Fragmento de «Lili Handel» (2005)
Ivo Dimchev es uno de los artistas que más visibilidad ha obtenido en los últimos años en la escena europea. En el 2008, ataviado con peluca rubia, zapatos de tacón y ropa interior realizó una performance site-specific en el desaparecido Festival MAPA. Desde el porche de una masía, envuelto en luces de navidad, narró las vicisitudes de la familia que habitaba la casa y persiguió luego al público montado en un tractor. La acción terminó con Ivo estirado sobre el agua del lavadero del pueblo bajo una bola disco, donde el intérprete hizo gala de sus dotes vocales con una voz que recuerda por momentos a la de Antony Hegarty, de Antony and the Johnsons.
No tenemos noticias de otras actuaciones en España y quizás por eso resulta acuciante contextualizar a un artista que ha recorrido ya medio mundo con su trabajo, cuyas obras se han premiado repetidas veces y que será artista residente en el Kaai Theater de Bruselas a partir del 2013.
Sin embargo, no es fácil explicar el trabajo de Dimchev porque sus obras funcionan a diversos niveles. En primer lugar, su trabajo escénico tiene un impacto afectivo sobre el público que deriva de su presencia como intérprete. Aquí yace parte de la dificultad para describir sus piezas, porque hay cierta intensidad que emana directamente de su carisma. Por este motivo, y a pesar de que su trabajo no podría ser más diferente, no resulta inusual que los españoles que han visto el trabajo de Dimchev en el extranjero mencionen cierta semejanza con Angélica Liddell. Al igual que con la intérprete española, la intensidad de Dimchev no está fuera de control, sino que es algo que el performer modula a favor de cada pieza. Debido a este dominio técnico, ambos intérpretes comparten también cierto virtuosismo escénico.
Sin embargo, a diferencia de Liddell, el trabajo de Dimchev se caracteriza, entre otros aspectos, por reflexionar de forma continua sobre el arte en si. Por ejemplo, en una de sus obras con más éxito, “Lili Handel” (2005), el artista búlgaro crea un personaje andrógino y muy sexual que tiene algo de prostituta. De hecho, esta pieza lleva por subtítulo “blood, poetry and music from the white whore boudoir”. Según Dimchev, el subtítulo resume a la perfección la obra “porque es algo entre el arte de performance, el teatro y un concierto, y todo esto está representado en el cuerpo performativo, que es, en cualquier caso, una puta. Porque su deber es atraer la atención; es un cuerpo que se puede mirar, usar o comprar”. El paralelismo que traza entre el consumo estético y el consumo sexual llega a su paroxismo al final de Lili Handel, cuando Ivo Dimchev extrae sangre de sus venas y la vende al mejor postor entre el público. Como el personaje de Lili Handel es a la vez una obra de arte y una prostituta, es lógico que su cuerpo se venda en una subasta.
En “Paris” (2008), Dimchev hace referencia a esa peculiar forma de arte que son los monumentos como contraste para la auténtica realidad de la “ciudad de las luces”. “I’m in the center of the city, confused, on the edge of a suicide, I’m a monument” reza en esta ocasión el subtítulo de la obra. Al año siguiente, en “Som faves”, abreviación de “Some favourites”, Dimchev reflexiona también sobre el arte y, de hecho, la frase más famosa de la pieza es el incisivo “Please respect art. It’s very important” que más tarde se ve matizado por “If you don’t respect art, there is nothing wrong with you, it’s Okay”, que resume de forma muy sucinta la ambivalente naturaleza del arte. Esta obra es la que se presenta el próximo 14 de diciembre en la Sección Irregular.
Pero esta reflexión llega a su punto álgido con las dos últimas piezas de Dimchev (“I-on” y “X-on”, ambas del 2011), donde el performer colabora con el famoso artista visual Franz West. Esta colaboración resulta en cierta medida lógica, ya que Franz West también reflexiona sobre el arte en su obra. West es famoso por sus esculturas “adaptativas” (Passstücke), que el artista vienés empieza a desarrollar a mitades de los años 70. Estas esculturas están diseñadas para que el público las coja, las manipule, examine, se las cuelgue del brazo o se las ponga en la cara. Esta operación, que rebaja sustancialmente el aura del objeto artístico, queda resumida en una conocida cita de West: “No importa qué aspecto tiene el arte, sino cómo se utiliza”. Tanto en el solo “I-on” como en la pieza de grupo “X-on”, Dimchev explora el uso que se le puede dar a las esculturas de Franz West. Pero, en “X-on”, recupera también el personaje/obra de arte Lili Handel y lo pone al mismo nivel que las piezas del escultor. Mediante el uso de copias de las esculturas de West y la ayuda de intérpretes que encarnan el personaje de Lili Handel, Dimchev explora además la diferencia entre el original y la copia.
Sin embargo, más allá del virtuosismo escénico y sus reflexiones sobre el arte, la obra de Ivo también resulta de interés debido a un particular transformismo. No nos referimos a que Dimchev se vista ocasionalmente de mujer, sino más bien a un transformismo que tiene más en común con Fátima Miris o Claude Cahun, ya que parece como si Ivo interpretase a veces toda una galería de personajes distintos en una misma obra. Pero, al mismo tiempo, el intérprete no solo transita entre diversas personalidades, sino también entre distintas “formas de estar”. En breves instantes Dimchev dialoga con un personaje imaginario, se transforma en un ser surreal, entra en una ficción teatral, sale de ella, habla para su adentros o se dirige al público para comentar un aspecto de la pieza. Como el mismo Dimchev ha declarado acerca de su trabajo, “es un ejercicio de compresión”.
Más allá del efecto cómico que producen algunos contrastes inesperados, esta transformación incesante puede tener ciertas implicaciones si consideramos la performance como una forma de producir subjetividad. Por oposición a “la idea de la constitución de una nueva subjetividad global” Jacques Rancière sugiere una nueva forma de subjetivación que “es siempre una manera de ocupar un intervalo entre dos identidades”. Como explica el filósofo francés, “es de esa heterogeneidad de las experiencias de donde nacen las líneas de fuga y las posibilidades de subjetivación que interrumpen el tiempo de la dominación”. Como “experiencia heterogénea” la obra de Dimchev nos sitúa constantemente en el intervalo y, en vez de señalar una característica en especial del ser, nos habla más bien de sus innumerables posibilidades.
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