Estas son dos citas que llegaron a nuestros correos, una es de Alberto y otra de Javi
Emily Dickinson
Sin ver, aún sabemos-
Sin saber, intuimos-
Sin intuir, sonreímos y ocultamos
y acariciamos a medias-
y temblamos- y escapamos,
seráfico terror-
Tal vez el Paraíso nos seduce
con un “si te atreves”.
Emmanuel Levinas
La caricia, como el contacto, es sensibilidad. Pero la caricia trasciende lo sensible. No se trata de que sienta más allá del sentido, más lejos que los sentidos, que se apodere de un alimento sublime, mientras conserva, en su relación con este sentido último, una intención de hambre que va hacia el alimento que se insinúa y se da a este hambre, sino que la profundiza, como si la caricia se nutriese de su propio hambre. La caricia consiste en no apresar nada, en solicitar lo que se escapa sin cesar de su forma hacia un porvenir -jamás lo bastante porvenir-, en solicitar eso que se oculta como si no fuese aún. Busca, registra. No es una intencionalidad de develamiento, sino de búsqueda: marcha hacia lo invisible. En cierto sentido expresa el amor, pero sufre por su incapacidad de decirlo. Tiene hambre de esta expresión misma, en un incesante crecimiento del hambre. Va, pues, más allá de su término, apunta más allá de un ente, a un futuro que precisamente como ente golpea ya a la puerta del ser. En su satisfacción, el deseo que la anima renace, alimentado en cierto modo por lo que aún no es, remitiéndonos a la virginidad, jamás violada, de lo femenino. La caricia no busca dominar una libertad hostil, hacer de ella su objeto o arrancarle su consentimiento. La caricia busca, más allá del consentimiento o la resistencia de una libertad, lo que no es aún, un ‘menos que nada’ cerrado y que dormita más allá del porvenir y, en consecuencia, que dormita de modo muy distinto de lo posible, el cual se ofrecerá a la anticipación.
Y otras dos de Elena, el día 10.
Paul Valéry
Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre. El fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido.
Yo os digo… que la Danza, a mi entender, no se limita a ser un ejercicio, una diversión, un simple arte ornamental, ni siquiera un juego de sociedad a veces; es una cosa muy seria, y hasta en ciertos aspectos venerabilísima. Toda época que haya comprendido el cuerpo humano, o que haya experimentado al menos, ese sentimiento de misterio que lleva implícito, los recursos, las limitaciones, la ambivalencia de energía y sensibilidad que lleva consigo, ha cultivado, ha venerado la Danza.
“la utopía del autismo entre dos”
la insurrección que llega, comité invisible