Hay algo que nos une desde antes. A nosotras nos unió un camión. A Victor y Cris un relato de un reflejo doblado. Voy hacia atrás. Últimamente tengo muy presente una pregunta, ¿desde dónde hacemos lo que hacemos? En el encuentro entre Victor y Cris hay cosas de atrás. Cosas que ya estaban sucediendo antes del encuentro, por debajo, en la antesala. Desde ese día que se encontraron clandestinamente en el espacio, cuando aún no se sabía muy bien qué iba a suceder pero los espacios empezaban a cerrar. Y después vino el estado de alarma. Y nos mandaron esa foto tomándose un vermut en una mesa hecha improvisada, los dos sonriendo junto a Abril la perra de Cris. Todo en la antesala, cuando no sabíamos nada de lo que vendría después, antes de que sobreviniera el caos. En medio del caos sucedieron cosas pequeñas. Un día Victor me mandó un audio de un texto en ingles, era el relato de William Wilson. Me pidió que lo recitara a la vez que lo escuchaba del propio audio que había recibido que no se entendía muy bien porque alguien lo había grabado sincronizado con el audio de otro alguien. Así que estaba lleno de uh, ah, mmm, jaja, ehhh. El coro de los doppelgänger que desconocen que lo son, de las voces de la conciencia. Un día, mucho tiempo después Cris encontró en el baño de los padres de alguien muy cercano a ella, un poster firmado por William Wilson. El mismísimo. El afectuoso. Y era de un festival en Francia, así que escribió al festival preguntándole por ese tal Wilson (creo que no la contestaron, porque William no suele contestar así como así). El caso es que un día de Navidad le mandó una foto a Víctor diciendo:
-¡He encontrado a William Wilson!
¿Pero quién era y qué era ese Wilson? ¿De dónde venía? ¿Cuáles eran sus propósitos? Alguien, en otro texto, el texto distópico de una ciudad que desaparece, había introducido ese relato en la máquina de Macedonio. Es una máquina que ha adquirido la capacidad de transformar los relatos que debía traducir y que recoge diferentes voces, las voces silenciadas. Cris se había inspirado en ella para construir su telar de sueños. Todo esto ya estaba sucediendo antes de que se encontraran. Porque siempre hay algo muy pequeño sucediendo desde antes. Una nota, un mensaje, un reflejo, un silbido, un latido.
Justo antes de encontrarse en el espacio, Victor, que es dado a jugar con elementos de contraste, estaba comprando vino y otras cosas para comer de picnic y se encontró unas coles y un narciso. Así que llevó el narciso al espacio y fue una de las primeras cosas que estuvo en ese espacio en transformación. La flor amarilla del narciso anuncia la primavera porque es una de las primeras en aparecer. Así que alrededor de ese ser que se ahogó en su propio reflejo y se transformó en flor comenzaron a desplegar un mundo de reflejos y espejos. Desplegaron, desplegaron desplegaron, telas, reflejos, llamas, papel continuo continuo continuo continuo, mantas térmicas y y un proyector diminuto portátil que es a la vez proyector y altavoz y una cámara y cables y relatos de ciencia ficción y unas copas de vino y los narcisos. Todo el rato había algo que parecía salirse. Desplegarse. Desdoblarse. Y había algunas cosas que estaban ocultas. Algo que desplegaba otro algo. Como el hueso de vaca que trajo Cris, que había limpiado con lejía y por eso estaba tan blanco. Porque los huesos no son así de blancos y éste parecía como de escayola. Y el hueso tenía una historia. No era sólo un hueso. Su tío había encontrado en el campo el cadáver de una vaca y se lo había dado a Cris. El hueso del fémur de una vaca. No sé cómo fue apareciendo todo, fueron desplegándolo durante toda la semana, una cosa tras otra, hablándose a través de todos esos objetos.
Habitar el barroquismo dice Victor. El momento en que Victor Colmenero entró en su época barroca junto a Cristina Mejías. Sólo que no es barroco porque estos objetos no eran fijos. Algunos venían del futuro y otros se proyectaban al cielo. Cobraban vida. El día de la apertura comenzaron leyendo un fragmento de Las crónicas marcianas, Victor traducía simultáneamente el libro que estaba en inglés, que el hermano de Cris le había regalado a Cris y que es uno de sus libros favoritos. Y cuando no sabía alguna palabra preguntaba a quienes habíamos acudido a formar parte del encuentro entre varios mundos. Después, algunos objetos empezaron a moverse. Y se hablaban entre ellos y a veces a nosotros. Mientras Víctor leía Europa Cris colocaba la luz de una linterna sobre un espejo colocado exactamente a 45 grados que reflejaba el agua. Y se intercambiaban los papeles y entonces Cris leía Europa y Victor proyectaba imágenes de lo que grababa con la cámara en ese mismo momento, que era el universo de objetos y nosotros siendo parte de ese universo. En un momento dado Victor grababa la imagen de una vela y Cris la proyectaba en una superficie muy estrecha, un marco de madera de un bastidor. La imagen salía y entraba dentro de la anchura del bastidor y Cris decía que tenía que sincronizarse con el temblor de la mano de Victor para encajar la imagen. La imagen de un fuego que también temblaba. Sincronizarse con el temblor del otro. Sincronizar los temblores. Sincronicemos los temblores
“Yo he leído lo que dicen otras personas y yo sé que usted piensa lo mismo. Yo he leído que hay una atmósfera que cubre la Tierra y que impide que entren los rayos del Sol y las piedras y rocas del exterior. Y todo eso lo dicen además personas muy inteligentes y muy razonadas. Pero bueno, si a mí me llega algo de los de allí- dice William y señala al cielo- quizá, con algo de suerte, algo de lo nuestro conseguirá llegar allá arriba. Algo llegará”.
William, el que aparece en los momentos necesarios, se ha mudado de relato, y desde Santaca invoca a los de allí.
En el fondo, ni yo ni cualquier otro en la redacción habíamos tenido en cuenta que las imágenes que los habitantes de Santaca proyectan todas las noches no se ven, sólo bailan ligeramente en la oscuridad. Podría haber traído cualquier cosa. Ni siquiera hay altavoces para escuchar la banda de audio. Podría haber traído cualquier cosa y también podría haber traído un vídeo mío, con imágenes de mi infancia. Intento pensar qué podría haber editado. En primer lugar tendría que haberle pedido a mis padres el archivo –posiblemente inmenso- de mis grabaciones.
Poco a poco se ha ido oscureciendo el espacio. Está la luz de algunas velas y del proyector. Detrás de la cortina, que separa otro espacio que está al fondo, se ven imágenes veladas y se oyen los sonidos de una fiesta de cumpleaños. Después imágenes de una casa vacía, la casa del abuelo de Víctor, que grabó con su hermano después de que muriera y que ya no existe. Y junto a esa casa, superpuesta en otro plano, en otro vídeo Cris le pide a su abuela que le cuente cómo era su casa. Las manos de Cris ayudan a las manos de su abuela, que tiemblan y parecen escaparse, a dibujar los trazos de esa casa que ya tampoco existe. Quizás, como los habitantes de Santaca, nosotros también nos juntamos para proyectar todas esas imágenes a la oscuridad de la noche para que otros las recojan.
Al día siguiente mientras recogíamos todo hablábamos de como es hacer cosas en Madrid ¿Qué le pasa a Madrid? Nada tiene mucho sentido. Ahora quito esto, ahora pongo lo otro. Y mientras todos como perdidos. Me pregunto si nos ha borrado Madri. Quizás algún día vaya a Barcelona dice Victor. Porque tenemos la fantasía de que quizás algún día vayamos a vivir a Barcelona. ¿Dónde va a parar toda esa energía de la gestión de la vida en Madrid?. Nadie lo sabe. Hablábamos de que a veces, cuando nos sentimos cansados, necesitamos de un lugar que nos recoja.
Ahora, unas semanas después, Silvia y Raquel han construido un FLOTARIUM donde dejarnos caer y flotar. La apertura de este FLOTARIUM será el Miércoles 10 a las 19:30 y ahí nos encontraremos de nuevo con la magia de las cosas que son lo que son.
Esther Rodriguez-Barbero.
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* Las fotos son de Ángela Losa, que uno de los días fue a visitar a Cris y Víctor y desplegaron los universos y compartieron las lecturas.
* La primera frase en cursiva es del relato William Wilson de Edgar Allan Poe.
* La máquina de Macedonio aparece en el libro La ciudad ausente de Ricardo Piglia.
* The Martian Chronicles, Ray Bradbury.
* Los fragmentos de texto son de Europa, del capítulo Bajo el mismo cielo, de Luis López Carrasco.