La danza de Marco es eficiente en la articulación anatómica, revelando la concreción de un cuerpo que está en el escenario sólo para presentarse a sí mismo. Su mirada, como si perteneciera a otra persona, está constantemente buscando a la audiencia; es la entrega a un estado de desconcierto.
Por otro lado, el público se somete a un bombardeo de imágenes con el objetivo de probar la plenitud de ver, el colapso de ver algo de forma continuada, inevitable, hasta ese ese momento en el que la mirada se cansará y se entregará al cuerpo que se mueve delante de él. Durante la actuación, el tiempo para la evocación es arrancado en la superficie de una linealidad embarazosa; los eventos no necesitan ninguna interpretación: sólo se ofrecen a la vista de los espectadores, arrojados por un cuerpo-contenedor. La representación se rinde a la “presentación”, mientras que cada movimiento es como una carrera hacia el cansancio.
Y es aquí, en el vacío que sigue al agotamiento, en el retiro del cuerpo, en que surge la necesidad de transformar la puntuación coreográfica en una “práctica de reposo”: un fragmento del pasado parpadea en la oscuridad, solo por un momento. Una respiración interrumpida. Un recuerdo. Un fósil. Una historia para contar de nuevo.
Sólo una pregunta queda ahora para este grupo de ojos cansados: ¿qué es lo que queda por ver?
Lugar: Hiroshima
Fecha y hora: 18 y 19 de noviembre a las 20:30 h
Entradas: aquí