Yo soy yo ¿y tu quién eres? ¿Qué pasa si me abro un blog y escribo con faltas de ortografía, construyo mal las frases y digo gilipolleces? Odio cuando escribo y me salen los puntitos rojos esos, debajo de la palabra mal escrita e intento corregirla y vuelven a salir, y lo vuelvo a hacer y aparecen de nuevo, luego me cago en la hostia y ahí se quedan. Me acaba de pasar con la palabra «gilipolleces», quizás es que el traductor no entiende de palabrotas o que no se escribirla bien pese a que he probado todas las combinaciones, con J, con G, con Y y con doble L, pero nada, ahí siguen los putos puntitos. Por mis amigos soy conocido como el pateador de la ortografía pero en realidad me gustaría escribir bien, me gusta que la gente pueda leer y entender lo que escribo e intento no cometer faltas de ortografía, pero es un virus que se instaló en mi sistema hace ya muchos años en el colegio y de vez en cuando recaigo, sobretodo cuando escribo tarde a la noche. Soy una persona nocturnamente creativa, por la noche no paro, pero claro, la parte del cerebro que se encarga de lo formal se va desvaneciendo a medida que pasan las horas, por lo tanto, podría decir que cuanto más creativo me siento, más faltas cometo.
Imaginar que ahora estoy aquí escribiendo esto y que a mi verá tengo un cuaderno con cosas que escribí en otro momento. Imaginar que me he abierto un blog «teatronero» para hablar de ¿teatro? No tengo ni zorra de teatro, y vosotros probablemente no tengáis ni zorra de mi ¿Frutota Total? Imaginar que es un pringao más, un pringao avanzao. Imaginar que va a usar este blog como escupidero, vomitorio de cualquier cosa que escriba en su cuaderno. Esto es para mí y lo pongo aquí para compartirme, pero en realidad me dais igual, imaginar que me dais lo mismo, que no os conozco, que no me conocéis, que estáis leyendo un texto de un puto desconocido que os importa una mierda. Desde ese punto de partida quizás podamos empezar algo juntos.
¿Expectativas? ¿Qué pasa si hay algo que ya de primeras no respetas? Así fui al teatro la semana pasada, a punta de pistola, vinieron por detrás y me dijeron: «tsss, tu, el alto ese bohemio, pasa pa dentro y no te muevas en una hora y media o te cortamos las pelotas». Lo peor no es eso, lo peor es que no me resistí y entré, pero tuve que pagar la entrada. Imaginar esa sensación, dentro de una sala, en medio de la puta grada, rodeado de gente, y tú ahí, sentado sin poder moverte. Ese momento en el que empiezas a pensar más en el si deberías irte de allí que en lo que estás viendo. Ese momento en el que te sientes como un preso inocente en una cárcel planeando la manera más hábil de fugarse sigilosamente. ¡Dios mío del amor hermoso! ¡Qué pesadilla! Te empiezas a quedar sobao, llevas todo el día currando y te das cuenta que no estás preparado para semejante paliza, eres un «loser», un perdedor. Intentas vivir o salvar algo de la pieza, como un médico salvando una vida, intentas mantener tus ojos abiertos buscando una esperanza, una respuesta en eso que estas viendo, un atisbo de vida en el arte, pero no, no hay más que formas sin sentido ahí abajo y no puedes más. Entonces es el momento en el que piensas: «¡cabrones, si me quedo sobao es porque os lo merecéis!» (el enfado empieza a emerger, como la primera chispa en un pajar) Si fueras un emperador romano en el coliseo, en ese momento bajarías el pulgar y mandarías a los leones, serpientes, tiburones y todo lo que por allí hubiera. Era la última opción y lo sabes, lo intentaste de todas las maneras, desde la del sentimiento más puro a la del entendimiento más intelectual, pero no hubo forma.
Lo bueno de quedarse dormido en el teatro es que la percepción de la pieza se trastoca y puedes crear una nueva a partir de ello. Primero cierras los ojos, pero no para dormir, sino para apreciar mejor la música o para que cuando abras los ojos de nuevo te lleves una sorpresa con los cambios que hayan pasado en escena, quizás así mejora algo. O cuando la piezas es muy lenta, cierras los ojos para que pase mas rápido, sabes e intuyes que esa chica de ahí que esta en la parte izquierda ha empezado a andar hacia el otro lado, entonces piensas: «bueno, cierro los ojos así cuando los abra ya habrá llegado al otro lado y pasará algo más». Pero ¿y si no? Imaginar que no pasa y la pieza se salva, seria maravilloso, pero no, soñar es gratis amigos, la chica cruzó muy lentamente el escenario de izquierda a derecha. Durante todo este viaje, te das cuenta que no estas solo, miras a tu alrededor y ves a tus semejantes, ves que hay más gente haciendo cosas raras. Uno leyendo el folleto con la luz del móvil muy cerca de su cara, buscando alguna justificación para todo aquello o a tu compañera de al lado cabeceando a punto de romperse el cuello, como un concierto de rap pero a cámara muy lenta, como ese tema de El maese KDS «El quebranta cuellos». Que de cosas aprendí del rap sin darme cuenta, joder ¡Soy un puto rapero! (Os lo cuento por la cara). Arte contemporáneo a.k.a «La peor pesadilla de tu cuello».
Por estas alturas empieza la risa floja, imaginar esa risa tonta de desesperación que surge por la sensación frustrada de llorar ¡Menudo viaje! Para que ir al parque de atracciones si tenemos «arte contemporáneo» para aburrir, nunca mejor dicho. Pero la mejor parte vino en la «artist talk» (con acento británico pedante ¿ok?). Imaginar esa sensación de frustración acumulada, habiendo intentado salvar la obra pero que se fue todo al garete. Ahí es cuando te conviertes en Mohamed Ali, en Rocky Balboa, en Conor Mcgregor mirando a su oponente e intentando encontrar ese hueco entre el brazo y su cara para meter su puño y destrozar una nariz, K.O. directo. Intentando encontrar la pieza que no encaja en su discurso y hacer la pregunta perfecta que desencaje su mandíbula y deje ver el postureo total de los círculos contemporáneos pseudo conceptuales que no hacen más que lamerse los culos entre ellos y haciendo sentir inferior, vulgar e ignorante a todo aquel que no comparte sus intereses, conocimientos y entornos. Lo peor no es eso, lo peor es hacerlo pensando en que llegarás a todo el mundo, en que todo el mundo percibe tu realidad como tú la ves. Ahí es cuando me cago en dios de nuevo y me pregunto si nos estamos cavando nuestra propia tumba. Luego te das cuenta de que con tu nivel de ingles no puedes contestar a esos palabros pedantes con los que están hablando y que ni siquiera estás entendiendo la respuesta a tu pregunta, parecen políticos hablando en su jerga.
Claro, te tienes que quedar a la charla para poder ver lo interesante de la pieza ¡Me cago en la hostia otra vez! Imaginar ir al teatro y salir lleno, lleno de energía, de motivación, de esperanza ¡A todos nos a pasado alguna vez! ¡Qué bonito!
Ahora yo me imagino que te has leído todo esto y digo:»¡joder, olé tu! Si estáis pensando que obra fue ésta que tuve el placer de presenciar, pues que más da, una de tantas, dejémoslo ahí. Imaginar que no vi ninguna obra y que este texto me lo acabo de inventar, o imaginar que si que vi una obra que seguro que todos habéis visto y que se que os parece la hostia, imaginar que no quiero decir que obra fue porque me da miedo lo que piensen de mi, o que me sigue dando igual. Imaginar que soy un pobre ignorante o que soy profesor de universidad ¿te lo creerías? Pero hasta yo me estoy quedando dormido ahora y solo me quiero imaginar mi cama… Que os jodan y mucha fruta.
Totalmente Frutal.
Bienvenido, Frutota. Tu estilo es total.