No se trata de un mundo ya cerrado, a pesar de que la oscuridad y el frío parezcan explicarlo todo. ¡Todo está por descubrir! ¿Cómo es el mundo sonoro ahí abajo? ¿Son ascetas o todo lo contrario? ¿Estamos hablando solamente de sufrimiento? ¿Cómo se siente la presión en la piel? ¿Hay pisadas de hombre en la arena?

Arena en el fondo del mar, frío… ¡Eso es “Allà on s’estimen els peixos”! (Drama escrito por Adriana Bertrán y Emiliano Pastor a los 18 años en el grupo “Sognatore”, que sucede en una casa que pronto será arrastrada al mar por un glaciar que resbala lentamente desde la montaña). ¡No me había dado cuenta!

Mami, ninguna de las dos esperaba que el cuento se quebrara.

Ahora que ha pasado el tiempo, releo el monólogo final de esa obra y adquiere nuevos y sorprendentes significados. En él, Lim acepta el fin de la adolescencia y encara la nueva etapa alejándose de su madre (metáfora de ella misma y sus ideales) superando el problema realidad vs. ficción. La fe de Lim, construida de espaldas, ha sido tan torturada que simplemente se aleja del hundimiento general para iluminar otra relación yo-mundo.
¿Y si la vida me dejar escribir mis propias mentiras, con mis normas, en muchos libros?
Esta emancipación no es abandonarse a una nueva ficción –ya no sería posible– sino a un conocimiento de ella misma: “mis propias mentiras” significa “mi yo en el mundo”.

Ahora la casa se ha hundido y la adolescencia ya está en las profundidades. No hay odio hacia la antigua etapa, y sumergir no significa olvidar sino todo lo contrario. ¡Pero el mundo ha abierto las ventanas! Y tras el primer y natural impulso de cerrar los ojos, se celebra la llegada de la nueva luz en su totalidad. Lo que para la adolescente hubiera sido una traición a sus principios, es ahora el camino de la felicidad.

Ahora entiendo que Lim, emancipada, está escribiendo esta nueva obra de teatro como una carta a un recién nacido. Los personajes que ella recuerda aparecen ahora como monstruos abisales, los calendarios ya no sirven porque ahí abajo el tiempo es eterno –no existe–, la temperatura ha descendido notablemente y todo es como un pesado museo que se balancea. La vida dejó ese lugar en la oscuridad, ¡pero no en el silencio!

Porque el escenario se hunde…

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Mi experiencia de lo artístico se parece a lo místico en el sentido de que convierte lo irreal en real a través de la fe. La mística designaría un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal.

Esta noche, después de ver trabajar a artistas plásticos o a actores improvisando, escribir en mi habitación frente a la pantalla se me hace estrecho. Así que salgo al balcón y voy recordando las diez máximas mientras pasan los coches en la avenida. Imagino las diez festividades de las profundidades y sus respectivos diez rezos, cinco de luz y cinco de oscuridad. Para armar el primer rezo intento vivenciarlo y registrarlo en un papel: la dificultad está en generar la vivencia (me ayudo de poemas y todo lo que tengo alrededor) y en saber cómo se registra, pues aparecen de golpe los fantasmas de las formas literarias. Anoto todos los techos que veo acostado en el balcón, desde el cielo hasta el reverso de las hojas de las plantas. Cuando pasa un avión lo anoto. Quisiera anotar muchas más cosas pero no encuentro la manera.

Por supuesto, el intento es un fracaso, pero me sirve para replantearme la actividad de la escritura.

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Elaboro una lista de máximas. Para ello, uso mucho Internet: busco aforismos de filósofos (Heráclito y Nietzsche), de consejos simplones, de frases célebres y también releo los materiales sobre las corrientes profundas del Atlántico y unas breves notas que escribí para un calendario de las profundidades. Agrupo intuitivamente trocitos de las frases que me interesan y voy fusionando cada grupo, inventando, hasta encontrar la máxima que refleja lo que me impresiona de esos abismos.

Las diez máximas de las profundidades oceánicas:

PRIMERA. Nunca asciendas.
SEGUNDA. A quien Dios ama, lo castiga.
TERCERA. La luz es confusión porque se propaga en todas direcciones. La oscuridad no se propaga, se desea.
CUARTA. Ofrécete como alimento para tus hijos, o devóralos.
QUINTA. Imaginar el sol y sepultarse en la roca es lo mismo: la enfermedad de los que en vez de ver la oscuridad ven la nada.
SEXTA. Piensa lo que quieras, pero reprodúcete.
SÉPTIMA. Cadáveres para comer: nada más debes esperar de arriba.
OCTAVA. Cuando todas las cosas se reducen a cero, hay que aprender a discernir las partes del cero, amarlas y dar las gracias a Dios.
NOVENA. El movimiento existe aunque no exista el pasado ni el futuro.
DÉCIMA Y ÚLTIMA. Viva por siempre el horror.

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Investigo acerca de los distintos calendarios (algunos son realmente sorprendentes) y hago una lista de los elementos que los forman. Algunos tienen múltiples cuentas de años, en el azteca hay uno civil y uno místico (para profetizar un futuro distante) y en el hebreo hay diversos “uno de enero”, uno para los reyes, otro en el despertar de los árboles… Todos tienen sistemas de correcciones para ajustarse el ciclo solar de las estaciones, añadiendo meses extra, años “preñados”… En muchos existen ciclos de años, y en el maya incluso se vuelve a empezar de cero cada “x” años (en el 2012). Los mitos, creencias o ideologías siempre están presentes, por ejemplo en el revolucionario francés, en vez de santos, cada día lleva asociado un nombre como “lenteja” o “algodón”, por no hablar de las festividades.

Paralelamente, leyendo sobre los dinosaurios acabo desembocando en las formas de vida abisales, otro tema muy sugerente. A los 500 metros la oscuridad es total y la presión altísima; existen simas de hasta 11 km; las sierras montañosas más largas están bajo el océano. Se trata de la zona menos explorada de la superficie terreste, y la biodiversidad es enorme y desconocida, de modo que los mitos de monstruos fantásticos siguen teniendo mucha vigencia. El alimento proviene de las capas superiores, y va cayendo en forma de nieve: cadáveres, restos, algas. Cuanto más abajo, más difícil de digerir es el alimento, porque las mejores partes ya han sido devoradas. Muchas especies tienen estómago extensible para poder comer algo más grande que ellos mismos (la comida escasea y hay que aprovechar).

Me pregunto qué calendario se podría utilizar en esos abismos, donde lo astronómico es invisible y la temperatura heladamente estable. Descubro que la comida varía según las estaciones, y hay largos ciclos de corrientes marinas de miles de años en relación con las glaciaciones. Pero no hay día y noche, con lo cual la primera subdivisión sería la de las estaciones, resultando un calendario que no sirve para organizarse. Los años podrían ser kiloaños solares, según los cambios climáticos. De hecho, se podría hacer un calendario en el que el día fuera lo que tarda el universo en aparecer y desaparecer. Todo es relativo. Encuentro información y la guardo.

No me pregunten qué tiene que ver esto con el teatro porque no tengo la menor idea.

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El teatro se inspira demasiado en el teatro. Esto produce monotonía. ¿Por qué no explorar la teatralidad de todo lo demás, es decir, de lo “no teatral”? ¿Quién dice que no es teatral la jardinería, la informática o la restauración de objetos antiguos? Teatralizar campos ajenos obliga al teatro a reformularse. Podría, entonces, empezar esta obra desde un terreno diferente. Vamos a intentarlo.

En este caso no tengo actores que puedan ayudarme a descubrir improvisando, así que todo tendrá que suceder en mi cabeza, lo cual espero que no sea una limitación.

¿Por dónde empezar? Busco en mis anotaciones de cursos. Pienso temas de partida: los niños, los desastres naturales, las cartas de las madres a sus hijos… Busco materiales de partida. Para ello busco palabras al azar en el diccionario y las meto en Google. Acabo descubriendo que me va mucho mejor buscar en Wikipedia, y allí, entre otras cosas, encuentro “el calendario.”

“El calendario”, visto por encima, parece una zona muy sugerente y llena de posibilidades. Calendarios vigentes, obsoletos, propuestas de reforma… La extrapolación teatral de esto parecería hacer referencia al tiempo y la estructura, pero eso es sólo lo más evidente. Es una forma de interpretar el cosmos pero también una construcción para la organización práctica de las personas, menuda mezcla. Qué divertido sería inventar un calendario. ¿Podré encontrar información sobre calendarios marginales, inventados, personales? ¿Qué otras utilidades puede tener un calendario? De momento veo que puedo continuar con este tema, así que bienvenido sea. ¡Ya surgió algo!

Comment posted by Freyo
at 7/2/2007 8:15:00 AM
«El teatro se inspira en el teatro» Es una afirmación arriesgada. Valdría la pena que aclares a qué te refieres con TEATRO sopbre qle que dices se inspira el teatro. Espacio físico? Obras ya hechas? Teoría teatral? Teatralidad? Restos históricos teatrales?
Explorar la teatralidad de las cosas… Nihil novum sub sole.

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Escribir una obra con el seguimiento de Tantanian. Posibilidad remota de que se ponga en escena en Barcelona a través de Alba, una amiga actriz. Nada más en mi cabeza. ¿Cómo empezar? Ni idea. ¿Qué tengo ganas de hacer? Lo descubriré mientras lo haga. ¿Qué tipo de obra pienso que gustaría en Barcelona? No sé si es honesto hacerse esta pregunta. Es muy infiel a mí mismo pensar “no hagas algo muy raro”, porque se trata de mi búsqueda personal. Así que empiezo confiando en mí.

Descubrimientos en mi última obra:

1) En el proceso de escritura, no anticipar. No decir, por ejemplo: voy a escribir una obra triste y convencional (o vanguardista), voy a hacer una obra en tres partes, voy a contar esta historia, voy a plasmar mi visión sobre este tema. Intentar trabajar desde el no saber. Así, el proceso se convierte en una búsqueda particular, y la obra en su fiel proyección.
2) No pensar en la calidad: bloquea. Tender a no escribir para producir algo “bueno”. No ver nunca el propio trabajo desde la recepción hasta haberlo terminado.
3) El proceso de creación de una obra se autogenera, es una esfera que crece a partir de sí misma. No forzar nada, generar una bola de nieve (¡y de cuántas maneras se puede generar esa bola!) y dejarla rodar. Elaborar lo de hoy como continuación natural de lo de ayer, y dejarlo abierto para mañana.
4) Trabajar de forma fragmentaria, llegando a lo global casi por casualidad.
5) Ser lo más honesto posible con el proceso. Esto implica no añadir nada que no forme parte de la búsqueda, aunque tiente o quede mejor.
6) Ser lo más honesto posible con uno mismo. Intentar alejarse de lo que te dicen que es el teatro, para escribir lo que crees que puede ser para ti. Desaprender para comprometerse con la propia sensibilidad.

Ahora sé que detrás del primer punto había una confusión: huía de pensar el “qué” (tema, etc.) porque sentía que si yo escribía sabiendo demasiado, la obra sería pedagógica o ensayística, en el sentido que tendría el objetivo de transmitir aquello que yo “sabía”. Pero no. Mis “qué” pueden ser secretos. Me proponga lo que me proponga, el espectáculo siempre será polisémico. Si me apeteciera, podría trabajar con premisas fuertes y generar también una búsqueda proyectada.

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