¡Buenos días! (Desde el Sismògraf de Olot)
Hoy nos hacemos eco de unas palabras impresas en papel en relación con palabras dichas (o proyectadas) durante representaciones. Son representaciones de obras creadas por Legaleón y L’Alakran, FTI/Antzerkiola Imaginarioa, Errateke y Plataforma l’Específica, o Wadji Mouawad.
¿Qué tienen en común esas obras? Poco. ¿Por qué aparecen juntas en un artículo de investigación? Porque son casos en los que la identidad cultural (colectiva o individual) forma parte sustancial de la obra y esto ha llevado a alguien plantearse: ¿Cómo reinventan hoy en día su relación de pareja atípica los conceptos de “globalización” y “tradición cultural” (y lingüística)? ¿Cómo se traducen o se componen hoy aquellas obras que cuestionan la identidad cultural marcada por el idioma (o los idiomas) para poder mostrarse fuera de sus fronteras lingüísticas?
Teniendo en cuenta la realidad cultural y lingüística compleja de sociedades actuales (como la vasca, la Suiza, la catalana, la quebequense…) se toma por caso ejemplos del teatro de Euskadi al filo del cambio de milenio para estudiar, en torno a los interrogantes anteriores, cómo se traduce una obra cuando ésta versa sobre la identidad cultural marcada por una o más lenguas específicas.
La relación entre tradición, traducción, identidad lingüística, globalización y cosmopolitismo inspiran el artículo «Traducir la identidad o identificarse con el plurilingüismo», que se ha publicado recientemente dentro del libro «Nuevos asedios al teatro contemporáneo» de la editorial Fundamentos.
Y en relación con lo que se analiza de Erbeste en el artículo y este asunto de las palabras y los idiomas, queremos aportar unas reflexiones surgidas del encuentro y conversación con el público de Erbeste. Una de las preguntas que lanzamos por escrito al público de Erbeste tras cada representación es «¿Te incomoda que haya escenas en una lengua que no dominas?». En la respuesta, de uno de esos cuestionarios que se nos devolvió, una espectadora de Madrid incluía: «Te preguntaría qué razón te llevó a decidir usar varias lenguas y qué supone para ti que haya personas en la sala que no estén entendiendo lo que dices.» Comparto aquí mi respuesta:
«Decidí usar varias lenguas porque 1- es una expresión de la identidad de la protagonista (y el trabajo nació de la voluntad de escenificar una identidad dada); 2- es una realidad social de cada vez más personas en nuestro entorno (migrantes de todo tipo) que me interesa reflejar: la necesidad que tienen de aprender y comunicarse en lenguas distintas de su lengua materna, cómo se siente uno cuando no entiende la lengua en la que le hablan e, incluso, la imposibilidad o dificultad de hablar en tu lengua materna por estar lejos de tu tierra natal -Erbeste sólo habla en euskera con su madre por teléfono, no tiene nadie en su entorno con quién hablarlo-.
En cuanto a qué supone para mí que haya personas en la sala que no entiendan lo que digo:
Un reto y un riesgo.
Por un lado, si el público no conoce esas lenguas que uso en la obra, puede llegar a sentirse tan perdido o extraño (por unos minutos) como un recién inmigrado. Y me interesa ponerle en esa situación que puede resultarle incómoda pero desde la que también puede surgir la empatía, e incluso, a posteriori, la reflexión.
Por otro lado, me arriesgo como creadora a que alguien se sienta tan incómodo que desconecte o se posicione emocionalmente en contra de la propuesta. Por ello, intento dosificar los momentos de lenguas «otras» y complementarlos con fisicalidad y/o emotividad extra. Para que siempre haya algo de lo que extraer o deducir… aunque no entiendas lo que se dice -cosa que también hacemos habitualmente los migrantes cuando llegamos a una cultura nueva con lengua distinta, deducir por contexto-. Me interesaba poner al público en esa situación de tener que deducir por contexto, ponerle en la situación del inmigrado.
Y en ese lugar entre el reto y el riesgo, yo también me siento insegura como creadora cada vez que hago la obra en un lugar donde sé que la mayoría del público es monolingüe, por ejemplo. Y por eso me interesa conocer la opinión del público (a través del cuestionario) para saber hasta qué punto lo viven de una manera u otra. Y también para poder deducir (para la tesis) si hay algún patrón cultural que determine cómo vive el público esa propuesta o si es una vivencia meramente individual, influida sólo por lo personal.»