En nuestra conciencia se dan a la vez florecer y marchitarse, pero esto no pasa ni en los animales ni en los niños. Por supuesto que no. Y todo depende de la idea que nos hagamos de la muerte. Un animal observa con ojos inocentes a otro animal hasta en el momento de matarlo y comérselo. Esto puede verse en millones de documentales; pero también puede verse en una pelea de gallos. Incluso en los casos en que un animal ataca a una persona, como pasa a veces en las corridas de toros o en cualquier encuentro cara a cara entre un cazador y un oso o un jabalí, incluso en estos casos, la mirada de la bestia es inocente. Los niños ignoran la muerte. En los ojos de un perro atado hay un brillo de eternidad y hermosura que no puede verse en los ojos del hombre más bello ni de la mujer más bella. Lo mismo sucede en los ojos de un niño: el desconocimiento de lo atroz aporta a los ojos del niño un matiz que asusta a cualquier adulto. No culpéis a quien mira a los animalitos encerrados de las tiendas de animales. No hay que ser ningún monstruo para hacerlo. Es gente que tiende a la nostalgia, es gente muy sensible, así que por favor no culpéis a quien mira a los animalitos encerrados en jaulas con papel de periódico en las tiendas de animales.
Los años de la virtud
cía 1985
espacio labruc
calle de la palma 18, Madrid
viernes 10, 17 y 24 de abril a las 23.00