Un baile que no sabemos bailar, y que si supiésemos no nos gustaría.

Conceptos, experiencias y discusiones compartidas relativos a la crisis del autor -el cuestionamiento acerca de si las ideas, emociones e investigaciones propias son suficiente de cara a trabajar la complejidad de nuestros días- y en torno a los laberintos de la investigación artística y sus rigores en el ámbito de la creación contemporánea -como son el trabajo en código abierto, las hibridaciones entre lenguajes y formas, la creación de conocimiento participado, la mediación y las implicaciones sociales y políticas de la danza- organizaron mi trabajo durante algo así como una década a través de distintas propuestas de intervención y acompañamiento, como son residencias artísticas, grupos de investigación, programas de mediación, seminarios… Todo ello con el objetivo de promover la activación de la sensibilidad inherente al movimiento.

Siento un fuerte compromiso con los entornos en los que bailo, involucrado como estoy en la creación de un contexto. Esto pasa por hacer un trabajo fuerte de comunidades en el que constituir una relación directa con los públicos, compañeros de profesión e intereses, reunirme con gestores, curadores o programadores, con teóricos, científicos, medios de comunicación o políticos… Un proceder que resultó básico, trascendente y entretenido, pues da mucha información y capacita sin duda para continuar juntos: una actitud hacia lo abierto. Quiero decir que para mí es un hecho artístico de primer orden el saber desarrollar un trabajo comunitario para que se produzcan sinergias imprescindibles, accidentes significativos, y que todos salgamos enriquecidos de tal encuentro. En general no me interesan los conflictos de intereses, lo que me gusta es encontrar lugares comunes desde los que trabajar y crecer. La construcción de un cuerpo ampliado de investigación, plural y ácrata.

Participo de las corrientes actuales que reflexionan en torno a nuevos modos de acción social y política a través del cuerpo y la performance, siempre desde el terreno artístico en mi caso. Los organismos de poder cristalizan en nuestros cuerpos patrones sutiles de comportamiento, reacciones que nos son ajenas, que nos impiden gestionar de modo eficiente nuestras impresiones acerca del entorno, a tal efecto inmovilizan y por desgracia devienen en anestesia social e individual. Hay que estar muy despierto, aceptar la movilidad de los conceptos.

«Ven mi amigo, vamos a lo abierto.» – Friedrich Hölderlin, poeta.

Conseguimos activar y desarrollar la construcción de distintos grupos de investigación en torno a las artes del movimiento, asociándonos a varios teatros, algunos museos, distintas universidades y otros centros, generando e innovando con formatos de encuentro y trabajo, en distintas ciudades y extendidos en el tiempo, en dinámicas coincidentes o que se encadenaban. El proyecto tenía la intención última de crear una red itinerante de contenidos y prácticas, que se retroalimentasen y que potenciasen el conocimiento y la presencia de las capacidades cinestésicas y sus áreas colindantes. Crear comunidad, un plural numeroso y ecléctico de personas -bailarines, profesionales de la salud, escritores, arquitectos, performers, cineastas, diseñadores, filósofos, poetas, científicos de distintos campos como la física o la biología, gestores culturales, informáticos, estudiantes, curiosos, etc-, con intereses y objetivos de lo más diverso. Plantear dinámicas que conectasen diferentes modos de entender y gestionar la cultura, entendida esta en un sentido abierto, de construcción de realidad; es decir, el crear contextos paradigmáticos para sumar afectos en el desarrollo de las artes y de las ciencias, y a su través promover cambios significativos en nuestro proceder social.

Vivimos en un contexto de clara hegemonía visual y de virtualización de los cuerpos (virtual no se opone a lo real, sino a lo actual: tiene que ver con el tiempo, medida del movimiento): el modo en que organizamos nuestra experiencia sensible afecta a nuestro estar con el mundo, y por tanto a cómo lo conceptualizamos y lo operamos. Es interesante hacerse cargo de que la manera en que nos acercamos a la experiencia de lo real influye sobre lo vivido. Las cualidades, figuras, tropos, formas, intensidades, patrones vibratorios, etc, los distintos atractores y fulcros sobre los que se dispone o acontece lo inherente del movimiento, su devenir ausencia, capacita para afrontar muchas caras de la problemática contemporánea, y lleva a acompañar sus posibles soluciones desde un otro lugar saliendo así de determinados bucles procedimentales. La idea que tenemos acerca de nuestros sentidos, su funcionalidad, es una construcción cultural, un acuerdo; así definir un órgano sensorial de una manera unívoca delimita su realidad o capacidad de acción. Según cuales sean nuestros usos y expectativas -conscientes o no- acerca de la funcionalidad de una herramienta, tal cosa nos permitirá encontrar determinados gestos y procesos, y quizá no otros. 

Algo que dotó de gran potencia, suelo y efervescencia a la dinámica de los grupos, fue el acercarse a lugares que cuentan con la infraestructura y los medios; que arremolinan a personas y procesos con los que pudo entrelazarse el trabajo y disfrutarse. Esto es a instituciones del común: universidades que se ponen en cuestión y operan sinérgicamente en distintos ámbitos, centros de investigación artísticos con voluntad de hibridar lenguajes y procesos, centros culturales aterrizados en lo social, grupos científicos con afecto por la hibridación y otros, como escuelas abiertas, empresas audaces, etc; hicieron posible plantear el proyecto en reuniones distendidas e identificar, como decíamos, a las personas que servirían de cómplices, de agentes y resonadores de la investigación que construiríamos juntos; configurando núcleos de crisis, pensamiento y acción. Otras veces, sucedió en sentido opuesto, es decir, al activar el propio proceso, al suceder, visibilizándolo bien mediante convocatorias abiertas y públicas -en prensa, internet y redes cercanas-, bien por programación del trabajo y sus efectos críticos o, digamos, por el simple boca a boca, tantas otras personas se sintieron interpeladas a participar. Así se dió el encuentro entre nosotros, entre proyectos, tanto por afinidad como por contraste. 

Este trabajo de campo se proyectó como nodo y resorte para las distintas dinámicas de confluencia, prestándose al proceso y comenzando a atisbar qué íbamos a construir juntos, dejándonos sorprender acometiendo nuevas líneas de fuga y trabajo; sanos puntos de encuentro y desarrollo en definitiva. Se trató de crear una textura relacional que aglutinase afectos, medios y recursos, afirmando el hecho de que a través del arte se estimula y provoca la acción individual y social para acercarnos, y disponer de herramientas más plurales, igualmente eficaces, flexibles, críticas y, claro, oportunas a nuestros anhelos. Momentos de encuentro, de reflexión compartida, de transferencia y de anticipación efectiva para asumir la potencia de lo que hay, del tiempo que compartimos, y que, lo sabemos, nos excede, como no puede ser de otro modo.

Nuestro objetivo era descubrir y optimizar técnicas perceptivas, simbólicas y políticas que potenciasen las derivas laborales y personales de cada cual, acercándonos al cuerpo y a las artes del movimiento desde una plétora de perspectivas -anatómicas, arquitectónicas, poéticas, químicas, místicas, lingüísticas, estéticas, psicológicas…-, poniendo a prueba las disposiciones de todos, generando disonancias productivas y conectándonos con lo que de original había en el nosotros que compartíamos. Herramientas propioceptivas, de gestión del movimiento y alrededores que desde las artes vivas se están destilando; y que, con una intención de corte epistemológico, es pertinente e interesante plantear, trabajar y comunicar en otros ámbitos, para desenvolver coordinadamente otros mapas físicos y conceptuales acerca del cuerpo y su performatividad, que sumen en la evolución individual, social y política, también científica y desde luego artística, en aras de participar en la elaboración de nuevos y estimulantes paradigmas que accionen el presente.

Empezamos, por concretar, descubriéndonos especialmente interesados en el momento en que el individuo toma consciencia de su patrón de tensiones, de las relaciones semióticas que traman la interioridad, de la intensidad de sus anudamientos y de los solapamientos con el modo en que se estremece la carne y se generan los procesos de subjetivación en el cuerpo; de cómo quedó fijada o situada en el cuerpo la memoria del dolor y del placer; y sobre cómo todo ello le ha llevado a desarrollar sus modos de hacer con el mundo, de su participación, construyendo dinámicas psíquicas, individuales, sistémicas, sociales, etc. Resulta muy interesante tal acontecimiento de toma de conciencia para ver qué es lo que se hace, qué decisiones se toman: ¿intentamos luchar contra ello mostrando la incomodidad y tratando de corregirse y disimular, cambiando, finalmente y como mucho, las tensiones, nudos o quistes energéticos de lugar?, o al contrario, ¿lo aceptamos, permitiendo que la tensión comience a vibrar, a balancearse y encontremos elocuentemente su ruta de descarga o -mejor- de negociación, reconstruyendo el cuerpo y dotándolo de una nueva configuración y nivel de energía? En este segundo caso, que es el que implica transformación real y no parches, nos construimos por el movimiento, restableciendo relaciones a través del movimiento con nuestro entorno.

Un patrón de tensión, de relación u organización de un cuerpo, media su proceder: la sensibilidad en la que se apoyan sus determinaciones y decisiones orgánicas. Es una interfaz de interpretación tácita de los movimientos e hitos que potencialmente reubican nuestro cuerpo de las inercias que lo drenan, si es que existe un proyecto para ello; si sostenemos conscientemente una estrategia para su desaparición, de disolución de la subjetividad, reconciliándonos a tal efecto con los alrededores, concibiendo el lugar del yo como una entidad plural. Nuestro trabajo operaba aquello que vehicula y atraviesa la inercia, el impulso del patrón y sus ciclos, su condicionamiento, y buscaba integrarlo en una realidad más amplia y coherente de movimiento, una apertura de su código: un caos de información sensible, de realidad compleja, lo real, en que se pone de manifiesto la potencia de las inteligencias múltiples conectadas, como en el vuelo de una bandada de pájaros o el trabajo de una colmena: un nivel vibratorio, cambiante, de energías, de ondas, de potencialidades; los diferentes niveles de vibración de la materia circunscriben su estado físico: y en tal arco de lo sensible, la danza trabaja.

«Un cuerpo dice la verdad. No siempre, ni a la primera, pero siempre es el cuerpo el que dice la verdad.» – Coetzee, escritor. En los cuerpos se leen las mentes, alguien que piensa de una manera compleja baila de manera compleja. Los cuerpos modifican el entorno, tienen un tipo de presencia particular que imprimen movimiento al espacio que ocupan.

Este tipo de procesos de investigación crecen exponencialmente y producen efectos más que estimables cuando se trabajan en la deriva de inferencia compleja que nuestra disposición hacia el código abierto sostenía, el entramado transversal entre conceptos, prácticas, individuos e instituciones: pues llega un momento en que pareciera que se produce a sí mismo, es decir, autonomía. Porque lo practicamos componiendo el plural, que se retroalimenta, y que se amplía cuando lo llevamos cada cual a nuestro ámbito -en distinto grado, por necesidad de coyuntura. Observando cómo influyen en nuestras respectivas prácticas y comunidades, a la hora de concebir asuntos tan aparentemente disímiles entre sí como la ideación de procesos de participación, la configuración del acto creativo, el hecho arquitectónico y su escala, los modelos materiales, la individuación, las relaciones interinstitucionales, los vínculos de realidad entre arte y ciencia, el trabajo pedagógico, la performatividad del concepto salud, el uso de la imaginación, la creación coreográfica, el cuerpo y su potencia significante o significancia, las tesis acerca de las texturas del movimiento o las relaciones entre danza y filosofía. La calidad del encuentro propone e informa.

Destacar que algunos de sus puntos óptimos se dieron cuando las dinámicas de grupo se constituyeron de manera correlacionada y no tanto jerárquica, alcanzando las ganas de corresponsabilizarnos. Una energía a la que todos aportamos, promoviendo el que surgiesen las sinergias estimulantes que enriquecieron los trabajos de todos, ganando en muchos aspectos: visibilidad, contactos, nuevos encuentros y eventos, otras perspectivas, etc, y por supuesto, aprendizaje y trabajo. El  paso clave y primero fue la voluntad de encuentro, después constituir el grupo y desde ahí procurar los desbordamientos en la red que creamos los participantes: tecnologías de encuentro como seminarios, prácticas, conferencias-performativas, convivencias, el acompañamiento de itinerarios formativos, procesos de creación e investigación compartidos, jornadas para la crítica y la divulgación, encuentros con profesionales que nos trasladaron un saber específico que procurábamos o necesitábamos…; asunto importante es el desarrollo y construcción de la memoria grupal e individual, para dotarnos de historia, perspectiva y herramientas textuales.

Dos interesantes prácticas que se reprodujeron, fueron el intervenir y sostener procesos de creación e itinerarios formativos, poniendo a prueba sus límites. Aprendimos de los mismos situando los contenidos puestos en juego en los cuerpos de cientos de personas, destilándose la propia coreografía y los asuntos de los temarios de las asignaturas, desde una metodología que nombramos como «método negro», registrando los tics compartidos. Adquiriendo capacidad crítica e involucrando al entorno en las vicisitudes del trabajo estético y escénico, con el afán de construir un contexto cultural más interesante para todos, encontrando los vínculos naturales entre las artes del movimiento y otras disciplinas. Así demostramos que las texturas de movimiento y sus conceptos son mediaciones como otras cualesquiera, útiles en tantos ámbitos.

Otro momento destacable fue cuando al colaborar con un laboratorio de neuroimagen descubrimos que toda una serie de etiquetas referidas al grado de temblor de los cuerpos -texturas de movimiento del estar del cuerpo- se empleaban para organizar el relato sintomatológico de una serie procesos de enfermedad. Y trabajamos en la dirección de que en vez de emplearlas en exclusiva como síntomas, las abordásemos también desde un lugar más participado por el individuo afectado, como características. Modular su impronta como objetos del conocimiento o etiquetas unívocas para llevarlas más hacia hitos sensibles que poder declinar y coordinar de otros modos. Las implicaciones de esto son política y afectivamente trascendentes, y las compartimos con numerosos grupos de estudiantes de medicina, enfermería, terapia ocupacional, etc., a lo largo de los años.

«Los pueblos de hoy se niegan a seguir siendo receptores pasivos y ejecutores de órdenes. Sienten la necesidad y exigen el derecho de participar, de ser actores, protagonistas, en la construcción de la nueva sociedad auténticamente democrática. Así como reclaman justicia, igualdad, el derecho a la salud, el derecho a la educación, etc., reclaman también su derecho a la participación. Y, por tanto, a la comunicación.» – Mario Kaplún, Hacia una pedagogía de la comunicación, 1998, p.63.

La confluencia aquí versa por tanto en compartir ruta en los objetivos del plural que conformamos, en el acompañar procedimientos, de ahí que también descubramos juntos itinerarios alternativos: se trata de cruzarse para compartir, sumar y contrastar, un proceder simbiótico donde la colaboración y la competencia conviven, y a su través se transcurre laboral, social y personalmente. Descubrimos la diversidad de sus facetas a través de las relaciones que acontecen, un lugar mutante de encuentro. Se registra a nivel de movimiento en la conmoción -el movimiento compartido-, tal cosa es lo real y vinculante: centra y dota de energía al grupo. Es en este tipo de flujos que se participa de la constante actualización de formas que configura el presente, la práctica del acontecimiento; a través de prestarle nuestro ánimo es que se manifiesta y actualiza en el paradigma que compartimos, una entrega laica que despeja el ahora de fantasías éticas y estéticas: un poner en crisis la propia investigación atendiendo a los flujos de crítica que se van identificando y compartiendo.

Años después las preguntas continúan performando mi práctica: ¿Qué tipo de materialidad posee el movimiento por sí mismo -grados de temblor o texturas- y cómo trabajamos su sensibilidad (la cinestesia)? ¿Cómo nos la agenciamos para practicar y pensar con movimiento? Y a partir de aquí, ¿qué objetos/figuras/métodos utilizamos para acercarnos al movimiento, conocerlo y articularlo? ¿Qué realidades sociales y culturales pueden complejizarse a través de las disposiciones del movimiento? Etcétera.

jm 

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