La pieza Molar de Quim Bigas. Lugar el patio interior de La Casa Encendida. No hay escenario, no hay platea. El público repartido por el perímetro cuadrado del patio. Al fondo un rectángulo blanco esperando a ser el soporte de una proyección. Quim Bigas coge el micro y asalta el público para intentar definir “molar”, “felicidad” o describir “la sensaciones que tienes cuando eres feliz”.
Me gustaría empezar este artículo intentando responder a las preguntas que lanzó Quim pero me parece que sería meterme en un baile metafísico del cual no sé si podré salir. Además llevo dos días escuchando el tema “Islamabad” de Los Planetas y mi mood no está muy a favor de este recorrido. Así que me limitaré a hacer una descripción formal de lo que pasó en el cuadrado central de La Casa Encendida, el día 24 de febrero a las 21:00.
Again. La pieza Molar de Quim Bigas. Lugar el patio interior de La Casa Encendida. No hay escenario, no hay platea. El público repartido por el perímetro cuadrado del patio. Al fondo un rectángulo blanco esperando a ser el soporte de una proyección. Quim Bigas deja el micro, empieza a bailar al ritmo de diferentes anuncios en la pantalla. En proyección, anuncios que recorren a la felicidad como estrategia de marketing. La historia de la publicidad data sus mismos orígenes en el antiguo Egipto y que también fue parte de la cultura fenicia, griega o romana. A pesar de ello no fue hasta la edad moderna cuando los medios de comunicación encontraron en la felicidad su reclamo estrella. A partir de aquí y en una época de publicidad omnipresente los anuncios han conseguido crear un mundo abstracto limpio, perfecto y feliz como los personajes de Kalia Vanish. La publicidad ha traspasado las paredes de nuestras casas y ha conseguido implantar vallas publicitarias en nuestros salones, paredes o muros de Facebook. Y con ella ha llegado ese mundo abstracto perfecto en el que la felicidad es un componente fundamental. Quim Bigas es la musa de ese Oráculo, le baila al Olimpo rojo de Coca-cola, destapa la felicidad.
El publico ríe, reímos porque nosotros estamos por encima de ese discurso fácil. Sabemos que la felicidad no es algo tan sencillo como abrir una botella de Coca-Cola. Sabemos que toda la pieza está impregnado de ironía crítica. Acaban los anuncios, pausa. Suenan los primeros compases de “Uptown Funk” de Bruno Mars. Quim absorbe los movimientos de la coreografía del cantante hawaiano. En pantalla empieza un mashup de momentos de explosión de alegría, fragmentos de canciones que hablan de triunfo y satisfacción. El artista se impregna de cada una de las escenas de la pantalla y se convierte en un catalizador de estas para el público. Si algo no tiene el frío de la pantalla es el calor de un cuerpo moviéndose. Si algo no tendrá nunca la pantalla es el calor del cuerpo de Quim mirándote a los ojos, inquiriéndote que seas feliz con él.
Quim sigue bailando, sonriendo, corriendo… su energía va impregnando todo el espacio. En un momento, abandona la sala; la gente se mira y los técnicos de sonido nos piden que hagamos un pasillo. Al rato Quim Bigas aparece, recorre el pasillo extasiado como el corredor de una maratón que encara el último kilómetro de la carrera y la única fuerza que le queda es la de los gritos de ánimo del público. Los espectadores lo entienden y se vuelcan con el deportista. Con los cuerpos más juntos, con Quim saltando, jadeando, el público cede y se deja afectar. Nos olvidamos de que todo era una crítica y en ese mismo momento nos encontramos todos frente a frente. Dándonos cuenta de que esa es nuestra canción. La gente salta, ríe, se deja afectar y cantamos Al Bano y Romina abrazados.
La pieza acaba y Quim deja el patio, su energía se queda. En el ambiente se ha creado cierta complicidad, hay abrazos, risas y cierto vacío al no encontrar al catalizador que nos ha inflado de felicidad. Alguno mira por los cristales de la puerta para ver si el artista está fuera. El pasillo se deshace y al poco vuelve a entrar Quim en escena. La gente aplaude, creando una imagen muy cinematográfica, algo que me hizo recordar aquel anuncio de Coca-Cola Light del 2006.