Programa de mano de la Secció Irregular del 11 de mayo (CAST)

Una aporía es una contradicción insoluble y un zombi es un ser que está vivo y muerto a la vez. Así pues el título «Zombie Aporia» de Daniel Linehan implica una doble contradicción. En efecto, en esta pieza los intérpretes trabajan «con formas que parecen contradecirse entre sí. Por ejemplo las canciones y el baile suelen producirse con medios diferentes, pero nosotros intentamos producirlas con el mismo medio: el cuerpo. Bailamos, cantamos y hablamos a la vez y vemos cómo estas formas se afectan las unas a las otras cuando se producen de forma simultánea.»

«Zombie Aporia» se inspira también en cierta medida en el formato del concierto de rock. Dejando de lado la espectacularidad gratuita, Daniel Linehan aprovecha del concierto de rock la aproximación corporal a la música, es decir, una cierta energía física. Por otro lado también emplea la estructura del concierto de rock, ya que «Zombie Aporia» consta de diferentes secciones a las que los intérpretes se refieren como «canciones», aunque no todas estas secciones sean canciones en un sentido literal. Sin embargo, como matiza Linehan, esta estructura también es comparable a la de un libro de poesía o a la de un volumen de relatos cortos. Estas diferentes secciones de la pieza tienen referentes tan diversos como Bruce Nauman, los Sex Pistols o el poeta John Ashberry.

Por su parte, Jaume Ferrete presenta en colaboración con Gerard Ortín «Voz mal», un concierto en toda regla, pero con la peculiaridad de que las canciones reflexionan sobre diferentes aspectos de la voz y su relación con el cuerpo. Esta operación tiene un gran interés en un contexto de danza como el Mercat de les Flors, ya que como explicaba recientemente Bojana Kunst en su conferencia «La voz del cuerpo que baila» en la Fundació Tàpies, «El descubrimiento de la voz del cuerpo y la escucha del interior del mismo, que deja de estar en una relación armónica con una jerarquía regulada, representa uno de los descubrimientos esenciales de la danza contemporánea del siglo veinte.»

Naturalmente, estas transformaciones en la relación entre voz y cuerpo están estrechamente ligadas a relaciones de poder y nuevas maneras de entender los nexos sociales. Por eso inevitablemente las letras de las canciones de «Voz mal» se debaten una y otra vez entre la voz, el cuerpo y el poder.

Como explica el propio Ferrete, «Si bien las dinámicas de la imagen en los medios, y especialmente en internet, nos hacen dudar de la voz como dispositivo por excelencia para la participación en las negociaciones y debates que atañen a lo común, la voz sigue simbolizando tanto esa participación subjetiva como la representación que uno tiene –o no– en esas negociaciones. Se dice la voz del pueblo y tener –o no– voz, en ese sentido. En democracia, la representabilidad de la ciudadanía se performatiza –y performativiza– en los debates orales que enzarzan a los políticos.»

Seguir reflexionando sobre la relación entre nuestras voces, nuestros cuerpos y su nexo con las dinámicas de poder que nos atraviesan resulta fundamental para defender la esfera pública que tan severamente se ve amenazada hoy en día: «Mic check!? Mic check!?«

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