Bueno, hoy he hecho esto, como siempre escuchando música. Quisiera probar la escritura automática, pero nunca lo logro. Intenté tener en cuenta un comentario que me dejó Adriana, sobre reducir el conocimiento de sí mismo que tiene el Emi que aparece en la obra, o sea, que no sepa tanto de él mismo como yo.
¡Concierto! ¡Concierto!
Los otros se apiñan, eso es un hecho, lo estoy viendo con los ojos.
Mi cuerpo ha venido en tren hasta aquí.
Mi cuerpo está viendo cantar a la Amanda.
Eso también son hechos.
Parece que las cosas en realidad están claras.
O más o menos claras. Los demás parecen comportarse así.
Los demás parecen comportarse bien.
Vamos a comportarnos bien.
Solamente tendría que bajar un poco el volumen de todo esto, no sé, para estar más tranquilo.
Ay, no digas tonterías: el volumen lo manipulan los técnicos, no yo.
Yo no manipulo el volumen, yo recibo el volumen y bailo según el volumen.
Bueno, no bailo: hago como si supiera bailar muy bien y justamente hoy no me apeteciera.
Algo parecido a mover los brazos, cierta rotación de los codos que observo en los demás.
La música es sabia, la música dice la verdad, el volumen es necesario.
Soy yo el que no entiende.
Pero en alguna parte nace el arcoiris, ¿verdad?
¿En el ojo?
No, no, basta: ¡soy feliz!
Toda esta gente idiota no puede darse vuelta el corazón.
A ellos la sangre les pasa por dentro.
Yo en realidad tengo que hacer un plano de las próximas horas.
Saber si me voy a ir corriendo, si van a llamar a mis padres porque he desaparecido, y todo eso, o si sigo moviendo los codos.
Ni siquiera sé si tengo codos, pero los muevo.
El ojo es un ojo, idiota, no cabe un arcoiris.
El corazón es un corazón, idiota, necesita estar oculto.
Ser otro, ¡ya!
Lobotomía, ¡ya!
Ibai, ¿me aguantas la mochila?
…el autobús…
…me voy…
…fosforescente su cuerpo desciende sobre el mío…
…¡la única violeta del mundo que no se marchita tenía que ser la mía!…
Basta, ¡que no se divierta nadie! ¡Que no se divierta nadie, nadie!
Angustia para todos y olas de frío a través de los altavoces.
Frío y angustia y plaza y la camiseta de un chico que nunca estará vestido ante mis ojos.
Dónde está mi gato, dónde está el escondite caliente de sus patas.
Yo no puedo pensar en otra cosa que en enterrarme en mantas o toallas, mantas o toallas o almohadones de sofá, o mantas, mantas con un hueco para respirar entre las manos.
Si alguien me quiere clavar una espada encontrará sábanas azules, mantas de lana y tres almohadones de sofá.
Si uno de estos jóvenes me quiere clavar una espada encontrará sólo mantas, esas mantas amarillas y azules que ponen a la salida del Institut del Teatre en noviembre, ¡no divertiros más, por favor! ¡Ya se han divertido todos mucho!
Mantas no: no, no.
Quiero edredones.
Quiero edredones, impermeables, papel de aluminio con un hueco para respirar hecho con los brazos, cortinas de ducha, carteles de cine, plateas de teatro, un pétalo.
Estoy en un concierto
estoy
en
un
concierto
soy
joven
tengo
que
disimular.
La música es sabia, la música dice la verdad, el volumen es necesario.
Parece que también a los diecisiete años hay que vivir.
Dentro de tres años estaré en un sofá escuchado el CD de este concierto.
Bueno, no más tonterías, yo soy una persona normal.
Jajajajajaja. ¡Ja!
Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos.
Ay.
…
A dormir.
Cuando uno está cansado duerme, ¿no?
Lo hace todo el mundo, ¿no?
Entonces qué pasa.
A dormir, ¡si yo suelo soñar con angelitos, que no tienen sexo y no me pueden hacer mal!
No os preocupéis.
Sólo acercadme las mantas, el papel de aluminio, las cortinas de ducha y el pétalo.
Bueno, un pétalo cualquiera.