De vez en cuando acompañaba a mi abuelo a echar la partida. Sus compañeros eran tíos grandes, fuertotes, con buenos culos y paquetes y el pelo más negro que blanco.
Un día, un joven llamado Máx se encontró con un duende herido porque se lo había intentado comer un gran ogro. El Gran Ogro vivía en una cueva enorme y tenía muchas joyas valiosas que había robado a la familia del duende que Máx había encontrado.
Pasadas unas horas de ajuste corporal y mental, caí en que todavía estaba desnudo, pero que importaba… estaba solo en la nave con una temperatura agradabilísima, solo me acompañaba la voz de Ángela, el ordenador de abordo, que me estuvo informando puntualmente de los parámetros de vuelo así como la situación prevista en las próximas 6 horas. Momento en el que llegaría al punto de destino, un asteroide a la deriva con una fluctuación magnética fuera de lo común. Ahí es donde entraba yo en juego, analizar y estudiar dicho acontecimiento para reportar datos fiables del mismo.
Mucho antes de aquello…Salgo de casa, abro y cierro una puerta, abro y cierro el ascensor, vuelvo a abrir y cerrar, abro y cierro el portal. Abro la puerta del taxi, la cierro, llego, abro y cierro el taxi, abro la puerta del bar y la cierro. Estoy dentro acabándome la 2ª birra. Magreándome los huevos en el taburete. Rodeado por amigrupitos. Pensando en la insoportable levedad de ser estos me los imagino chupando. Cojo dos cajetillas de camel de la barra y me dirijo hacia las siete puertas que tengo que abrir y cerrar hasta llegar a casa.
Como habíamos acordado Máx y yo, le esperaría en el rellano y lo grabaría durante una salida nocturna corta. El intentaría obviar mi presencia y yo me centraría en él y poco mas.
REFRESCOS: serie de relatos con fondo porno
Inquietante. Me recuerda a lo que tú llamas «tengo cuerda para rato», hablando del movimiento.