Ya me lo dijo mi madre: oficial de mucho, maestro de poco. Ni actúo, ni bailo, ni canto, lo hago todo junto. Intento no preconcebir nada en cada proyecto, dejar que las ideas originales, los puntos de partida, se desarrollen con total libertad y me lleven a lugares inesperados, sin prejuzgar, sin posicionarme en una estética o estilo. Abro la nevera, saco lo que queda y cocino. Improviso, no miro recetas ni voy al súper a por ingredientes que me imagino.
Tampoco soy un artista comprometido, creo que la única denuncia honesta es la que hacemos de nosotros mismos. Dudo de mi condición de artista, de la utilidad de lo que hago y de mi necesidad expresiva. Puede que sea un entrometido. Por eso siempre me ha interesado situarme entre lo sublime y lo patético, entre la realidad y el deseo, el conflicto y la frustración que surgen de este contraste, y la visión irónica de todo ello, esa risa dolorosa ante la aceptación de nuestros problemas, errores y defectos, y la precariedad de los métodos que inventamos para resolverlos. El fracaso como motor creativo.
muy bien jauma, y polivalente, no te olvides de eso, que la polivalencia es muy importante