He visto tu rostro repetirse en cada ciudad como una voz que trata de recordar en la antesala del teatro. Hay luces y oscuros. Sigues viva en otro cuerpo.
Debajo del puente hay trabajo, amor y ropa tendida ante la lluvia. El Atlántico me recuerda las olas que no pude coger; me hace temblar, bajo rodando, desemboco.
Mi barrio tiene ramas, es alto y mis vecinos son gorriones. Quedan restos de otro siglo, las casas, el sudor en las paredes. Mi barrio es una montaña, un silencio después de la lluvia.
Desaparecí sin darme cuenta y al querer asomarme sin ruido otra vez al mundo -que es lo mismo que decir a ti- solo quedaban árboles que ya no hacían de árboles y un mar ocupando las manos.
Hay vencejos y un azul antiguo. Llueve calor el día pregunta por mi. No tardaré en firmar el cielo en su cuerpo y arder (¿por qué no?) tranquilo en el aire.
Este es el cuerpo que viste y se ha ido. Hay un camino que se estira, la imagen de su paisaje, después un eco.
Los silencios que me das son los de un bosque sin animales. Grita cuerpo tiembla corazón humedezco mis manos en el río.
Girábamos. Giráremos. Giremos. Giramos. Vamos a girar. Nos hemos pasado por el cuerpo todos los kilómetros posibles desde Cádiz hasta Barcelona, nos hemos pasado por el cuerpo el calor, nos hemos pasado por el cuerpo el agua, la montaña, el…
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