Mis huéspedes han intentado matarme, aunque sé que no lo han hecho a posta porque no son unos asesinos sino unos temerarios que dejan la llave del gas abierta mientras yo hago yoga en el salón. En medio de mi relajación empecé a sentir que me transportaba a un campo de amapolas donde olía a gas y, aunque pude haberme dejado llevar por la sensación de desapego y llegar al Valhalla, me levanté y seguí el rastro de gas hasta el foco. Un hornillo soltando gas sin fuego.
Todo olía a gas y empecé a marearme mientras abría las ventanas para salvar a mi familia. Menos mal que mi gata estaba durmiendo la siesta en la habitación más alejada del foco. He ido a pedir cuentas a los huéspedes que estaban preparándose para asistir a una boda, ahí tan tranquilos, como si no estuvieramos a punto de palmarla todos carbonizados -que yo después del yoga me suelo encender un cigarrito. Normalmente a esa hora estamos tomándonos el café en nuestra terraza preferida de Galeras, pero la noche anterior se nos hizo tarde viendo los cuatro capítulos seguidos de Matar al padre. Me levanté a deshora y por eso estaba en casa para atajar la inutilidad alemana. No me gusta hacer juicios nacionalistas -hay inútiles en todas partes -pero conocer a estos alemanes que se ponen a secarse el pelo en el baño con la puerta abierta a las 8 de la mañana un domingo me ha convencido de que son unos limitados. Y no lo digo solo por eso, de hecho son de ese tipo de gente que tira la comida, que se hacen una ensaladera llena de avena, manzana, kiwi y leche y que luego, como no les gusta, la dejan en la nevera sin tapar y con la cuchara en riste a ver si alguien aprovecha ese manjar. Y no tengo nada contra los alemanes, igual contra los franceses sí, pero este es un ejemplo perfecto de cómo un pequeño incidente de posibles consecuencias catastróficas puede empañar años de experiencias gratificantes con tantos otros germanos.
La alemana me dice taconeando que ella no tiene gas en casa at all como haciendo ver que esa es una cosa muy antigua, a pesar de que sea una de las formas más saludables de cocinar después del fuego de leña, no es que yo no me pueda pagar una cocina de inducción. Yo le digo por lo mismo more take care que nos matas a todos y ni siquiera podría ponerte una evaluación en airbnb diciendo cuidadín. Además, intenta no ser tan noisy que aquí hay personas durmiendo, ¡que es sunday por el amor de dios!
La verdad, hay gente que debería simplemente usar booking para ir a hoteles donde no tengan acceso a la manipulación energética de ningún tipo y no sean un atentado para nadie, ni para si mismos.
El peligro acecha por todas partes y nadie está a salvo de los pijos de Dresden.
Nota al pie:
He escrito esto en un grado de shock importante por lo que pudo haber pasado, pero hoy, al irse los alemanes, nos han dejado unos paquetitos con licor de chocolate, unos caramelos, un par de sobres de café instantáneo, un cupón de masaje con descuento (precio normal 72 euros, con descuento 36 por una hora) y un paracetamol. Algo me dice que han renunciado al detallito de la boda en señal de arrepentimiento y compensación. Con lo cual retiro todo lo anteriomente dicho, sobretodo los apelativos, quizás duros, hacía un pueblo que después de todo sabe enmendar sus errores.
Otro buen texto!