Julia Rubies Subirós (1996) ha entrado en escena proponiendo un gesto poco común para una profesión, como la naturaleza de nuestro trabajo, con tendencia al olvido y la desaparición. El gesto es importante y a la contra de la maquinaria que nos empuja en una sola dirección: mirar hacia atrás para entender cómo estamos y conjurar así nuevas vías.
Cascades es el nombre del gesto de Júlia o la respuesta al preguntarse por lo que ha pasado antes de que llegara. Es la ilusión, como quien encuentra un tesoro, por lo extraordinario de la comunidad de artistas y mundos que hay a nuestro alrededor. Cascades también es la fortuna de que muchas de quienes estaban siguen estando muy vivas y trabajando. Así, Júlia ha construido con calma un puente intergeneracional sobre el que encontrarnos, una plataforma donde la transmisión o continuidad entre prácticas escénicas siga teniendo lugar. Cascades es una puesta en valor. Una transfusión, para todas las partes, libre de toxinas.
Después de pasar por La Caldera o el Injuve, Cascadas llega al Mercat de les Flors con nuevas acompañantes de la mano de La Poderosa en el ciclo Hacer historias(s) vol.4. Júlia Rúbies Subirós ha logrado devolver con ilusión, la ilusión que en ella se había despertado, creando además comunidad o vínculos al buscarlos. Y acaba de empezar. En ocasiones, recordar es seguir contando.
¿Quién es Júlia Rúbies Subirós?
Soy de Barcelona, de un pueblo que se llama Masnou, que está en el Maresme. Mi formación artística ha sido desde la danza. Tuve la oportunidad de irme fuera a los dieciséis años. Tenía muchas ganas de probar otras cosas y de irme a otros lugares. Estudié en Estados Unidos unos años y después en Bélgica y ya me he quedado ahí. Estoy un poco entre Barcelona y Bruselas. Cascades nace un poco de este momento en el que me encuentro.
¿Cómo describirías tu práctica o modos de hacer?
Todo eso está un poco en cuestión. Estoy en un momento de cuestionamiento de muchas cosas y de ahí viene Cascades. El otro día Quim Bigas lo dijo muy bien: viene de que me estoy preguntando cuál es el lugar que tiene sentido tomar ahora mismo para mí. Vengo de unos lugares de instituciones que obviamente tienen regímenes bastante prescritos de cómo se tienen que hacer las cosas. He pasado por instituciones, como todo el mundo que ha pasado por instituciones, con ciertas ideas y valores y una a veces tiene que pasar por otra fase de cuestionarse eso y de preguntarse qué es lo que quiere continuar y lo que no. He trabajado como intérprete y como bailarina para otros y lo disfruto, no tengo un conflicto con eso. Sí que tengo preguntas acerca de qué significa crear coreografía ahora mismo, en ciertos circuitos. Y ahora estoy en una investigación que tiene que ver con las prácticas, que de ahí viene Cascades. Es realmente una investigación. Y Cascades es sólo el principio y me está llevando a más preguntas y a más preguntas…
Cascades empieza cuando haces un taller con Quim Bigas en La Poderosa y te encuentras con el archivo de La Porta, uno de los espacios independientes de artes escénicas más importantes que ha habido en este país. Paradójicamente, ese taller también se celebró en el ciclo Hacer historia(s) vol.3, y tú ahora, dos años después, compartes tu trabajo en el volumen 4 del mismo ciclo. ¿Cómo fue ese hallazgo y qué significó para ti?
Bueno, sólo que te encuentras que existía una escena independiente, que eso ya es muchísimo. Una cosa es una escena pero me dio la sensación, viendo el archivo y hablando con personas, que más que una escena también había toda una comunidad, que habla sobre todo de una forma de hacer. Y eso te da la sensación de que existe un lugar al que pertenecer que mola, que mola que existiera, que da continuidad a ciertas formas de hacer que no están en ciertas instituciones. Y que yo me tuve que ir a otros países para encontrar esas formas de hacer a las que yo me sentía más afín en lugar de saber que eso existía debajo de la roca que está delante de mi casa, por ejemplo, que estaba justo ahí pero que simplemente no se había hecho el puente. O también es que igual era un poco joven como para haberlo encontrado. Pero, bueno, yo a esa edad estaba tomando mil talleres, haciendo mil cosas, no era tan obvio que no lo hubiera encontrado. Más que nada porque estaba en un momento en el que te preguntas también con qué tipo de formas de hacer quieres encontrar un lugar y para mí fue como plantearme que llegué tarde a la fiesta. Estaba todo aquí, ¿sabes? El no saber que pasaron mil cosas te limita mucho a la hora de imaginar lo que se puede hacer o no.
Yo, ahora, sabiendo que eso existe, tengo otra percepción de lo que es posible hacer que es distinto a si nunca hubiera sabido que eso pasó. A mí abrir ese archivo me dio mucha fuerza porque ya no estamos hablando de crear algo nuevo que nunca ha pasado sino que estamos hablando de continuar algo que en un momento en el tiempo se ha interrumpido. Y es muy distinta la energía que eso lleva. Y, aparte, es que todo el mundo está aquí. Lo fuerte es que ves un archivo pero es que estoy en la misma sala con las personas que están en el archivo. Entonces hay un desdoblamiento histórico muy raro porque están todas vivas.
¿Cómo es la pulsión que te lleva a hacer Casacades y cómo ha ido cambiando con el tiempo?
Ha cambiado mucho. Al principio era como una tristeza muy fuerte porque me sentía como: ¡oh, lo que se ha perdido! Veía el vacío. También es que el archivo tiene eso. Tú ves todo eso desplegado en el suelo y parece como si todo eso fuese la maravilla, en el sentido de que un archivo forma un discurso. Ves como diez años en el suelo. Primero se te cae todo al suelo, hay una tristeza y muchas emociones porque te cambia el paradigma respecto lo que estaba pasando en el lugar de donde vengo. Y después también había una cierta nostalgia de los años ochenta y noventa, que nos pasa a muchas personas, como si en los ochenta y noventa todo hubiese sido más posible, como si pudieses ir a ocupar más espacios, como si, hoy en día, el neoliberalismo hubiera hecho todo mucho más complicado y nuestra capacidad de imaginación se hubiera reducido un montón. Ver eso fue otra confirmación, entre comillas, de: ¡ah, pues mira todo lo que se podía hacer antes! A ver, es que no lo hemos intentado. Estoy chafando sin haberlo intentado.
Pero sí que te vienen todas esas narrativas, de golpe, de lo que es posible y de lo que no. Sí que al principio tuve que tener cuidado con pensar que es que no estaba intentando rescatar algo, porque estábamos todas aquí. Contacté con ciertas personas y tuve entrevistas para entender un poco cómo estaba el panorama más allá de mi propio encuentro con el archivo y habían muchísimas perspectivas muy distintas. Había gente que me reafirmaba la nostalgia y el que ahora está todo mucho más difícil y había gente que me decía todo lo contrario, que los tiempos continúan y tú tienes que seguir con lo que haces, todo está bien. Polos muy opuestos que a mí también me causaban crisis porque no entendía cuál era la necesidad del momento. Pero fue guay porque me abrió a toda una pluralidad de perspectivas sobre el momento actual. Es que no hay una verdad. Es obvio pero ahí lo veo muy claramente, que incluso con una cosa que parecía muy cierta hay muchas formas de verlo y de acercarse.
Pareciera que al llegar has hecho lo que pocas personas han conseguido en esta profesión: tomar distancia. Como si hubieras visto la fiesta desde fuera antes de formar parte de ella. Después de todo lo visto, ¿cuál es la necesidad del momento para ti?
Lo primero que hay que decir es que esa forma de perspectiva es a través de rumores. Hay que contextualizar que los rumores nunca son certezas pero son parcialidades. Y también otra cosa que se me ha aconsejado mucho es no intentar hacer las cosas a base de lo que yo pienso que las cosas puedan necesitar sino seguir mi necesidad y confiar en eso. Sí que me he dado cuenta, por lo que yo he escuchado hablando con gentes más mayores, que realmente ha habido unos vacíos después de que La Porta se fuera que no se han acabado de llenar. Sí que hay instituciones que continúan con ese trabajo, La Poderosa, La Caldera, el Graner, que siguen con esos lenguajes, por así decirlo, pero el vacío se sigue notando, no ha sido posible llenarlo con otra cosa. De hecho, el otro día me reía porque si tú vas a Google y buscas “espacio independiente de Barcelona” te sale La Porta aún. Para mí eso dice mucho. Pero, por ejemplo, cuando estuve en Madrid estuve hablando con muchas personas y me decían: ¡jolín, Barcelona, al menos tenéis ahí estructuras que perduran en el tiempo! Es muy relativo todo. A veces es muy difícil hablar de lo que se necesita.
En Barcelona las instituciones o contextos escénicos más o menos formales los han creado hace tiempo personas con más años de carrera. Los artistas y gestores posteriores no parecemos haber conseguido crear estructuras o instituciones duraderas, ya sea de investigación o exhibición. ¿Es posible imaginar o crear nuevos contextos hoy?
Es importante entender la capacidad de imaginación fuera de las instituciones. Me río pero todo mi proyecto ha sido en las instituciones, en realidad. Es una pregunta que yo tengo sobre el futuro de mi proyecto. O igual no, porque existen las instituciones para que se puedan usar y no necesariamente para escapar de ellas, existen para que se usen como nos gustaría que se usaran. Mi preocupación tenía que ver con las artistas en sí. Es verdad que estos espacios los llevan las artistas, y yo no he vivido la época de La Porta, así que no la puedo comparar de forma empírica, pero me da la sensación, por las conversaciones que yo he tenido, que ahora mismo, en los últimos años, el sentido de comunidad, de personas, el tejido, por así llamarlo, está más débil. No te puedo decir el tipo de trabajo que tendrían que hacer las instituciones, no lo sé. Creo que se hacen esfuerzos por muchos lados y yo sólo tengo hipótesis.
¿Qué es Cascades y cómo se ha desarrollado?
Este proyecto empezó en el taller de Quim Bigas: Entrar-se. Archivo de La Porta 1992-2021. Al tercer día de abrir las cajas pensé que eso se tenía que documentar. Como no sabía si alguien lo iba a hacer pues tendré que hacerlo yo. Empezó con la idea de que sería un documental. Pensé que igual podía ir un mes a La Poderosa y hacer una práctica. Después llegó la pandemia y tuve tiempo de pensar las cosas un poco y decidí hacer una solicitud al Injuve. Estábamos en un momento en el que nos preguntábamos qué nos iba a pasar y entonces ahí pensé en hacer unos vídeos, unos documentales audiovisuales, unas entrevistas. Pero pensé qué es lo que me interesaba de esto. Porque no quería un museo del archivo precisamente por lo que te decía, que estamos todas aquí aún.
Igual quería encontrarme con lo que se escapa del archivo, que son todas esas experiencias, conocimientos y esas personas que vivieron ese momento y que siguen viviendo el momento actual. Lo que me di cuenta es que uno de los motivos por los que yo no me había encontrado con esas personas es que no todo el mundo está puesto activamente en pedagogía o en transmisión de forma activa. Igual por eso no me había cruzado con ellas. Entonces pensé que me gustaría invitar a ciertas personas de ese momento, como forma también de conocer el contexto, a que me transmitieran algo, una práctica. Y una práctica, y no una pieza, porque creo que en las prácticas hay ciertas potencias y ciertas formas de hacer que se pueden transmitir de una forma muy directa y yo puedo meter mi cuerpo ahí y entender de qué me estás hablando. Con un material escénico siempre hay otras capas que hacen que igual no resulte tan directo. Tenía muy claro que me interesaba la práctica por su poder de transformación en el tiempo. Con una cosa muy esencial y muy directa puedes entender algo muy potente. Había tenido ya esa experiencia y la quería como plataforma, como forma de entrada.
Quim Bigas ha estado siempre asesorándome en el proyecto, estuve en conversaciones con él. También para entender a quién podría invitar en este proyecto. Hice muchas listas, había muchísimas personas que hubiera tenido sentido invitar, pero al final decidí coger el marco temporal en el que La Porta estuvo activa, ya que ese fue el inicio de la pregunta: de1992 a 2012. Y pensé en artistas que estuviesen activas en ese momento y también, obviamente, mi subjetividad y mi interés personal. Al final decidí invitar a Quim Pujol, Carme Torrent, Sofía Asencio y Sílvia Sant Funk. Tenía muy claro que tenía que haber algo de transmisión. En principio pensé en escoger un grupo de personas cerrado porque estábamos en la pandemia, no podía haber más de dos personas en una sala de veinte metros. Pero cuando empezaron a relajarse las medidas decidí abrirlo a quien quisiera venir porque tenía más sentido para la propuesta que todo aquel que quisiera pudiera tener acceso a la transmisión de las prácticas, pero siempre puse el foco en una transmisión intergeneracional porque yo lo viví desde ahí, por una cuestión temporal, más que nada, de cómo habían pasado las cosas. Injuve tiene un parámetro marcado de edad menor de treinta y cinco años y por eso yo también cogí la misma referencia. Y he organizado básicamente una sesión con cada artista durante varios días en los que ese artista nos transmite una práctica. Yo les pedí que fuese una práctica que, para ellas, fuera importante transmitir a una nueva generación y que fuera un tipo de respuesta o una escucha a una necesidad.
Detengámonos en la importancia de la práctica en Cascadas o en tu manera de relacionarte y transmitir lo escénico.
Creo que las prácticas artísticas en sí, aparte de generar experiencias estéticas, generan realidades, de una forma muy directa. Es accionar ciertas cosas con la realidad de tal forma que te transforman algo. No sé si sería mucho decir que te transforman algo de la consciencia. Me atrevo a decirlo, igual sí. Y esto es directo en tu cuerpo. Para mí, en ese momento de habitar otra realidad la habitamos todas juntas. Estamos compartiendo cuerpo, en cierta forma, y no sólo eso sino que estoy habitando el cuerpo de otra persona, otra experiencia, en otro momento, que me está dando a mí ese regalo de esa cosa que ellas resolvieron o hicieron. Porque creo que las prácticas nacen de un contexto, personal, social o lo que sea. No empiezas a practicar porque sí. Prácticas una cosa para estar con o lidiar. Suena un poco utilitario, no lo digo desde ahí pero hay algo que te mueve a practicar. Es una forma de estar, tanto con lo que le mueve a esa persona como qué hicieron con lo que te mueve. Hay mucho que se puede aprender de ahí. Y que alguien te dé eso creo que es un regalo fuerte. A mí me está siendo muy útil ver lo que ciertas personas han hecho con ciertas cosas.
Y aquí me gustaría citar un texto tuyo donde, para mí, hay mucho de lo que va esto:
Una comunidad es aquel sentimiento de experimentar continuidad entre vínculos, de fragmento de ser a fragmento de ser, de fragmento de mundo a fragmento de mundo. Tom Sharpe indicaba que la comunidad artística forma una urbe transnacional. La comunidad artística sería un colectivo de personas de un número similar a una pequeña ciudad que, a pesar de no compartir el mismo espacio físico, comparten la misma estructura social. Si existe la ciudad teatral ésta obliga a sus habitantes al encuentro, a buscar un espacio en el que compartir un presente. A diferencia de otras ciudades, para formar parte de la ciudad teatral, para mantener la continuidad entre los vínculos, hay que salir de nuestra casa, ir al encuentro, echarse al camino, trabajar en la ligazón conflictiva, prudente o feliz, entre los fragmentos de mundo. Ciudad de una noche, la ciudad teatral se hace y se deshace cada noche que volvemos a encontrarnos.
¿Cómo te ha transformado Cascadas?
En muchos niveles. De entrada, me estoy dando cuenta de que es el principio de algo pero que va más allá. Tengo preguntas sobre cómo estamos haciendo el arte. El espacio de práctica, que a mí siempre ha sido lo que me ha llamado más la atención, me lo quiero tomar muy en serio porque realmente creo que pasan cosas ahí. ¿Cómo se comparte eso? Me está despertando muchas preguntas sobre el potencial de lo que pasa ahí e intentar ver cómo ese potencial se puede abrir y de qué forma. Y repensar eso que a veces se pone bajo la etiqueta de práctica y parece que ya se entiende lo que es pero, en realidad, no se entiende lo que es. Hay mucho que, yo al menos, tengo ganas de destapar ahí porque creo que, quizá por las condiciones y las temporalidades en las que lo hacemos, no podemos realmente calar eso. Por ejemplo, pensaba el otro día, si el arte se supone que puede producir conocimiento ¿cómo pasamos de producir conocimiento a implementarlo? Hay como un salto porque producimos mucha cosa pero luego se queda como en el aire, flotando. ¿Qué nos pasa con eso después? Estamos haciendo cosas muy transformadoras pero creo que hay oportunidades que se podrían encontrar en estas continuidades, porque está todo ahí, pero de alguna forma se nos escapa. Estoy un poco con esas preguntas a nivel de contenido.
¿Y a nivel personal?
Antes que a un nivel personal debería entenderlo a un nivel contextual. Estoy aprendiendo mucho a contrastar las verdades. No contrastarlas porque estén mal sino porque hay muchas. Entender muy bien desde dónde se habla y entender que siempre va a ser subjetivo. Este proyecto me ha hecho cuestionar mucho mi propia perspectiva y también la de los demás, cómo no olvidarme de la mía y poner la de otra delante de la mía, tener que negociar un poco mi perspectiva en relación a todas las demás. Hablar sobre el contexto en cierta forma afecta a todo el mundo y todo el mundo tiene sus narrativas y sus historias personales con eso. Hay que cuidar todo eso porque son realidades de personas, quieres respetarlas y también te hacen respetar un poco tu propia perspectiva. Ha sido guay eso. Y, en realidad, apreciar que hay mucho más de lo que nos pensamos. Está escondido pero si se sabe encontrar…
Durante Cascades, buscando esa comunidad, quizás estés creando otra nueva. A veces parece que las preguntas de fondo acaban revelándose como el proyecto mismo…
A mí me dijeron que yo pensaba que esta comunidad no existía porque me fui. Pero, a ver, me fui después de que se acabara La Porta, tampoco es eso. Y aparte que, cuando me fui, yo hacía un esfuerzo muy consciente de volver. Cada año volvía y mi pegaba mi intensivo, no desaparecía. A veces tengo la sensación de que es un espejo con lo que te encuentras. Porque al principio empiezas a hablar con todo el mundo y hay un sentimiento compartido de que no hay, de que faltan espacios de práctica. Y esto sigue igual, no digo que haya cambiado. Sí que hay una sensación de que faltan espacios de práctica donde poder arriesgar, donde poder fracasar, que no sea la institución, donde ahí sí que hay cosas que te juegas. Y también cosas más informales, como lo que contaba Carme Torrent, que decía que hacían algo con un formato en el que los últimos lunes de cada mes creaban algo y el mismo día lo presentaban. Se echa de menos, ¿no? Pero, a la vez, por conversaciones que tengo, creo que se echa de menos por todas partes pero tengo la esperanza de que el echar de menos movilice a más personas. Al menos casi todas las conversaciones que hemos tenido me traen esperanza. Luego no sé qué va a pasar, está lejos de mí y no pasa nada si no pasa nada, no hay un objetivo. Pero sí que hay una cierta energía que parece indicar que las personas se están comenzando a motivar. Pero no sé, no puedo hablar por todo el mundo.
Al intentar entender el estado de la salud mental hoy se nos impone un sesgo crucial, nada inocente, al obviar las condiciones materiales y de trabajo en las que vivimos. En este régimen neoliberal, y en una profesión como la escénica, resulta muy duro sostenerse en el tiempo sin sufrir consecuencias. Aunque siga siendo tabú, quería preguntarte por traumas que hayas podido encontrar al remover ciertos temas con Cascades.
Bueno, yo tengo un filtro anterior, es decir, tenía la confianza de que las personas que escogí para transmitir lo harían desde un lugar muy sano. Y la verdad es que así fue. Busqué prácticas en las que creo, que parten de ciertas filosofías de hacer en las que no hubo demasiada contradicción, porque a veces una práctica, a la hora de hacer, se contradice todo. Fue muy interesante porque había muchas prácticas que tenían que ver con quitar el sujeto del centro, que eso igual es sintomático de otro trauma, no lo sé. Todos tenían mucho de quitar el sujeto del centro, trabajar con otras sensorialidades, con materiales encontrados, entonces ya trabajan otros parámetros.
Las situaciones traumáticas me las encontré más en conversaciones, cuando hice las entrevistas preparatorias. No lo sufrí nunca como un ataque a mi persona pero sí a veces como gente que cuestionaba la necesidad del proyecto en sí, si tenía que existir o no. No que me lo dijesen a mí de una forma directa pero que ves qué pasa cuando hay alguien que quiere hablar de algo del pasado. Hay gente que no quiere tocar eso y hay gente que lo quiere tocar a saco para defender una cosa muy particular como una forma de usar el archivo para defender ciertas ideologías. Y ahí también se puede usar para defender muchas ideologías, no sólo una ideología. Gente que habla más de supervivencia pero desde ciertos alarmismos o ciertos catastrofismos. Tuve alguna conversación con alguna persona que me dejó como sin esperanza. Eso sí que te lo encuentras pero luego, cuando empiezas a entender que cada uno tiene el discurso que le es útil desde su posición, empiezas a relativizar un poco. Pero eso sí me costó. Ese sí fue el proceso. Porque al principio me tomaba todos los comentarios muy personalmente: uy, me estoy equivocando al proponer esto porque lo veo así pero en realidad debería verlo de otra forma. Como si estuviera engañando a alguien por proponer algo de cierta forma. Incluso como si estuviera llamando a alguien viejo o inútil o que ya no es contemporáneo.
Y luego, generacionalmente, eso es algo que veo en mis amistades y mis afinidades pero en general, no sólo en el mundo de la danza. También igual por la edad en la que estoy, en la que todo el mundo está teniendo sus crisis existenciales ahora, especialmente después de la pandemia. Y a nivel intergeneracional hay un gap entre lo que necesitamos nosotras y cómo los padres, por la generación a la que pertenecen, comprenden lo que está pasando y cómo se apoya o no se apoya eso y los recursos que existen. Y ahí sí que se ve muy fuertemente, se puede comparar, hay comparaciones que se pueden hacer.
Uno de los subtítulos de Hacer historias(s) que enmarca varias de las presentaciones del mismo fin de semana en el Mercat es “Cuerpo, archivo y memoria”. Los archivos en artes escénicas suelen ser insatisfactorios, ya que el hecho escénico quizás no pueda documentarse como otras disciplinas artísticas, dándose una suerte de conflicto documental específico ¿Cómo te relacionas con los archivos?
Los archivos son muy útiles. Doy las gracias a ellos por todo lo que ha venido para mí. Pero al principio mi proyecto iba a ser documental y luego no he documentado nada. En mi proceso me he cuestionado si documentar nos ayuda o no y no he resuelto esta pregunta. Algo tiene que existir porque si no está, como me ha pasado a mí, tú no sabes lo que le puede ayudar o no a alguien encontrar un rastro. Como yo siempre creo en las visiones esperanzadoras en ese sentido y como a mí me ha sido muy útil y me ha despertado muchas cosas, pues creo que no va mal. Especialmente porque todo lo que ya es hegemónico tiene tanta visibilidad todo el rato que creo que es necesario que se visibilicen otras cosas también. Pero, ahora, pensar que un documento es lo mismo que la experiencia… Yo no creo que sea lo mismo. Sí que tengo conflictos cuando un archivo se convierte en un fetiche. El archivo es un material pero ¿cómo se usa? Se usa para justificar qué, para apoyar qué. Porque los archivos crean narrativas según cómo se visiten, según cómo se ordenen, según cómo se relacionen con qué. El objeto en sí depende de cómo se use.
En la presentación de Cascades en el Mercat se invierte la forma de trabajar hasta ahora, es decir, en esta ocasión son personas jóvenes las que transmiten su práctica. ¿Puedes hablarnos más de esta nueva versión?
Es curioso porque ya desde el principio yo tenía la idea de que en algún momento molaría hacer como la parte en la que, por decirlo mal, la gente joven transmitiera algo a la gente mayor pero sin que fuese el típico feedback group, pero realmente con el mismo peso. Ya desde el principio estas direccionalidades tienen un sentido pero no son como verdades. Era un poco como para organizar la cosa. Ya desde el principio tenía esto pensado. Y lo que sucedió durante el proyecto es que lo que se reveló es que había la necesidad, más que intergeneracional, de que fuera algo intrageneracional. Porque incluso en las propias transmisiones la verdad es que era como un grupo de estudio, porque nos interesaba la pregunta y estábamos todas metidas a ver qué hacíamos con eso. Incluso Sofía Asencio lo decía: es que voy a aprender más yo que vosotras. Y también había preguntas por parte de las transmisoras como: ¿qué voy a transmitir?, ¿igual lo básico ya se ha transmitido?, ¿igual no?Cada una lo llevaba a su lugar. Intenté un poco escuchar lo que estaba pasando y responder a lo que veía y resonaba eso de no querer museizar a una generación, porque no va de eso tampoco, va de entender a un contexto, un momento en el tiempo. Y un poco escuchar lo que se estaba diciendo, que era que todas estamos aquí ahora. Entonces, si todas estamos aquí ahora pues vamos a girarlo, pero vamos a girarlo ahora porque ya hay la necesidad. A ver, que se puede hacer todo junto pero ya que he hecho una edad pues voy a hacer la otra, para equilibrar. Entonces decidí invitar a cuatro personas que habían venido a muchas cosas, que estaban muy involucradas, y que son Noela Covelo, Emma Villavecchia, Iver Zapata y Víctor Ruiz Colomer, que son personas que tienen su propio trabajo. Y también me guío por mi propio deseo e intuición, otra vez, y son personas de las que yo tenía el deseo de aprender. Entonces les propuse que participaran conmigo en esta apertura, para crear esta experiencia que hemos creado, y que compartieran una entrada a una práctica, porque no va a ser una práctica entera por cuestiones de tiempo pero sí una entrada a algo que están trabajando ellas para lo mismo: para seguir compartiendo y poniendo cuerpos en común.