Nos depositamos en los músculos extrínsecos: músculos geniogloso, hiogloso, estilogloso y palatogloso. Los músculos que sujetan la lengua a las estructuras de la garganta y del cuello.
Todo lo que surge del cuerpo es muy pequeño. Nos decidimos a suprimir la idea de articulación y pensamos en usar la lengua como músculo de tracción. Entramos en un terreno que normalmente es funcional y que aunque podemos actuar sobre él, nos remite a actos como: tragar, atragantar, bostezar actos que se producen solos al margen de nuestra voluntad. Mola hay que ir más lentos aún..
Jesús habla de un estado de recepción, como si no quisiera emitir nada. Aparece, en boca de Jesús, la sensación de que podría no existir el lenguaje y que no sería vertiginoso.
Juan habla de la sensación de que es imposible para la lengua, que su movimiento aunque muy leve es constante.
Elena habla de un estado anterior al lenguaje ( para mis entendederas, es diferente al enunciado de Jesús ya que al ser anterior no existe la extinción). Habla también Elena del pudor de entrar en ese estado corporal casi inarticulado.
Paloma nos cuenta que en yoga se dice que al relajar las manos (al centrar nuestra atención en su inactividad) el cuerpo se relaja; al relajar los ojos, el pensamiento para; al relajar la lengua, la intención de actuar desaparece.
Hablamos de la temperatura Juan y Yo, del aire que entra frío y sale cálido y húmedo.
Elena
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Elena habla del peso, que no sabía que la lengua pesara tanto, y dice que le da pudor. Despojar, desnudar, abrir, destensar, desproteger, suavizar los límites entre el afuera y el adentro como si permitiéramos, de repente, hoy, que cualquiera de los que está en la sala nos entrara entre los labios. Y es sólo el primer día.
Si la lengua reposa, el espacio del interior de la boca se hace inmenso y parece quedar como vacío, lleno de aire al que podría darle cualquier forma o dirección si así lo decidiera pero lo bonito hoy es que no lo hago. El aire entra o sale o entra y sale o se queda en mi boca sin que yo lo transforme en nada: ni un hilo de aire, ni un soplido, ni un suspiro, ni un resoplar, ni una melodía, ni una palabra. Es el aire el que utiliza mi boca hoy y se refresca en mis mucosas como quiere. Yo sólo me encargo de contenerlo, de dejarlo estar, no tengo que hacer nada con él y eso me alivia. No hay estado productivo.
Hay algo de mi esencia comunicadora, expresiva, que desaparece y me hago espacio para la recepción. Es como si mi boca tuviera un poco de interior de oreja. Es un “quedarse con la boca abierta”, con la boca hueca vacía de palabras. Es algo parecido al estado pre-expresivo.
Usar después la lengua, sin articularla, sólo dirigiéndola hacia fuera, hacia arriba, hacia abajo o hacia alguno de los lados, es un esfuerzo ímprobo. La lengua hecha línea en el espacio-tiempo despojada de cualquier acción medianamente útil nos pone a casi todos caras de colgaos.
Jesús
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adiós al lenguaje
bienvenida a la lengua
y al no hacer para que lo que pueda ser, sea
y a los actos que se producen ajenos a mi voluntad
Pablo