Eso no es música popular; eso es basura.

Costumbrismo

 

A la hora del atardecer, me encuentro con un amigo en la Puerta del Sol:

-Samuel -le digo-, ¿qué pasa?

-El paseo oscurece la imaginación. Se observa a la masa envilecida y se ve en sus ojos la crueldad. Todo esto no es más que un recorrido hacia el fracaso…, y al menos podrían dejar que cada cual se lo montara a su gusto. Pero este pueblo de comecerdos es implacable. Como es un crisol de culturas, tiene lo peor de las tres razas. Es un rabino intransigente, un inquisidor y un yihadista…, todo en uno. Los actores son todos espías del gobierno, los rigen las pasiones más bajas y no tienen el menor interés por el arte. Solo atienden a la lisonja y al dinero y son analfabetos funcionales. -Descansa unos segundos, jadea como un perro cansado y sigue:- Este pueblo de gente sin circuncidar solo sabe de comadreo y de fetiches, y (esto es lo más triste de todo) no tiene la belleza delicada y perversa de los obreros jóvenes, sino que es un catálogo de deformados que viven felices como bestias entre sus nubes de plomo. La belleza, por mucho amor al grotesco que yo pueda tener, no la encuentro por ningún lado.

Concluye con la mano derecha en el corazón en gesto de generosidad. Descansa de su discurso. Toma aire, pero yo le interrumpo audazmente:

-¿Y qué piensas de la tauromaquia?

Mi amigo se queda perplejo y no entiende a qué viene esa pregunta. Piensa unos segundos, se acaricia los bigotes como anunciando una sentencia lapidaria:

-Esta gente ha conseguido hacer del arte más fino un pasatiempo intrascendente.

-¿Y a qué te dedicas ahora?

-A leer y a pasear.

Nos despedimos y cada uno continua su paseo, dándole vueltas a las mismas cosas de siempre. Vamos los dos en un peregrinaje absurdo, pero entretenido.

This entry was posted in Cogulla, Literatura, Teatro. Bookmark the permalink.