En “Salomania” Pauline Boudry y Renate Lorenz -que ya mostraron la temporada pasada su vídeo “Charming for the Revolution” en el archivo Re.act Feminism de la Fundació Antoni Tàpies- disertan sobre la relación entre el mito de Salomé, la danza, la homosexualidad y la posibilidad de cambiar de género. En efecto, desde Óscar Wilde a Yvonne Rainer pasando por Alla Nazimova o Nazario, este mito ha aunado a menudo danza y reflexiones sobre el género. Este vídeo protagonizado por Wu Ingrid Tsang e Yvonne Rainer ilustra de manera efectiva el concepto de “travestismo transtemporal” que Lorenz desarrolla en su libro “Queer Art: a Freak Theory”. Se trata de superponer elementos que pertenecen a diferentes épocas con la intención de cambiar el curso de la historia.
Por otro lado, “Los micrófonos” de Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol es en cierta medida una continuación de su anterior pieza “¿Y por qué John Cage?”, donde exploraban la relación entre cuerpo, sonido y lenguaje con cierta dosis de humor. Sin embargo, esta vez esta exploración se acompaña de una referencia constante a canciones pop. Visto de forma retrospectiva y conociendo la afición de estos dos artistas a la cultura popular, el título de la anterior obra podría considerarse como un pequeño desafío a la beatificación de Cage en la cultura contemporánea. Este cuestionamiento se prolongaría aquí de la siguiente forma: “¿Y por qué no Whitney Houston?”
Sin duda, la pregunta resulta pertinente, ya que aquello que se muestra en museos y teatros se replantea de manera constante y se alimenta precisamente de todo aquello que en principio quedaba excluido. Cuando el discurso resulta incapaz de aprehender e integrar otras formas de entender y percibir la realidad aparece una especie de mausoleo intocable, donde sólo unos pocos elegidos tienen acceso: el mito de la “alta cultura”.
Se trata al fin y al cabo de la autoridad ligada a las formas. Sin duda no existe nada tal como la “baja” y la “alta” cultura, pero sí se da una reflexión constante sobre cuál es el valor de determinadas formas y prácticas para representarnos y pensar la realidad.
Así pues, ¿cuál es la utilidad de Whitney Houston para pensarnos a nosotros mismos y aquello que nos rodea? Por citar sólo unos cuantos aspectos Houston puede servir para reflexionar sobre la increíble eficacia del efectismo, la placentera inmediatez del brillo del estrás y la adhesión que provoca el exceso rococó.
Sin embargo, esta presentación de “Los micrófonos” no puede ser plenamente un gesto pop, ya que se da en un contexto (la Secció Irregular) que se caracteriza por poner el foco en la movilidad del discurso más que por una apuesta inmutable hacia una sola manera de hacer (ya sea ésta el pop o la performance deudora de los años 70). Así pues “Los micrófonos» juega de hecho con la tensión entre diferentes formas y la autoridad que estas destilan en nuestra cultura. Por eso más allá del ejercicio de descontextualización, en la obra misma colisionan prácticas tan diversas como el pop, el recital, la danza contemporánea o la experimentación con el cuerpo y el sonido. Si bien en su estreno en el TNT de Terrassa esta pieza aún precisaba madurar, su interés radicaba en la capacidad para ejercitar estas tensiones y entender la complejidad de las encrucijadas entre formas distintas. Estos días podremos ver cuánto más lejos han podido llevar Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol este proyecto.