Amalia Fernández presenta Neti neti en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, del jueves 28 al sábado 30 de abril, a las 18:30, con Oihana Altube, Catherine Sardella, Mònica Muntaner y la propia Amalia Fernández en escena. Es el estreno en Madrid de Neti neti, que se estrenó en el Festival TNT de Terrassa a finales de septiembre. Pero ¿será la misma pieza escénica que se vio en Terrassa? Entonces duró dos horas y media, esta vez se anuncia una duración de cinco horas. En aquella ocasión había que dejar el móvil en la entrada y darse un paseo por el barrio antes de entrar a la sala. Esta vez se podrá entrar y salir de la sala durante esas cinco horas que dura la pieza.
Hace casi un año Amalia Fernández nos decía en una entrevista que Neti neti suponía una vuelta a sus orígenes, a la danza, pero de una manera muy diferente a como la había practicado en otros tiempos. En esa misma entrevista reflexionaba sobre la utilización de duraciones largas en escena para conseguir un cierto estado de conciencia alterada. En el estreno de Neti neti, dejar nuestros móviles en la taquilla e invitarnos a ir a dar una vuelta de unos veinte minutos, sin móvil, era una manera de subrayar esta falta de prisa, esta lentitud. El pánico se adivinaba en algunas caras en el momento de dejar el móvil al personal de la sala. Cuando el público volvía del paseo, quizá con rostros un poco más relajados, las performers ya estaban en escena. Pero nuestros móviles no los recuperaríamos hasta la salida. Esta vez, en Condeduque, no sabemos si se nos invitará a abandonar nuestros teléfonos móviles pero la duración de la pieza, que ya era larga, se ha doblado. ¿Qué nos esperará esta vez? En el momento de escribir estas líneas aún no lo sabemos. Esa es una de las gracias de ciertos trabajos. Quien quiera seguridades mejor que se quede en casa mirando el móvil.
Neti neti es un término hindú que significa algo así como ni esto ni lo otro. Aunque no sepamos lo que va a suceder en este nuevo Neti neti lo que sí se puede contar es un poco de lo que pasó en el Neti neti de finales de septiembre. La sala donde se estrenó era un antiguo espacio industrial. La luz era natural, la que entraba por los ventanales. Durante la pieza fue atardeciendo. Cuando ya casi no había luz se acabó el espectáculo. Por supuesto, una experiencia así requería paciencia. Al principio casi no pasaba nada. Al final parecía una pista de baile con las performers extenuadas dándolo todo, como en el final de una noche de fiesta, mientras sonaban temazos de todas las épocas. Por en medio hubo momentos en los que las performers se arrancaban a cantar a capella, a veces como si estuviesen improvisando música experimental y otras veces con temas populares absolutamente reconocibles o con letras de cosecha propia que aludían a la propia situación en la que se cantaban, pero siempre con la misma seriedad (aunque diese risa). Se daban momentos contemplativos (sin nadie en escena, con las intérpretes ocultas al público mientras las oíamos cantar) y destellos de un humor que, en realidad, lo impregnaba todo. Tanto la voz cantada como cierto humor absurdo son constantes en el trabajo de Amalia Fernández. Lo que no estábamos acostumbrados es a ver a las performers componer esas figuras geométricas y sincronizarse con esos patrones rítmicos que reaparecían una y otra vez y por los que en cualquier momento, soprendentemente, se podía colar hasta una jota. Pero he ahí el retorno de Amalia Fernández a la danza.
Amalia Fernández dice que lo que le mueve es una cierta búsqueda espiritual: “La inquietud está ahí, en muchos de nosotros y nosotras. Ir más allá de aquello que conoces, pero de verdad, profundamente, en la experiencia que tienes del mundo, de la percepción de las cosas, de los límites que tú pones o que el mundo pone o que la cultura pone y tú dices: ¿qué hay detrás de esa puerta, qué hay detrás de estos velos?”
El retorno a la danza de Amalia Fernández se produce después de su paso por el yoga. En un vídeo realizado por una de las performers de Neti neti, Mònica Muntaner, proyectado en La Caldera de Barcelona durante el ciclo Hacer Historia(s) organizado por La Poderosa, se entrevistaba a varias bailarinas relacionadas también con el yoga, como Amalia Fernández. Allí decía que la danza y el yoga utilizan la misma materia prima: el cuerpo. Pero Amalia Fernández matizaba que la danza es una forma de expresión y que así debería enseñarse, en cambio, el yoga es más bien una búsqueda espiritual que no hay que confundir con las creencias sino más bien con la experiencia. A través del yoga se puede experimentar el contacto con lo espiritual sin ir armado de un conjunto de creencias o de fe. Luego ya lo que crea cada uno lo dotará de sentido o le dará una explicación, pero eso es otro tema.
Amalia Fernández describía en ese vídeo el contacto con lo espiritual con pocas palabras pero con algunas onomatopeyas tan bien escogidas que daban verdaderas ganas de experimentar ese contacto y disfrutar de ese viaje. También hablaba de la belleza, de cómo la danza, como tantas otras artes, ha propuesto durante mucho tiempo un modelo de lo que es bello y cómo todo lo que no se ajustaba a eso no servía, cuando hubiese sido mucho mejor aceptar que hay un montón de clases de bellezas y que lo que habría que hacer es encontrar cada uno la suya, o disfrutar de todas, en vez de intentar parecerse al modelo de belleza imperante. En cambio, el yoga busca una belleza que no es necesario mostrar ante los demás. Es un camino íntimo, sin un público expectante.
Pero entonces, ¿qué pasará cuando el público acuda a ver cinco horas de Neti neti? Bueno, muy pronto lo sabremos.
Rubén Ramos Nogueira