el infinito, ahora

hola a todos,

quería compartir un par de ideas que se cruzan en algún sitio y un texto, con el que curiosamente estuve ya trabajando hace casi un año, en parte para el encuentro que CETAE hizo en Valencia el año pasado (digamos que el encuentro previo a este que estamos ahora preparando)… y me pareció una casualidad que ayer por un azar quizás, volviera a cruzarme con él.

La primera idea es una especie de hipótesis de trabajo, se formularía así: la potencia de un discurso (o de un tema o de un encuentro…) no tiene que ver con la complejidad del tema tratado, ni siquiera con su actualidad, pertinencia o capacidad de proyección, sino con el modo como ese tema atraviesa o afecta a quienes están ahí tratándolo… (supongo que esto no define solo la “potencia” del tema, sino también el tipo de ética con el que se aborda).

La otra idea, en relación al texto que copio abajo (es cortito, es de JOHN BERGER) es acerca de lo que está pasando (presente), de lo que podría pasar (potencialmente) y de lo que querríamos que pasara (futuro).

De estos tres lugares, creo que el primero es el más difícil de nombrar, lo que está pasando aquí y ahora, y que a veces no se entiende muy bien… (es eso de a qué estamos “realmente” jugando, o a qué estamos “realmente” dejando de jugar).

Llegará otro momento de hacer balance, poner nombres, sacar conclusiones… pero hay un momento, sobre todo cuando se tiene la sensación de que se está al comienzo de algo que quizás comenzó ya, en el que parece que estuviera más permitida la “libertad”, como dice BERGER, (el lujo) de entrar y salir por el lugar que más te apetezca, de atravesar y dejarse atravesar por dónde más te provoque… yo diría que ahora andamos por ahí tratando de desorganizar lo que todavía no está ni siquiera organizado (y que me pregunto cuánto de organizado, de nombrado, tiene que llegar a estar), eso que no acaba de estar organizado es el nosotros mismos, la posibilidad o imposibilidad del grupo (¿la comunidad, lo social?), el cómo vamos a estar en valencia y qué vamos a hacer, todo esto es lo que de algún modo hemos empezado a tantear (¿tontear?) por mail… y ahí nos entregamos, nos entregamos al “nos” o a lo que cada uno quiera entregarse y entregar.

Este texto curiosamente vuelve a hablar de fracaso sin llegar a nombrarlo, quizá sea mejor así… por qué hay que llamar de manera tan fea algo tan bello

Óscar

El infinito, ahora
(abril de 2006)

El mundo ha cambiado. La información se comunica de manera diferente. La desinformación desarrolla sus técnicas. Migrar se volvió el principal medio de supervivencia, a escala mundial. Militarmente hablando, el Estado nacional de quienes sufrieran el peor genocidio en la historia se volvió fascista. Los Estados nacionales se han reducido en lo general y, políticamente, su papel se minimizó a uno de vasallos al servicio del nuevo orden económico. El visionario léxico político de tres siglos se tiró a la basura. El Fin de la Historia, lema global de las corporaciones, no es un vaticinio: es una orden para borrar el pasado y lo que nos legó en todas partes. En suma, ya quedó establecida la tiranía global, económica y militar de hoy.

Al mismo tiempo se descubren nuevos métodos de resistencia ante esta tiranía. Al interior de la oposición creciente, la cooperación natural remplaza la autoridad centralizada. En vez de obedecer, los rebeldes deben confiar más en sí mismos. Las alianzas urgentes en asuntos específicos sustituyen los programas de largo plazo. La sociedad civil aprende las tácticas de guerrilla de la resistencia política y comienza a practicarlas.

Hoy el deseo de justicia es multitudinario. Esto significa que las luchas contra la iniquidad, las luchas por la supervivencia y la dignidad propias, en pos de los derechos humanos, no deben nunca considerarse en términos de sus demandas inmediatas, de la organización que las haga posibles o de sus consecuencias históricas. Ya no pueden reducirse a “movimientos”. Un movimiento describe un gran grupo de personas que colectivamente se mueven hacia un objetivo definido, el cual logran o no pueden lograr. Pero dicha descripción ignora, o no tiene en cuenta, las innumerables decisiones personales, los encuentros, las iluminaciones, los sacrificios, los nuevos deseos, los pesares y, finalmente, las memorias que ese movimiento hace emerger y que, en sentido estricto, serían incidentales.

La promesa de un movimiento es su victoria futura, mientras que las promesas de esos momentos incidentales tienen un efecto instantáneo. En su intensidad vital o su tragedia, tales momentos incluyen aquellas experiencias de una libertad en la acción. (La libertad sin acciones no existe.) Momentos así son trascendentales, como ningún “resultado” histórico puede serlo. Son lo que Spinoza denominaba lo eterno, y son tan multitudinarios como las estrellas en un universo en expansión.
No todos los deseos conducen a la libertad, pero la libertad es la experiencia de un deseo que se reconoce, se asume y se busca. El deseo no implica nunca la mera posesión de algo, sino la transformación de ese algo. El deseo es una demanda: la exigencia de lo eterno, ahora. La libertad no constituye el cumplimiento de ese deseo, sino el reconocimiento de su suprema importancia.

Hoy, el infinito está del lado de los pobres.

John Berger (2007), Con la esperanza entre los dientes, Madrid, Alfaguara, 2010, pp. 17-18.

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