A lxs poetas.
Estoy aquí, en la entelequia del paisaje,
entre el ser y la luz,
entre el transcurrir y el viento
que rasura abrasadores raíles.
Inmóvil, estoy inmóvil, en cambio
me muevo en el cambio que arrastra lejos mis lindes,
lima mis rojos limos y anega los días con olvido.
Volaron ya tantos pañuelos blancos
como noches en vela; como estelas
de hollín que trazaban confusos caminos.
Ahora, todo es verde tierra quemada y bajo ella
roncos presagios te susurran ese carbón sin escarbar
de las entrañas de la tierra, vacuos diamantes,
medusas pétreas que se sumergen en el abismo,
ráfaga de luz dormida allí, en el fondo,
más allá del fin de mi, en el centro de la implosión
donde mi niño espera a nacer aun sin rostro, mientras
mi anciano es decapitado por la afilada orquídea de la memoria,
donde mis manos tumefactas lanzan ardientes adoquines
contra mi propio reflejo.
Intermitentemente
mi experiencia se borra del existir
mis besos se inmolan, mis sonrisas
se volatilizan como ceniza de bonzo,
mis abrazos se mezclan en probetas con mis lloros,
otros intentan hacer acopio del misterio del cosmos al microscopio.
Todo es más sencillo.
Ahora estoy aquí, ahora ya no estoy aquí,
igual que un grano de arena que gira duna abajo hacia la nada.
De mi piel para afuera lo inflamado
las partículas de oxígeno en otros pulmones más fuertes.
Sobre mi mano abierta los ojos arrancados
del único testigo de mi propia vida:
mi vida sin la vida, mi vida por la vida, mi vida mas IVA, sin más,
al fin de cuentas, soy un frame detenido en la pantalla
soy un vibrante barrido de píxeles
ante el vértigo vacío
que tensa su alambre de espino
largo alambre temblando en la luz,
haciéndome desaparecer,
la misma luz que lame los contornos de mis palabras,
la idéntica luz que me muestra lo espacios en blanco:
las entrelineas como vías muertas, la ausencia,
esa escarcha en el sol de los silenciados,
de los equilibristas que antes que yo
se callaron ante la febril altura
y cayeron.