De pie, en medio de una sala que podría ser el Conservas, contemplo un espectáculo, que podría ser de Ramón. Estoy solo en la sala, una sala con paredes blancas. Pero hay más gente en una salita que queda a la izquierda. Ellos ven el espectáculo por una pantalla, como si estuviesen viendo un partido de fútbol.
Miro fíjamente la pared blanca que tengo enfrente. De repente, aparece una lengua de pintura azul que avanza por la pared en horizontal, de izquierda a derecha, a cierta altura. Cuando la lengua de pintura azul llega a la pared de la derecha, continúa en dirección hacia mí, por la pared lateral. Pero poco a poco comienza a chorrear hacia el suelo mientras sigue llegando más y más pintura por el curso que ya había sido trazado, como si de un río se tratase. El río va inundando la pared, luego el suelo. Comienza a formarse un charco enorme y espeso, un mar que avanza hacia donde yo me encuentro. Retrocedo, mis pies comienzan a mojarse. El nivel comienza a subir. Voy hacia la salita de la izquierda. Allí todo el mundo está viendo cómodamente el espectáculo, sentados en bancos de madera, con mesas, tomándose una cerveza, sin mojarse los pies. Pero todo está oscuro.