Estamos toda la semana en València: impartiendo un taller de dramaturgia, presentando el libro Mierda Bonita y haciendo la pieza “Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke”. La compañía tiene muchas ganas de volver a casa y por eso hemos preparado varias cosas para que ocurran durante esta semana. Mario Pons-Macià pasó toda su adolescencia en el barrio de Campanar jugando a fútbol y esquivando a los yonquis. David Mallols nació en el barrio de Patraix, conocido por la muerte no resuelta de 43 personas que viajaban en metro. De pequeño Isaac Forteza se bañaba en la playa del barrio del Cabanyal, cuando todavía había marineros. Pablo Gisbert alquiló en el año 2000 su primera habitación como estudiante en el barrio de Russafa y todavía recuerda las cucarachas rojas y líquidas, desconcertantes y notorias como grandes gotas rojas de sangre, subiéndose a su cama de la Calle Zapadores. Isaac Torres es medio murciano, medio argelino y medio valenciana, no hay mejor combinación posible en todo el Mediterráneo. Tanya Beyeler, recién llegada de Suiza, decidió apartarse de las montañas limpias e imponentes de los Alpes, para vivir 6 años de su vida en el barrio del Carmen, arriba del Bar Manolo, y ya nunca volvió a la confederación helvética. Quim Bigas nunca ha estado en València. Con esto quiero decir que algo nos pertenece en esta ciudad, si “pertenecer” significa algo y se pudiera expresar así; aunque sólo sea por el tiempo compartido.
PUNTO 1 : Taller de dramaturgia en la Sala Ultramar, martes 23 y miércoles 24; hablaremos de composición escénica y teoría, y haremos cosas raras y prácticas.
PUNTO 2 : Miércoles 24 a las 20:30 primera presentación del libro Mierda Bonita en la Librería Bartleby, en el barrio de Russafa; con la presencia de Pablo Gisbert, Carlos Rod y Mario Pedrazuela de la editoral La uÑa RoTa y Javier Tortosa, ilustrador del libro del Quevieneelcoco Estudio Creativo. Habrá vídeos de algunas escenas, lecturas en directo de varios textos, una cerveza gratis y una trompeta espontánea. Las lecturas las harán los actores de la compañía.
PUNTO 3 : “Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke” en LAS NAVES. Sábado 27 y domingo 28 a las 20:00. Quedan algunas entradas y están a 8 euros. Muy contentos de hacerla.
Y para que alguien venga a alguna de estos citas, quiero añadir aquí un texto, considerado por mí como “un texto que no encajó en ninguna parte”, y que a finales de 2015 publicamos en Primer Acto dentro de una serie de entrevistas, artículos y ensayos alrededor del ciclo “El lugar sin límites. Dramaturgias en movimiento” de Teatro Pradillo.
Nos vemos por el barrio de Torrefiel.
________________________________________________________________________
En el verano del 2006 José Manuel Numancia, el alcalde asturiano de Grandas de Salime, un pueblo de 1.000 habitantes, se emperró en que su pueblo necesitaba más cultura. Se le metió en la cabeza que nadie de su pueblo iba nunca a los principales museos del país y que, por tanto, los principales museos debían ir a su pueblo. Y el alcalde, en vez de contratar ese año a una orquesta musical de versiones pop para las fiestas patronales en honor a San Jorge, telefoneó al museo Reina Sofía de Madrid y habló con su director Manuel Borja-Villel para que le prestara durante una semana algunos cuadros de los mejores pintores del siglo XX que tenían expuestos en su museo. En un principio al director del Reina Sofía le pareció una locura, y le insinuó al alcalde que metiera a todo su pueblo en autobuses y, como si fueran a un partido de fútbol, se los trajera a Madrid a ver arte. Pero después pensándolo mejor, Borja-Villel recapacitó y él mismo telefoneó al alcalde y le dijo que le parecía una idea innovadora e insólita y que podría ser un buen punto de partido para acercar la cultura de vanguardia y la cultura popular. Entonces pactaron un precio por el alquiler temporal de algunos cuadros y por el transporte de los cuadros hasta Asturias, y decidieron que ese mismo verano tendría lugar una exposición en las fiestas patronales de Grandas de Salime en honor a San Jorge. Entonces, el 1 de agosto quedó inaugurada la exposición de pintura de vanguardia llamada “Por fin el siglo XX llega a Grandas de Salime”, con cuadros de Picasso, Matisse, Pollock, Dalí y demás pintores reconocidos mundialmente. Muchísima prensa estatal se hizo eco de la noticia y acudieron al pueblo para cubrir la noticia. En verano, cuando la actividad política disminuye, los medios de comunicación suelen agarrarse a este tipo de eventos miserables como los asesinatos en Alicante, como los porcentajes de turismo en España, o como las eventuales lluvias torrenciales veraniegas.
Entonces los habitantes del pueblo de Grandas de Salime, ganaderos, obreros y amas de casa, desfilaron delante de los cuadros de la mejor vanguardia del siglo XX. El lugar escogido fue uno antiguo almacén de ganado en desuso, rehabilitado desde hacía algunos años para eventos festivos. Desde que Joan Manuel Serrat fuera a cantar a las fiestas del 1987, nadie realmente famoso había ido al pueblo. Desde la radio local se les pidió que, por favor, se arreglaran para la ocasión; se repartió champán en la entrada y se puso música agradable como hilo musical por todas las salas de la exposición. Las luces se aclimataron para generar un ambiente de intriga. El alcalde en un principio se mostró muy ilusionado con la recepción de los medios de comunicación, e invitó a la inauguración al director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que se desplazó desde Madrid hasta Grandas de Salime junto con otras personas del mundo de arte, como Antonio López, Isidoro Valcárcel Medina y Miquel Barceló entre otros. Había colas que daban la vuelta al antiguo almacén en desuso. El pueblo entero, sabiendo que la orquesta de las fiestas patronales de ese año había sido sustituida por una exposición, no dudó en economizar la situación y algunos de ellos acudieron hasta tres veces para ver si conseguían disfrutar o descubrir o entender algo de lo que estaban viendo.
Después de la primera semana de exposición la gente ya tenía una opinión formada de aquello que les había arrebatado su orquesta veraniega de las fiestas patronales, y no tardaron en manifestar abiertamente su criterio por los cafés, las plazas y los mercados. La opinión general de los cuadros de Jackson Pollock era que esa mierda sólo la puede pintar un niño, un borracho o un niño borracho. La opinión general de la cuadros de Rothko era que entendían que se hubiera suicidado después de pintar aquello. La opinión de los cuadros de Picasso es que esos dibujos sin terminar sólo los puede pintar un vago, o un andaluz, que es lo mismo. De Dalí sólo se dijo que era un catalán pervertido, como todos. De Andy Warhol dijeron que aquella basura tenía su lógica porque todo lo que viene de Estados Unidos lleva dentro el demonio. Las madres les tapaban los ojos a sus hijos cuando pasaban por delante de los desnudos de Egon Schiele. Después de ver a Kandinsky le echaron toda la culpa al comunismo. De Monet se preguntaron si tuvo problemas de vista. Los niños opinaban que los cuadros puntillistas de Paul Signac estaban pixelados. De Basquiat sinceramente no pudieron generar opinión alguna. Y así, uno por uno, todos los mejores artistas del siglo XX fueron despellejados hasta la muerte. Y no sobrevivió nadie, menos Magritte, que inexplicablemente les hizo bastante gracia.
Solamente una persona en el pueblo, una anciana de 91 años, dijo que había disfrutado mucho de la exposición, y dijo que le hubiera gustado que su marido hubiera estado vivo porque a él también le hubiera encantado. Esta anciana entendía a la perfección la necesidad de abstracción que la pintura del siglo XX proponía; un siglo que ella misma había mamado prácticamente de principio a fin. Porque según dijo esta anciana: “La realidad en la que vivimos está inventada por psicópatas, y se necesita de gente muy atrevida que la destruya para contrarrestar su propuesta de realidad.” Como le suele pasar a la gente mayor, hacía tiempo que a esta anciana nadie la tenía en cuenta.