La imagen muestra un fragmento del documento antes de ser manipulado hoy. Lo llevé encima dos o tres días y lo fui leyendo en los colectivos o antes de dormirme, para apropiarme de algo tan complejo, sentirlo cercano. Me hice millones de preguntas antes de decidir cuál sería el siguiente paso: podía seguir añadiendo más y más material, pero me perdería en lo caótico. Podía convertir ese texto en una obra de teatro, pero ¿qué es «una obra de teatro»? Podía facilitarle las cosas al lector, pero es muy temprano para tener cualquier tipo de negociación con él.
Decidí usar los números para volver a dividir el texto en diez partes del 10 al 19, y titular cada parte. Poner títulos es un señor vicio, y me di cuenta que muchas veces un «buen título» tranquiliza al autor porque genera una tensión entre el material y el título, y así se despreocupa de las tensiones que debería haber dentro del material aislado. Pero por ahora me ayudan, aspiro a poder sacarlos sin dolor. Fui trabajando en cada una de las diez partes (¿escenas?), sobretodo en dos: los once años («hundir la cuchara») y los quince («adoración»).
Para ello rastree todos los documentos que tengo vinculados con mi adolescencia: mails míos y de Sognatore, poemas míos y de Adriana Bertrán, mis obras de teatro de esa época, etc. y fui robando fragmento muy breves de aquí y de allá para componer los textos. También usé todos los libros de poesía que tengo desparramados en la mesa. Toda mi adolescencia volvía a mí con este trabajo.
En uno de los textos me impliqué muchísimo, mi sensación es que alcancé altos niveles de sinceridad y vibración. Lanzado al mundo tal vez no sea nada, pero lanzado hacia mí llega, a través del tiempo, un concentrado de lo más nocturno de mi adolescencia. Lo adjunto aquí:
15 años
Adoración
§ Passeig de Gràcia es infinitamente más grande y más sutil que el mundo. La muerte se estrelló contra l’Eixample. Hilos de fe caen de las farolas, y nada es como empezó. Esto es la calle Mallorca, aquí mis rezos. Hola, amo la rabia. Soy capaz de visitar una ciudad extraña y sublime. El sexo se expande en su cuadrícula: apaguemos las luces. No hay guía. No hay pauta. Poco a poco somos consumidos en la oscuridad de los árboles, en las rocas bajas, en la sombra del planeta, donde ni una gota de tristeza es pecado. Todos dormidos, todos respirando. Y entonces: hola, he acudido. Hola, esto soy yo, he escrito mi nombre en la madera. Pero comprendí que todo era cierto. Guillem es hielo de sangre –salvadlo vosotros, no yo. Él se tiende y con un brazo apaga los graznidos de las gaviotas, y las alas. Un muelle pequeño le basta, no mucho más largo que un nicho. No tengo nada. La homosexualidad me devora junto a la reja de su casa y estoy en éxtasis. Una vida entre las manos o la frente. O los trastornos. Sí, sí, es verdad, es la única verdad. Noche, bondad, oh lucha, noche, noche. Entre dolor o solo la saliva, allí entre la mentira sí esperada, fui feliz, fui feliz.
-Se acercan los caballos.