Fotos: Rebecca Uliczka
Notas desde fuera y otras prestadas de lo dicho por Elena y los participantes al curso. Miércoles 28 de marzo
Me acerqué a la sesión del curso del miércoles con un par de fragmentos de sus piezas en la memoria, recién leídas las entradas más recientes de su blog “anatomía poética” y sin apenas conocer por donde se mueve el trabajo de Elena Córdoba.
Acabé la tarde sin saber quizás mucho más pero con un curioso paisaje físico, sensual y poético a cuestas, con el cuerpo cambiado, contagiado, y las cavidades y los rincones anatómicos de los que hablaba Elena llenos de preguntas.
Aquí, recortes de la práctica, diálogos y coordenadas anatómicas, a modo de mapa (sin norte) de la tarde:
El cielo del paladar – el suelo pélvico
Hay una imagen anatómica que muestra Elena. Como de enciclopedia del cuerpo humano, con colorines. Vemos ese espacio en la boca, inmenso, que mueve el aire.
Hoy anuncia que el trabajo consistirá en instalar la relación carnal entre estos dos espacios, no como posicionamiento en el espacio.
Entra en el cuerpo con estiramientos, con atención a la boca alineada sobre coño: la campanilla cuelga alineada sobre el sexo, como una gota de agua. Sin apretar el culo, ni la lengua sobre el paladar.
En el suelo, sentir como el aire empuja el cielo de la boca, y como si se pudiera crear un espacio grande entre el agujero del culo y el límite del sexo.
Se buscan apoyos diferentes para dejar el paso al aire, hasta apoyarse en el centro del cráneo. La cabeza se apoya primero en la mano, luego reposa en el suelo, tal como quede, donde pille, aunque sea incómodo.
El espacio entre el ano y el coño puede ser enorme…
La boca un poco más lejos del coño.
Pensamos en una parte, en unos centímetros de piel.
La mecánica, las 3 posiciones:
::enseguida que sentimos la cabeza en las manos, sentimos los agujeros de la nariz, el espacio entre el ano y el coño, los músculos alrededor del coxis.
::justo cuando lo tengamos apoyamos la cabeza.
::y probamos de poner la boca un poco más lejos del coño.
Y volvemos a buscar otro sitio, sin preguntarse mucho cómo, un poco más lejos.
Veo un paisaje:
Los pequeños espacios del cuerpo.
Desde fuera se ve el tiempo, en cuerpos que abren agujeros en espacios carnales, se ven las sensaciones carnales, la cabeza como se desmorona y se escucha el paso del aire y cómo se abren los espacios.
Tumbados, desde ese lugar, intentan levantar la cabeza con la mano que no la sujetaba ahora sin cerrar ni el culo ni la lengua en el paladar.
Todo el cuerpo contra una mano, sin apretar nada.
Enseguida se ve si se aprieta el ojo del culo, todo se cierra.
De pie. No usamos las rótulas, los muslos las nalgas para mantenernos en pie, sujetar el cuerpo.
Pensamos en los agujeros de la nariz y dejamos que la boca se separe del pubis. “Ya”.
Con la mano en el torso, en la base de las costillas, reconocer si hay alguna pulsión, en la parte más baja del ombligo.
En este recorrido carnal, del suelo, con la cabeza apoyada en la mano, al estar de pie, el cuerpo busca lo esencial, no quedarse en lo que está de más, centrarse en esos centímetro que cada vez son más de la distancia entre la boca y el pubis. Y cuando ya está, y la mano reconoce la pulsión interna de lo que sucede dentro de la piel, vuelve al suelo, a apoyar la cabeza en la mano allí donde la encuentre, sin recolocarse.
Sigue el paisaje.
Ella dice:
Como si para andar no tuviera que paralizarse nada en el cuerpo.
Como si entre el paladar y la campanilla existieran mil pulsiones diferentes, mil espacios posibles.
Como si cada paso se escribiera más en el cielo de la boca que en los tobillos…
Desde fuera se sienten también las pulsiones del espacio enorme de vísceras.
El conflicto:
Hay un momento de rigidez, se mecaniza, se siente la pérdida, la pelea. Salen muchos al banquillo, hay una pequeña rendición colectiva.
La materia se ha vuelto un “acto”, está rígido, no hay fluidez.
Elena introduce dos variaciones:
_Modificar la intensidad. No acostumbrarse a lo que se está sintiendo. Exagerar si hace falta para sentir variaciones de intensidad.
_No siempre ahora hacer el mismo orden, después de la cabeza no tiene porque venir la mano para levantarse.
Las entradas se cargan de intensidad.
El paisaje se ha transformado.
Incluso mi cuerpo, en el exterior. Concentración orgánica, fluida.
La relación entre boca-culo se ha hecho física y en el tiempo, móvil. Y en la intensidad parece agitar todo el interior, las vísceras, el movimiento es suave, entra el ritmo, hay disfrute. Todo está abierto, certero. No sobra ni falta nada.
Gracias a Elena, y a todos los participantes, por dejarme observar.
Texto: nuria gregori pla