En esta ocasión han añadido algunos otros procedimientos, como el de reproducir las declaraciones de las personas a las que entrevistaron en el viaje que emprendieron para la creación de esta pieza, al estilo de lo que vimos hace dos años con Mos Maiorum en este mismo festival: los actores escuchan la grabación de la voz de una persona y repiten lo que solo ellos oyen a través de los auriculares para que el mensaje llegue al público. Da la impresión de que en Tierras del Sud el trabajo formalmente está mucho más afinado en todos los sentidos. También da la impresión de que si siguen así serán capaces de afinarlo aún mucho más. Lo que cuentan, en todo caso, es terrible y pone al descubierto el verdadero rostro que se esconde detrás de tantas leyes, tantos aparatos estatales, tanta policía y tanta adoración por el dios dinero y su profeta la propiedad privada. Había oído hablar de los mapuches y de su intento de exterminio en Argentina, había oído hablar de los asesinatos de Rafael Nahuel y de Santiago Maldonado, todos conocemos la marca de ropa Benetton, famosa por sus campañas multicolores y multiétnicas, pero descubrir cómo todo esto está íntimamente relacionado con el detalle con el que se aborda en Tierras del Sud, al estilo de esos documentales que han hecho famoso a Adam Curtis, pero montado en directo en escena sin desdeñar ni el vídeo ni el audio ni cualquier cosa que se mueva o que respire, te revienta la cabeza. Alguien tiene que hacerlo. Y, aunque seguir las numeraciones de los ciclos de piezas en los que anda metido Txalo Toloza siempre es un lío tremendo que no hay manera de aclarar del todo nunca (cosa que entiendo porque el proceso de la creación es así: uno sabe cómo empieza pero no sabe nunca cómo va a acabar) creo entender que si Pacífico es una trilogía y Tierras del Sud es la segunda parte nos espera otra nueva pieza en un futuro próximo que, al ritmo que van, seguramente hará estallar nuestras cabezas todavía con más fuerza, a no ser que los Guggenheim, Benetton, los gobiernos argentinos, chilenos o las fuerzas del mal lo impidan.