Entrevista a El Conde de Torrefiel

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Tanya Beyeler y Pablo Gisbert, El Conde de Torrefiel, estrenan esta semana en El lugar sin límites su nueva obra «La posibilidad que desaparece frente a paisaje». Afincados en Barcelona, venidos de Suiza y Valencia, medio kitsch y medio trash, con el sentido del humor por delante, con la responsabilidad de comunicar sin meandros, preocupados por el cuerpo, por sus músicas y sus hablas, el espectador de hoy ha encontrado en sus obras una oportunidad para ver y oír en la escena las cosas que no le son ajenas.

Esta semana es el estreno absoluto de “La posibilidad que desaparece frente al paisaje”. ¿Qué supone para vosotros estrenar en el CDN, dentro de la programación de El lugar sin límites?

Tanya Beyeler. Es la primera vez que estrenamos una pieza en un espacio tan grande. Estrenar una  pieza siempre supone un miedo aterrador. Con “La posibilidad que desaparece frente al paisaje” nos está pasando una cosa muy rara. Cuando estrenas intentas aferrarte a lo inaferrable, a lo que ya has hecho, a las sensaciones que has tenido. Ahora tenemos sensaciones mezcladas que no sabemos a dónde nos van a llevar. No tenemos ni idea de lo que hemos hecho, no sabemos cómo se recibirá el trabajo, pero por otro lado confiamos mucho en él, y esto no me había pasado nunca de una manera tan clara. Entonces estoy entre la confianza y la duda, y me gusta mucho. Nos vamos a enfrentar a un público que no dominamos, porque normalmente a nuestros estrenos suele venir gente que conoces más. Todo es bastante nuevo.

¿Y estrenar en un Centro Dramático Nacional español?

Tanya Beyeler. Sinceramente, nunca hubiéramos llegado al CDN si no fuera por Teatro Pradillo, pero nosotros ahora mismo estamos con la pieza. Me da igual que sea en Pradillo, en el CDN o en la Escalera de Jacob. No quiero quitarle mérito al CDN, pero me da igual dónde estrenar. La importancia de estrenar una pieza es única, sea donde sea. La única presión añadida pueden ser las trabas que tiene un lugar institucional. ¿Estás de acuerdo?

Pablo Gisbert. Yo miro más la programación del Schaübuhne que la del CDN. Cada mes miro más la programación del teatro de Aubervilliers que la del CDN, el Teatro Nacional de Cataluña o la de Teatre Lliure, que son lo mismo. Miro más la programación de la Bastille que la del CDN.

Tanya Beyeler. Realmente que estemos aquí es especial. No debería ser especial pero lo es.

Pablo Gisbert. Por nosotros sí. Una compañía que hace su cuarta pieza. Pero artistas como con los que estamos compartiendo ciclo… ellos sí que deberían entrar más al CDN. No crear un ciclo para ellos. Yo en ese sentido no me quejo de España. Siempre digo que tenemos lo que nos merecemos.

“La posibilidad que desparece frente al paisaje” es vuestra cuarta obra. Habéis dicho que estáis “afinando” vuestra “formar de trabajar”, buscando “qué más posibilidades tiene, cómo estirarlas y hasta dónde puede llegar”. ¿Hasta dónde pueden llegar?

Tanya Beyeler: Creemos que es una pieza muy depurada, en el sentido de que hay muy poco. Estamos yendo a menos, a menos, a menos. Aún así cuando hemos hecho ensayos abiertos, la gente nos dice que hay muchísimas cosas. Nuestra idea era hacer algo muy dilatado, muy mínimo. Hemos empezado a quitar. Lo que estamos haciendo es estirar para ver hasta qué punto puede llegar lo mínimo y la abstracción en escena. Llegar a una idea que tenemos en el cajón desde hace mucho tiempo: que sólo sea texto y no haya nada en escena. Una obra que sea como ir al cine, pero en vez de mirar, leer. Depurar la escena y que haya menos, y aún así llenar el escenario a través de la sugerencia y de la imaginación.

Pablo Gisbert. Continuamos trabajando la imaginación. De alguna forma se le pide al espectador que vaya a trabajar, que imagine, porque no hay nada. No va a haber escenografía, no va a haber luces, no va a haber música, o de todo va haber un poco, y con eso se le pide al espectador que imagine todos los mundos que vamos a intentar crear, y a partir de ahí veremos.

Esta obra la habéis ido amasando durante todo un año en el proyecto “Guerrila”, a través de las diferentes obras guerrillas. ¿Qué ha sido “Guerrilla”? ¿Qué queda de “Guerrilla” en “La posibilidad que desaparece frente al paisaje”?

Tanya Beyeler. Lo de “Guerrilla” ha sido un sarao. Nosotros somos muy caóticos. Hemos hecho cinco piezas: la conferencia, la sesión electrónica, el concierto, el Club Trash y ésta. Realmente podríamos presentar las cinco. Podrían programar el proyecto “Guerrilla” en cinco espacios distintos.

Pablo Gisbert. Estaría muy bien. Y es la idea. Las cinco obras como cinco guerrillas en una ciudad que no puedes elegir. Como un ataque.

Tanya Beyeler. Después de este estreno queremos retomar esto, porque nos pusimos a hacer pruebas, cada una como si fuera la obra de nuestra vida, y han salido obras. Nuestra idea era que nacían y morían, pero sería muy triste porque les hemos cogido cariño, y no podemos tirarlas a la basura. En el CDN nosotros queríamos hacer una obra muy larga, pero al final por temas logísticos y estructurales no ha sido posible. También por temas económicos, porque la sesión electrónica por ejemplo necesitaría en el CDN 200 personas en escena a las que no puedes pagar. La conferencia lo mismo, necesitas 20 o 30 personas en escena y no puede ser. ¿Qué queda en “La posibilidad…”? A nivel de discurso, de idea, de conceptos, llevamos un año encontrándonos unos temas, hemos probado muchos textos en estas guerrillas… y todo eso está ahí. El proceso de “Guerrilla” está en la raíz.

Pablo Gisbert. A nivel conceptual está, a nivel estético está… En los temas…

¿Cuáles son esos temas?

Tanya Beyeler. Estamos con el tema de una guerra inminente, de una guerra invisible, de un bombardeo constante, de una sobresaturación, de la necesidad de apartarse, de la imposibilidad de estar frente a un paisaje que no puedes dominar porque no sabes por dónde llegan los tiros, de lo oculto… Las guerrillas escénicas fueron pruebas de ideas que tienes en la cabeza, que tienes que ver en el escenario y no en un ensayo. Todo esto empezó con una sesión de conferencias en el Nyam Nyam de Barcelona, donde invitamos a cuatro personas para que hablaran de lo escatológico, de lo obsceno. Dimos carta blanca a los conferenciantes y cada uno habló de lo que quiso. Y ya ahí había brotes de ideas que nos sirvieron. Luego hicimos la conferencia en Manchester, cuya idea era enfrentar un público a otro público. En el concierto la idea era que los asistentes fueran a través del texto los protagonistas de la obra. Y en la sesión electrónica se veía a gente bailando de espaldas, entonces de alguna manera también se estaba en la sesión mientras se leía el texto. Los que estaban dentro no sabían lo que estaba pasando, no sabían lo que el espectador estaba viendo. Y en el Club Trash, cuando empezamos a trabajar con los actores, necesitábamos crear grupo. Entonces trabajamos con ellos diez días, y fuimos a Bilbao a presentar. Les dijimos: “montaros vuestro rollo, vuestras cosas raras, lo que no haríais normalmente en un escenario”. Pequeñas instalaciones, pequeñas instalaciones artísticas, pero en la intimidad, sin ningún tipo de expectativa.

Pablo Gisbert. La pieza la elegían ellos en directo. Se habían preparado cosas y elegían. Tres miraban y uno hacía. No había cambios de luz. No había música. No había nada, y la pieza era diferente cada día

Tanya Beyeler. Nosotros los arropábamos con un poco de ficción al principio y al final. Eran unas personas que se encuentran una vez al año para mostrarse sus cositas.

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Imagen de «Guerrilla 4» en La Fundición de Bilbao

Ninguno de los dos estáis en escena en esta obra. Los actores son Albert Pérez, Nicolás Carbajal, Tirso Orive y David Mallols. ¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?

Pablo Gisbert. La pieza son ellos. Son maravillosos. Está David Mallols, que le conozco desde los 18 años y que ha estado en todas la obras de alguna manera. Cuando empezamos a montar, a cerrar, yo lo veía deshonesto, porque el proceso ha sido tan abierto, tan divertido, tan mágico, tan… Estaba muy vivo, y era tan bonito, que cuando te ponías a cerrar, salía la idea de hacerlo bien, que tiene que tiene que ver con lo solemne, con una especie de tristeza, y era postizo. Cuando miraba la escena decía, hostia, esto no es honesto, no es sincero. La pieza es muy triste, pero no está en ellos. Ni en su forma de hablar, de moverse, de hacer, de inventar, y nos dimos cuenta de que no estaba en ellos. Ellos simplemente tienen que hacer lo que han hecho los dos meses de ensayos en el escenario, y ya está. Estas cuatro personas están hablando, y son conscientes de que hay un público, pero improvisando todo el rato.

Tanya Beyeler. De hecho, hemos decidido afectarles lo mínimo posible. No les vamos ni a poner vestuario.

Pablo Gisbert. No hemos comprado ni un calcetín para ellos. Sería falso. No les hemos dicho ni el texto que tienen que decir. Ellos van haciendo sus cosas.

Tanya Beyeler. De alguna manera, el texto va por un lado y la acción va por otro.

Pablo Gisbert. También decir claramente que esta pieza como todas las de El Conde de Torrefiel, lo que sale como pieza, surge del trabajo con personas. «La chica de la agencia de viajes nos dijo que había piscina en el apartamento» surgió porque estaba Cristina Celada. En esta pieza saldrá esto porque están ellos cuatro dentro. Nosotros como directores o dramaturgos, desde fuera, no dominamos la creación. La creación es colectiva, y es verdad.

Tanya Beyeler. Nosotros damos unas direcciones, unas ideas, pero cómo se materializan formalmente lo hace e trabajo colectivo. De esas ideas, con otro grupo, no hubiera salido lo que ha salido aquí. Son cuatro que hay que verlos.

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«La chica de la agencia de viajes nos dijo que había piscina en el apartamento»

Hace unos meses, Pablo, te oí decir que hacéis teatro del 2015. ¿Cómo es o debería ser el teatro del 2015?

Pablo Gisbert. El teatro contemporáneo, la palabra, se hace bola, se atraganta un poco. Cataloga o distribuye. Esto sí y esto no. Nosotros hacemos teatro. Shakespeare, en su día, hacía teatro contemporáneo. Era inevitablemente contemporáneo. Sófocles, Ibsen, Lope de Vega… hacían teatro contemporáneo. No se puede escapar del tiempo en el que vives. Nosotros podríamos decir que hacemos teatro contemporáneo, pero no, hacemos teatro de hoy en día. ¿Hacemos teatro del 2015? ¿Qué significa esto? Intentar comprender qué se está haciendo todo el rato es un oficio, y también saber qué están haciendo tus compañeros, cómo comunican tus compañeros, de qué se tiene que hablar… Es una multicirscunstancialidad… Hay que estar al loro. No se puede mirar el teatro simplemente desde el teatro. Hay que ver lo que pasa en política, en economía, en porno… Y eso es teatro actual, teatro contemporáneo. El año que viene haremos teatro del 2016, al siguiente del 2017, y no me vais pillar.

¿Cómo es el espectador del 2015?

Tanya Beyeler. Vamos a verlo, porque no hemos estrenado todavía. Pero no se puede generalizar. Retomo lo que has dicho tú antes de la entrevista, eso de que escuchas más y miras más. Eso de no defenderse tanto. Yo creo que nosotros como creadores también estamos en ese lugar. Por ejemplo, “Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke”, de alguna manera es muy agresiva. Dentro del juego tiene rabia. Esta no tiene rabia. Tiene otra cosa, pero no es agresiva. En “Guerrilla” lo vimos, la gente está muy abierta. Puede haber un deseo de nuevas formas de hacer las cosas. Eso está en las partículas del aire y aparece en todo.

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“Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke”

¿Qué espacio ocupa la palabra en “La posibilidad que desaparece frente al paisaje”?

Pablo Gisbert: Ocupa dos espacios. La pieza habla de dos paisajes, del interior y el exterior. La vida pensada y la vida deseada. La vida hablada y la vida pensada. Hay dos tipos de realidad, lo que uno habla y lo que uno piensa. Y a veces, sólo pocas personas, son capaces de unir cerebro y boca. Los textos están ahí, reforzando esa idea. Se juega con la tercera persona para que el yo no vaya directo al que está leyendo y volvemos a la narración.

Tanya Beyeler. Una de las bases, una de esas ideas que están al principio de los procesos y luego te las encuentras, pero ves que están ahí, es que esta obra es una obra de teatro leída. Es una obra de teatro que es como pasar páginas. Son siete capítulos. Es como leer siete historias distintas, dentro de una idea muy sintética de lo que puede ser una historia: un personaje, un lugar, un tiempo y una acción.

¿Cómo habéis trabajado con el cuerpo, la danza o la coreografía en esta obra?

Tanya Beyeler. La acción es puramente coreográfica. Así como el texto son historias, ellos en escena son cuerpos ejecutores y formas. De hecho la última semana ha venido Amaranta Velarde a ayudarnos a limpiar. Porque nosotros sí creamos desde la coreografía, la composición y la danza, pero no somos ni coreógrafos ni bailarines. Hay un punto en el que el cuerpo sigue siendo un misterio para nosotros. Entonces en este sentido Amaranta, que es bailarina y coreógrafa, desde las acciones que nosotros habíamos planteado ha podido sacar punta y lo ha hecho muy bien. Hemos tenido mucha suerte en este proceso, porque los cuatro actores tienen mucha confianza, y un imaginario muy generoso y muy temerario. Nos han dado cosas que van más allá de lo que nosotros nos podíamos imaginar. Por eso yo confío tanto en esta pieza.

Pablo Gisbert. Hemos trabajado muy a gusto. Ha pasado una cosa durante el proceso, y es que hasta esta pieza, la gente no sabía quiénes éramos nosotros en Barcelona. Cuando trabajábamos con un actor, nos había visto una vez, pero sin saber estos de qué palo van. En esta pieza, los actores habían estado o habían visto el trabajo previamente, y a la hora de proponer desde el primer día tuvieron mucha confianza. Los actores están muy a gusto trabajando desde el primer día, no les hemos tenido que convencer de nada. Y eso es un cambio en esta pieza.

El lugar sin límites nos permitirá ver en Madrid obras de Rodrigo García, La Ribot, Juan Domínguez, Juan Loriente y una exposición de Angélica Liddell. El otro día leía una conversación entre Angélica Liddell y Óscar Cornago de hace una década, en la que Angélica Liddell llamaba a su generación la “generación estiércol”, en el sentido de que ellos tuvieron que hacer el “trabajo sucio”. ¿Creéis que ahora están las cosas más fáciles?

Tanya Beyeler. A nivel formal sí. Ellos derribaron un muro en cuanto a lo formal, sobre cómo se puede hacer teatro, y en ese sentido nos lo han puesto fácil. En cuanto a las instituciones, a lo público, creo que estamos más o menos igual.

Pablo Gisbert. A un nivel ético y artístico nos han abierto las puertas, absolutamente. Pero para ellos también hubo otra gente que hizo lo mismo. Y debe ser así.

En relación o en contraposición al trabajo de Rodrigo García que pudimos ver la semana pasada, sobre quién habla y a quién se dirige su teatro, hay una clara diferencia con vuestra manera de trabajar. Me refiero a algo tan sencillo y tan determinante como el uso de la primera persona en los textos de Rodrigo García, y el uso de la tercera persona en los de El Conde de Torrefiel. A lo que eso determina la distancia y la identificación entre la escena y el espectador. ¿Por qué usáis siempre la tercera persona en vuestros textos?

Tanya Beyeler. Es una base de nuestro trabajo. Pero esa base no se hubiera asentado sin el trabajo de Angélica o Rodrigo. Gracias a eso hemos llegado a la conclusión de que en este momento se necesita la tercera persona.

Pablo Gisbert. Es muy fuerte cómo la palabra transforma el escenario del yo al él. A mí me gusta poner un muro en el escenario, y que el espectador si quiere le dé un puñetazo y lo derribe para ver qué hay detrás. Nos gusta la tercera persona, pero no es artístico, es político. ¿Cómo hacer que la gente se interese otra vez por la palabra? ¿Cómo alguien que ha pagado 24 € escucha hora y pico de texto si estamos hartos de escuchar? Políticamente y artísticamente hay que reformular las cosas. Para nuestra generación el yo está en la publicidad, el Gobierno te lo dice, internet… Hay que repensar las cosas todo el rato. Eso es hacer teatro del 2015, si nosotros ahora conjugáramos los verbos de otra forma, estaríamos en 2006 ó 2008.

¿Qué se esconde debajo del paisaje?

Pablo Gisbert. En una entrevista a Bolaño, una de esas cutres que tiene por internet, habla de cuando vivió en Chile, México y Barcelona en los 80´s. En ella decía que cuando era joven era comunista, que iba a los foros y a las reuniones a fumar y beber y hablar de comunismo, pero se dio cuenta de que debajo de todo eso lo que había era desesperación. Entonces se fue con los anarquistas, que ahí sí que estaba la potencia, allí estaban los buenos, pero después de todo lo único que vio debajo era desesperación. Y luego fue a Barcelona, a beber y a follar en las orgías, y debajo de esa capa sexual, antes era política, sólo había desesperación. Después dice que se casó y tuvo hijos.

Tanya Beyeler. En la sinopsis de la obra se habla de “El mapa y el territorio” de Houellebecq, de Jed Martin, de que la naturaleza interviene sobre lo intervenido por lo humano, y sobre la película Shoah, en la que veías paisajes en los que habían pasado muchas cosas, y en la que no te enseñan imágenes de gente muerta, sino un paisaje precioso en el que hay escondidas debajo un montón de cosas. De hecho la obra, cuando vas revisando textos, te das cuenta de que hablaba del miedo latente que está debajo de cada acción, de cada celebración, de cada cosa que haces. Que en el fondo es un miedo jodido a morirte.

Pablo Gisbert. La pieza es qué hay que hacer para olvidar que vamos a morir. Y cómo buscamos la abstracción con el arte, con el sexo, con el entretenimiento, con el dinero, con la nada…

Tanya Beyeler. ¿Qué hay debajo del paisaje? El tiempo que pasa. El paisaje lo va acumulando y nosotros vamos desapareciendo y vamos a formar parte de él.

*Publicada originalmente en el blog de El lugar sin límites.

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