Queridas amigas,
Hace un rato he abierto los ojos, los había cerrado un momentito para escuchar mejor. De repente al abrirlos estaba aquí en una habitación chiquita de paredes blancas con una ventana a mi derecha. Delante de mi hay un papel que tiene escrito: Queridas Raquel, Marta, Silvia y Paula encima de una mesa de madera. Me pregunto cómo habrá llegado hasta ahí, qué misterio misterioso será éste que me circunda el cuerpo. Parece la habitación de un convento, sólo que no hay crucifijos ni vírgenes, no hay símbolos, será un convento laico. Hay mucho silencio. Los silencios de convento no son iguales que los silencios de casa del pueblo a la hora de la siesta o los silencios del desierto. Cada lugar tiene su propio silencio. Aquí, en el convento, hay una ventana por donde entra un rayo de sol que impacta justo en el entrecejo del smiley triste que dibujó Raquel que está al lado de la carta. Es fascinante, brilla en la oscuridad, me mira fijamente y los ojos son como dos agujeros profundos donde caben todas las cosas que no han encontrado aún su manera de decirse. El murmullo y los zumbidos. Recuerdo que estaba en el Flotarium que habíais construido Silvia y Raquel para dejarnos caer, y de repente, como de la nada aparecí aquí, en el convento. Aún resuena el eco de la risa de Paula y Silvia de fondo, descojonadas con el acento de murciana de Victor y su doblaje de María Barranco y los chiitas. Os habíais inventado una cosa, Instrucciones para una dicción lamentable se llamaba. Se trataba de perder poco a poco el control de las palabras y del habla. No querer decirlo todo. Abandonarse a la mandíbula colgante de un habla en duermevela. Una escuchaba mientras la otra hacía de canal de radio, recibiendo frases completas de diálogos, de textos con un sentido y transformándolos en una emisión de sonidos ininteligibles propagados al exterior. Había fragmentos de algunas películas, diálogos intensos, diálogos con mucha carga emocional. Un conjunto de cuerpos recostados emitiendo palabras a medio camino de ser. Un murmullo de voces hablando desde ese lugar de la fase rem en sintonía. De repente de entre todas las voces emergía un guarra, del diálogo del momento del camión en Thelma y Louise. Y luego un feminista. Y después unos silbiditos de la gente retransmitiendo todo eso que no forma parte del habla con palabras. Un piopio, fiuuuuu sssssss bumbum ahhhhhh pssssssss chhhhh tiroriro zaaaaaasssss fiuuuuuuu. Un coro onomatopéyico de voces en duermevela. Antes de eso habían hecho de Djs de lecturas de algunos libros traídos desde la mesilla de noche de los cuerpos durmientes. Silvia y Raquel han bajado abajo, a las profundidades oceánicas y a los sonidos que vienen de atrás. A lo hondo del agujero. Han estado cavando y después nos han invitado a bajar. En el fondo del agujero está la voz que no llega a salir. El lenguaje que aún no llega a ser. El sonido ininteligible de la primera grabación sonora de un fonógrafo. Hay cosas para las que no hay palabras. Sólo un balbuceo. Un estado amorfo de fonemas aún sin encajar. Un duvitar que es una mezcla entre dudar y levitar. También hay palabras de algunas cosas vetadas en la sociedad hedonista de la eterna búsqueda de la felicidad. Como cicatriz u orificio. Que ellas han podido nombrar porque saben unir palabras de manera que, por un misterio misterioso se convierten en algo bello, pero no de la belleza romántica sino de la belleza salvaje que tienen las cosas cuando son honestas. La dificultad viene de aquellos que no cavan ni se pasan el tiempo dentro de hoyos, y que creen que estos hoyos no deberían ser tan húmedos, ni oscuros, ni llenos de gusanos. ‘¿Por qué no está tu hoyo lleno de luz?’ Es que es un hoyo, señor.
Oiga señor que no somos aguafiestas. Como si las fiestas no estuvieran llenas de agujeros. Hondos, oscuros y pestilentes. Hay que ir a lo hondo para perder el miedo a la oscuridad, a la pestilencia y poder mirar a los ojos a los seres marinos sin identificar. Al final del agujero hay un flotarium que nos recoge. Un flotarium es un lugar sin estímulos externos. En el flotarium hay un convento que es, en realidad, un lugar interior. Aquí, en el convento, hay un agujero, profundo e inmenso, al fondo del agujero hay un flotarium, en el flotarium nos recostamos. El lugar de la calma. Aquí en el fondo del agujero del convento del flotarium está la risa desencajada que sale de las profundidades del diafragma. Porque amigas no hay nada más hermoso que estar en el fondo del agujero y reírse a carcajada limpia junto a alguien del propio hedor. Aquí tiempo no existir. Nosotras gustar hablar sin tiempos. Silvia enseñar. Gustar saltar. Gustar reír hondo y alto. Profundo. Escribir es cavar Marta decir. Cavar cavar cavar cavar. Silvia decir ¡Viva el agujero! ¡Viva el agujero!
Ahora lo recuerdo, antes de estar aquí en el convento me había levantado en mitad de la noche soñando que escribía una epístola amorosa y que comenzaba así: Queridas Silvia, Paula , Raquel y Marta. Había empezado a escribirla esa misma noche imaginando una respuesta a las epístolas que Raquel escribe que no obtienen respuesta. En ella os declaraba profundamente mi amor y mi admiración por vuestra persona y vuestro trabajo. Aún tenía el cuerpo vibrando de emoción. Después se quedó a medias y no sabía si publicarla o no, porque claro eso es algo muy íntimo. Entonces me acordé de que Raquel nos había recordado eso de que lo personal es político porque es donde suceden las cosas del vivir. Lo cierto es que este año ha tenido bastante de epístola, de cartas entregadas a la nada. A ver si la nada contesta. Casi siempre lo hace, pero casi nunca como esperamos. Los yoes ya no son yoes. Los yoes están siempre hechos de otras voces. Sirven para orientarse, para situarse en el mundo corporeizado. Lo demás ya existe desde antes. La voz y las voces. Todo está en nosotros y ya existe desde antes de que lo podamos nombrar. Las palabras ya no sirven como fueron inventadas, hay que ir a lo hondo, desenterrar los huesos. Silvia nos enseñó a desenterrar algunas palabras, al principio de todo. Desenterramos la palabra libertad y la palabra pan, que tiene mucha sonoridad y mucha masa. Después me quedé pensando en cómo algunas instituciones se han apropiado de ciertas palabras. Como por ejemplo la iglesia y la palabra fe o la institución de la pareja y la familia y la palabra amor. Ese mismo día la Nasa había avistado un asteroide que pasaría muy cerca de la tierra y que a lo mejor colisionaba. Tuve una epifanía en la que los consejeros de la presidenta hacían el taller del desenterrador en un mundo paralelo, de un asteroide muy parecido a la tierra pero mucho más pequeñito donde los humanos son la mitad de lo que son, y entonces allí, en el asteroide diminuto, desenterraban la palabra libertad. Y mientras Marta y Rober preparaban las cosas del sonido intergaláctico que vendría después, con su golpeteo metálico del latir de un corazón y sus ronroneos y sus ondas vibratorias invisibles que se propagan por aire hasta nuestros tímpanos y cócleas, una vecina del barrio se paraba en la puerta a preguntar: ¿Es aquí lo del teatro? Aquí hay clases ¿no? Mira, yo es que tengo ansiedad.
Entre las paredes de la Praga pasan muchas cosas. Algunas no las voy a contar. Paula nos ha dado las claves del blog, como tengo tendencia al nomadismo me he mudado aquí siendo consciente de que esto que escribo no es casi nada de lo que está pasando en estos encuentros CRUSH. Sólo un atisbo de algunas de las cosas que se quedan vibrando, resonando. Intento revisitarlas, no vaya a ser que se escapen. Intentar la tarea escurridiza del escribir para alargar la vida de los momentos. Mientras escribo seguimos juntas. Quizás porque entre todas hemos hecho posible este espacio de encontrarse, el tiempo por unos momentos, ha dejado de existir. Aquí, en el convento interior.
Esther
* Este texto ha sido escrito a raíz del segundo encuentro CRUSH entre Silvia Zayas y Raquel G. Ibañez, donde se entrecruzan conversaciones, experiencias compartidas y la apertura de su encuentro a la que llamaron Flotarium.
* El primer texto pertenece a un fragmento de un texto que nos envió Raquel de Heather Cristle:
Escribir un poema no es muy distinto de cavar un hoyo. Es trabajo. Se intenta aprender lo que se puede de otros hoyos y de las personas que cavaron antes que nosotros. La dificultad viene de aquellos que no cavan ni se pasan el tiempo dentro de hoyos, y que creen que estos hoyos no deberían ser tan húmedos, ni oscuros, ni llenos de gusanos. ‘¿Por qué no está tu hoyo lleno de luz?’ Es que es un hoyo, señor.
*Silvia nos compartió la práctica de ‘El desenterrador’ de Societat Doctor Alonso.