“El algoritmo está desnudo: Ritmo y entrega”.
Mapas, algoritmos, patrones, conceptos se articulan reflejando su pertinencia a través de constantes, puntos de apoyo, proponiendo dinámicas de relación con el entorno; en tal ejercicio, y al mismo tiempo, se revelan unos y otros, algoritmos y pulsos. La ciencia es constructora de metáforas performativas por las cuales imaginamos y construimos eso que llamamos la experiencia de lo real. Acercamientos que participan de lo real, que tienen su realidad, una realidad proyectiva, útil, pero que no debemos confundir con lo real inasible. Dichos ritmos o pulsos, las constantes, son modos de subjetivación; es decir, sostienen determinados equilibrios y no otros. Didi-Huberman define el ritmo como “aquello que se opone a lo moviente”; y continúa -en paráfrasis- “evidentemente el ritmo no es el tiempo pero sí que a su través lo experimentamos”, marcando peculiaridades: velocidad, intensidad, recorrido, etc. Encarnando ánimos: Adagio, andante, obstinato, allegreto, etc, que sobrecogen la materia. Si lo mecánico es el instinto de supervivencia de tal inmanencia, interesa involucrarse con lo sistémico que promueve tales tractos aparentemente maquínicos y así trascenderlos.
Estamos rodeados de números, de constantes, de ritmos, pero ¿por qué tales números y no otros? Un Principio Antrópico suave sugiere que si la realidad es de tal manera singular es porque hay quien se pregunta acerca de por qué es así, “el mundo es así porque nos preguntamos por qué es así”: una trampa, predicativa, constante para muchos. Sin embargo, configuramos el presente al tiempo que lo percibimos, ocurre que nuestra mente lo hace tan bien que parece que lo descubriéramos. Existe una relación de participación sí, un continuo, y en aras de los procesos de comunicación también existe un acuerdo sostenido por el contraste oportuno a los mismos, necesario y suficiente, y que lleva a polarizar toda una serie de categorías que vertebran lenguajes, identidades o distancias; funciones que sofistican la experiencia de lo real, suspendiendo o haciendo constantes determinadas derivas sumando profundidad de campo.
Cuando uno realiza un cambio de enfoque de orden cualitativo y observa tales ritmos o constantes como principios emergentes pasivos de otro tipo de derivas o movimientos que ya no pueden ser medidos desde patrones estáticos de relación basados en el contraste, sino que atienden a dinámicas de flujo y gradientes participativos, empieza a darse cuenta de cómo las tesis acerca de la incertidumbre se acercan a lo real: nuevos grados de libertad o dimensiones que nos devuelven a los procesos de creación, reseteando. El relato con el que sostenemos los datos recoge uno u otro paradigma, lo encarna por repetición atendiendo a sus leyes particulares.
Los ritmos así mismo son códigos de entrada, claves para operar la subjetivación del cuerpo para contactar con determinados contenidos, texturas concretas de cuerpo y patrones basados en sus singulares armónicos. Al prestar nuestro tiempo adquieren relevancia, presencia; al vivenciar tales patrones, adquirimos matices acerca de los mismos ganando en profundidad sensible. Este juego vibrátil genera nuevas relaciones que propician la transformación del cuerpo: arde.
Este texto es una abstracción a nivel de movimiento de los vericuetos de la pasión, en torno a cómo distinguir el deseo de necesidades y espabilar; quizá nuestros cuerpos sean producto de un contexto en mayor medida de lo que nos atrevemos a reconocer pues a través de la articulación de pulsos que atienden a realidades que no son nuestras, imbuidos los cuerpos en derivas tendenciosas e incluso perversas, se construyen a nuestro pesar. Balancear nuestro ánimo, volcar nuestra atención entre distintos valores e ir desubjetivando o diluyendo tales niveles perceptivos tácitos, subconscientes, culturales; involucrándonos con una matriz cada vez menos superficial de datos, de constantes, abandonando la ilusión de control y procurando a tal efecto un devenir animal con el que calibrar desde el cuerpo los alrededores como un continuo elocuente, es el objetivo que ya está siendo. “Bucear en el vacío”, acertaba Eco. Estrategias estocásticas, más aún, paradójicas de computación de un gran volumen de datos en que ya no nos volcamos de un valor concreto consecutivamente al siguiente, sino que permitimos toda una serie de posibilidades de valor inherentes a un mismo fenómeno, entrelazando y propiciando una perpetua actualización de las formas del presente, viviendo conscientemente el acontecer natural; práctica que lo enriquece, dando talento a la propuesta.
Si nuestra atención pivota entre constantes desarrollaremos patrones, ejercicios hacia lo recursivo; si balancea atravesándolas, en un ejercicio contraintuitivo si se quiere, inspiracional y espectador, acontece la Gracia en nuestro movimiento, permitiéndonos circular, descansar en una inagotable actividad experimentando el misterio.
“El algoritmo está desnudo: Ritmo y entrega”.
www.javiermartin.gal _invierno 2015.
Adagio de Merleau-Ponty que debería recordarse más a menudo: “Un cuerpo es donde hay algo por hacer, o para hacer”
“Si se comparara las distintas formas de la poesía con la luz solar refractada por el prisma, los escritos ensayistas serían la radiación ultravioleta” Georg Lukács, el alma y las formas.
“Los trabajos de investigación pura en el ámbito de la creación contemporánea atienden a la comunidad de especialistas y sostienen la construcción de futuro, bucean en derivas de carácter procesual y sus necesidades primordiales son temporales y de acompañamiento y, según de lo que estemos hablando, un buen nivel de recursos. La investigación aplicada se dirige a la construcción de “herramientas/productos” extraídos de la investigación pura, atiende a la comunidad más general y tiene que ver con el trabajo pre-creativo y la optimización de objetivos (“Cuando la única herramienta que uno tiene es un martillo, tiende a creer que todos los problemas son un clavo” Rappaport, el psicólogo que acuñó el término empowerment). Dichos productos son los que después emplean los artistas y otros desarrolladores para la construcción de sus espectáculos una vez que se han preocupado por la formación, ó para el empoderamiento de individuos y grupos que pongan a prueba tales resortes en otros contextos -científicos, pedagógicos, políticos, cotidianos, etc-, trayendo a tal efecto nuevas miradas sobre sus dinámicas y potenciando sus propios trabajos; todos ellos son feedback último y necesario creando estratos de memoria. Los recursos de construcción de tales elementos son planificables, atienden a unas expectativas. Los recursos de la investigación pura han de ser prolongados atendiendo a auditorías que justifiquen su continuidad (procesualización). Como dijo Roland Barthes “los procesos deben terminar”, para que no devengan en obcecación/onanismo/etc y nos confundamos radicalmente con la dinámica perdiendo la entidad, así que las investigaciones brutas llega un momento en que se agotan y es responsable reconocer dicho instante. Los trabajos de investigación en general -que construyen tanto teoría como praxis- participan de la creación del contexto en el que después el resto de actividades se desenvuelven”.
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