«Carne clavada en cuatro puntos a la materia,
un vapor del lenguaje.
Cuando el sueño se hace carne,
ahora lo recuerdo, cambia.»
teorema | artes del movimiento
Creación de una coreografía versada en los estados alterados de conciencia como práctica para la desarticulación y purga de la identidad: una reflexión performativa sobre lo real y la distancia. La carne, señaló Merleau-Ponty, «no es materia, no es espíritu, no es sustancia». Hay que pensar la carne.
A través de sintonizar con ciertas texturas de movimiento se desarticulan los patrones de tensión y acción eferente que fulcran la deriva objetual de los cuerpos, la subjetivación memorial -individual, cultural, social y política- que construye la hegemonía que podemos llamar identidad en la complejidad entrelazada de sus situaciones: animalidad, ego, complejo del yo, locus de control, sistemas, roles, ocupaciones, perfiles, relaciones, acción en común, comunidad… «Un polvo de gestos apenas vislumbrados configura el patrón relativamente preciso de los ritmos, protocolos y obligaciones que marcan una vida (Roberto Fratini)».
¿Qué es la conciencia? ¿qué es la materia y por qué necesita articularse? ¿Qué es la carne y la complejidad de su presencia? ¿cómo se articulan en ella la memoria de los acontecimientos y cómo se organiza a su través la emergencia de la identidad? ¿Cuál es la función en todo esto del cuerpo, la mente, la otredad, el recuerdo, el sexo, la muerte, el sueño o el lenguaje? Un “ir con” a través del tiempo. En el tiempo, aceptando su desaparición: la del cuerpo del tiempo. Para poder ir a otros lugares, en el despliegue o apertura periódica del instante. Se trata de cultivar estados de presencia a través del cuerpo: performativos. Hacia un no-tiempo que «imprima sobre el devenir el carácter del ser (Nietzsche)». [https://youtu.be/a5Pc9T6IMEU]
Un proyecto que aplica los conocimientos adquiridos en años de trabajo participado y en código abierto desde el ámbito del cuerpo y del movimiento: cientos de personas, especialistas y comunidades afectivas, con especial interés en las relaciones entre arte, ciencia y sociedad. Disciplinas diversas, centros y grupos de investigación, teatros cómplices, colaboraciones inesperadas, estudios aberrantes, obras derivadas, expansiones, compañeras… años intensos a través de instituciones del común, en varios países, siempre apuntando a la generación de un contexto (*). Es momento ahora de tomar perspectiva, organizar lo aprendido y dejar hacer al cuerpo y su memoria, sentir la respiración de su lenguaje, situando cambios en el proceder relacional y metodológico a través de esta creación estética y sus derivas.
«La potencia es una capacidad que se desarrolla siempre a través de la relación. O por decirlo de otro modo, un atributo del aparato somático, que recordemos, está hecho de relaciones, de ficciones y de técnicas. La potencia como “poder de existir” se despliega como proliferación y aumento de las relaciones con todo lo existente.» Paul B. Preciado
Texturas, topologías, percepción, flujos, carne y complejidad son algunos de los asuntos que, extraídos de la práctica, sitúan el movimiento como paradigma cognitivo; y que aquí relacionamos con esta deriva crítica de trabajo performativo centrada en la creación coreográfica y el estudio de la materia y su memoria. No es un trabajo de estructuras, sino de texturas. Al desarticular las relaciones objetuales del paradigma «cuerpo», es decir los fulcros que amarran el relato identitario, por su proceder a través de las texturas de movimiento el cuerpo se reconcilia con la potencia.
«Cadaverizarlo es la manera más infalible de convertir el cuerpo -soma- en signo -sema. Todo el cuerpo dice el cadáver que será. Y todo cuerpo acredita la muerte por sus propias maniobras de significación. Todo cuerpo procrastina en figuras el saldo de esta deuda: la danza es una negociación figurada con la nada y con la angustia que supone.» Roberto Fratini
Las texturas en el movimiento se refieren a vibraciones, tensiones, mioclonos, parestesias, ataxias, balismos, distonías, tics, rigideces -constelaciones, solapamientos y entrelazamientos-, convulsiones, intenciones, actitudes, velocidades, intensidades, devenires, hormigueos, etc. Calidades, grados en el temblor de los cuerpos. Coreografías que sostienen circuitos que revelan capas de memorias matriz, diferencias; configurando cuerpo y psique, desubjetivando al forzar a los significantes para que resuenen. En este proceder, el tacto corrobora la respiración de tales vibraciones, la cinestesia su realidad.
Transustanciación fantasmal de la carne en cosa, concepto, conmoción o tiempo: en movimiento informado. No por psiquismo sino por afinamiento fisiológico, por una semejanza inducida entre la organización de la materia del cuerpo y la de cualquier otra materia. Así el cuerpo se arrebata, y se escapa por detrás de su retrato: el estado alterado de conciencia: una participación con el lugar, un devenir lugar. Y la carne a través, fluctuante. ¿Qué es la carne?
«La convulsión de la carne, más allá del consentimiento, exige silencio (pide la ausencia del espíritu).» Bataille.
El intersticio, esos territorios de vacío. La tensión en las interacciones entre flujos: así se penetra la forma y el silencio. Como palpitación, apertura, cierre, despliegue, contracción y tracción. Y alteración, repetición, reposición y cambio o traslación. Movimiento que imprime fuerza contra el vacío provocando su colapso. De la quietud desborda movimiento, base de todas las formas; y cada ritmo desplegado implica una singular condensación en la forma.
«Si fuera fácil entender lo que es el cuerpo, nadie habría pensado que tenemos mente.» Merleau-Ponty
El cuerpo del bailarín deviene materia resonante de significantes clave por acción del dispositivo escénico. El objetivo es profanar el paradigma de lo real en activo, el marco comunitario que conformamos. Con el formato escénico del «solo» se abre un tiempo propio para el ser con el otro, que instala lugar y trabajo. Un trabajo que performa al otro en un movimiento a través del quiebro del tiempo, un devenir ficcional que articula la fuga en aras de la construcción de la multitud. El tiempo no se explica o relata sino que es intrínseco a la acción. El paso del tiempo se construye a partir de la composición de los movimientos en el espacio.
La investigación del movimiento, concretada en obra -la coreografía-, articula una singularidad informada -la del cuerpo del performer en el ejercicio de la creación escénica-, para, por contagio, mímesis e identificación, situar el aprendizaje en el cuerpo del otro -en el espectador. Dispositivo y creación de conocimiento para proponer un desarrollo trascendente que afirme y centre al espectador en sí. Más allá de su identidad, profanando su identidad, encontrando su singularidad compartida en la multitud.
Así el no-tiempo del «solo» es un ejercicio que desubica de la fragmentación del tiempo y su inercia, proponiendo una intensificación que desarticule la identidad objetual que genera. Una situación compartida que informa y capacita para deshacer una vida en diferido producida por la acción del lenguaje y sus polarizaciones. «No son más que palabras. Un secreto más doloroso habita en ellas. Del orden de lo inefable. Lo inefable es lo real. Lo real no es otra cosa que el nombre secreto de lo más detumescente en lo profundo de la detumescencia. A decir verdad, no hay más lenguaje que el lenguaje. Y todo lo que no es lenguaje es real», acierta Pascal Quignard.
Movimiento, creación, carne y acontecimiento: todo movimiento es de carne. La carne, exceso de cuerpo: experiencia del tiempo puro. Soporte y medio.