Paso las vacaciones en un apartamento blanco. Estoy durmiendo la siesta en la cama. Me siento como si estuviese medio drogado. Encima de la cama hay una garrafa de agua casi vacía. Pero no contiene agua sino una especie de gas en estado semilíquido. De vez en cuando la garrafa se mueve y flota unos centímetros sobre la cama. Se desplaza cada vez más rápido hasta que se cae al suelo entre la cama y el armario. La habitación se parece mucho a mi piso de Lancaster, ahora caigo en la cuenta. Escucho voces que vienen de fuera cuando me levanto para recoger la garrafa. Es mi padre, que le enseña algo a alguien. Me levanto y salgo de casa con mis padres. Parece Cambrils. Pero ahora me acompañan Rita y Marga Larios. Marga está embarazada y se ha cortado el pelo muy corto. Le doy dos besos a Marga. A Rita también pero tardo bastante más tiempo en caer en la cuenta de que también debería saludarla. Cruzamos una calle por la que pasan coches en doble sentido. Mi padre corre, se da prisa para que no le atropellen los coches. A mí se me cae la pelota y me doy cuenta de que estoy drogadísimo. Me inclino a recoger la pelota, me pongo de rodillas incluso, me caigo. Intento levantarme pero no puedo. Tampoco puedo abrir los ojos. El sol me ciega. La última vez que abrí los ojos vi a los coches a cierta distancia. Calculo que están a punto de tirárseme encima y yo me he quedado clavado en mitad de la carretera. Escucho perfectamente cualquier ruido a mi alrededor. No puede ser que esté en este estado. Parezco un yonki. En realidad debo estar en otra parte. Abro los ojos sólo un poco para darme cuenta de que estoy en mi habitación. Lo sé porque veo las rejillas en las ventanas por las que se cuelan los rayos de sol de la tarde.