¡Bien! Ha ido bien. Me hizo el doble efecto de orientar el trabajo y de confirmar la potencialidad de lo que venía haciendo.
El YO en este proyecto es fundamental, y sobre eso me hizo algunas reflexiones: el personaje teatral es un yo que se autoenuncia, y a la vez es un desprendimiento del yo del autor, en Las Olas de V. Woolf pasa lo mismo. La cercanía o lejanía entre esos dos yos varía, en mi caso opto por una gran cercanía.
Proust en su súpernovela tiene un yo aún del XIX, Marina Tsvietáieva (me dice que lea Mi Puschkin de ella) empieza a quebrar ese yo, entran multiplicidad de discursos, y en el teatro del Elfriede Jelinek (Bambiland, y debo leer su obra que continúa la historia de Nora) esto es llevado al extremo. Yo busco una especie de yo esencial, ¿qué postura iré tomando ante esta evolución?
Para mi alegría me fomenta y me anima a seguir escribiendo de manera irracional, en cantidad (que escriba la mayor cantidad de texto que pueda) y sin preocuparme por la teatralidad: no escribir ni escenas ni conflictos ni nada. Dice que llegaré a lo teatral a través de la manipulación literaria a la manera de Müller.
Lanzarse a escribir así es un gesto homólogo a lo que pretendo: que el yo se exprese libremente. Esto me gusta, ¡veo coherencia!
Lo que se hace con eso se verá en una segunda instancia, si será algo entendible por todo el mundo (El guardián entre el centeno) o no, es algo a resolver más adelante.
La próxima reunión será cuando haya producido muchos textos, abierto el panorama, calculo que dentro de un mes aproximadamente.
Hoy, mi adolescencia es una casa de madera que desciende hacia el fondo del Atlántico Norte, tras ser arrastrada lentamente por un glaciar que resbalaba por la montaña. Mi fe en los objetos de esa casa fue tan torturada, que simplemente me alejé de ese hundimiento general para emanciparme, para encontrar otra relación con el mundo. Cuando tuve que salir por la ventana, tuve un primer impulso de cerrar los ojos, luego los fui abriendo poco a poco, celebrando la llegada de la luz. Y la casa ya no estaba. No quedaban ni las marcas en la nieve…
Hoy, mi adolescencia descansa en las profundidades: sufrimiento, ideales y amor están ahora en total oscuridad. La temperatura ha descendido. El tiempo es ahora eterno. Los objetos están expuestos en un pesado museo que se balancea. No tengo odio hacia esta antigua etapa, y haber sumergido no significa haber olvidado.
Ese escenario que se hunde cada vez más es el que elijo para este proyecto. El tiempo dejó ese lugar en la oscuridad, ¡pero no en el silencio!
-Que todo lo que a priori es arbitrario vaya conviertiéndose en necesario para la construcción de un universo particular.
-Que todo lo que a priori son solamente referencias a mi vida personal vaya convirtiéndose en elementos propios de un universo particular.
-Que se vaya aplicando síntesis y descartando mucho.
-Que en el proceso se vaya construyendo una lógica interna, una coherencia propia del universo particular de la obra.
Comment posted by Adriana
at 9/19/2007 2:09:00 PM
Si estás en plan explosión escribiendo como loco y disfrutándolo, no leas esto aún. Esto es para la fase de reflexión y reposo, si es que es para alguna fase…
Es una idea flash que me vino caminando.
La idea fue que quizá la diferencia entre tú mismo Emi Pastor, y tu «yo» d la obra, podría ser el nivel de autoconciencia.
A ver si me explico… Es que para mí los escritos en que ambos «yoes» están cerca (Rayuela, por ejemplo) chirrían en cuanto el nivel de autoconciencia del «yo» real del autor es demasiado igual a la del «yo» ficticio. Es decir: el «yo» ficticio, me dice mi intuición, sabe menos sobre sí mismo, vive mucho más absorbido por su mundo, se toma a sí mismo desesperadamente en serio… como hacemos todos. Pero el «yo» real del autor, me dice mi intuición, tiene que ser capaz de mirarse a ese «yo» con distancia – eso no significa con frialdad, al contrario! Significa con esa compasión sabia y verdadera, tú sabes a qué me refiero, no?
Me dice mi idea que podrías encontrar qué es aquello de lo que no es consciente ese «yo» del texto – que, evidentemente, sólo encontrarás porque tú, Emi Pastor, sí eres consciente de ello. O viceversa, aún mejor! A lo mejor el «yo» ficticio tiene momentos de lucidez absoluta en que tiene más conciencia que tú, que yo, y que todos nosotros! A eso me refiero con «diferente nivel de autoconciencia».
No sé si precisamente tu búsqueda va en la dirección opuesta, en ver qué queda si ambos tenéis el mismo nivel de autoconciencia. O a lo mejor todo esto no se aplica por qué ni hay «yo» ni hay «Emi» ni hay caballos blancos ni jirones ni palabras ni huecos ni Ferranes a la brasa con madalenas.
Pase lo que pase, que lo disfrutes!