El verano justo antes de que se parase todo, mientras recorríamos las playas de Galicia en un camión, empezamos a pensar en generar un espacio abierto, de intercambio en Madrid. Paula conducía el camión que iba muy lento, 50 km/h, así que había mucho tiempo para hablar y mirar el paisaje. Mientras íbamos por las carreteras y parábamos en playas y brindábamos al atardecer y dormíamos a la luz de la luna hablábamos de que ese espacio de encuentro fuera para la investigación de todo eso que se sitúa en los bordes. Entre medias. Que no es ni lo uno ni lo otro o es muchas cosas a la vez. Justo en el borde. Encontrarnos con el único objetivo de intercambiar prácticas, saberes e historias. Tener un espacio para perderse y a la vez encontrarse. Poder redescubrirnos desde otros lugares desde los que dejar que otros mundos aparezcan.
Hablábamos de juntar a gente que intuímos, sentimos, percibimos se pueden entender, conectar, ayudar, comprender, animar, gustar, o no, u otras cosas que ahora mismo no sabemos. Que a lo mejor se enamorarían y compartirían sus saberes cada una desde su lugar. Juntarse y ver qué pasa. Sólo por el placer de hacer algo juntxs. Que igual de ahí sale algo. O no. O después cada uno sigue su camino y en el trabajo de cada uno hay un cachito del otro. Y que durante ese tiempo que estuvimos juntas nos dedicamos a tratar de desentrañar las inquietudes, haceres y preguntas del otro. Que después algo de eso quedará impregnado en el propio hacer y sentir. Y que esas palabras que nos dijo esa persona esa vez se aparecerán en momentos inesperados, en momentos de incertidumbre cuando quizás no sabemos muy bien qué estamos haciendo o hacia dónde ir. Molaría una aplicación decía Marta. Un no- tinder para artistas que sea manual, sin algoritmos. Y nos metimos en la aventura de encontrar conexiones entre mundos y universos y preguntarnos sobre qué es eso de acompañar procesos y orquestar encuentros, algo que las dos llevamos haciendo un tiempo. Yo es que no soy comisaria, lo que quiero ser es celestina. Esto que hemos llamado celestinaje, que es la acción de celestinear. Entre personas y sus inquietudes y sus trabajos y sus historias y lo que nos mueve desde la intuición.
Así nació CRUSH. Crush es un espacio para conocerse, o desconocerse, desde las profundidades de las prácticas. Un encuentro one to one desde donde situarnos en el antes, antes de que las cosas sean algo, antes de que podamos incluso formular qué estamos haciendo. Es un contexto de aprendizaje mutuo donde aprender las unas con las otras bajo unas condiciones básicas. Que se aleja de las lógicas productivistas y pone el foco en el propio encuentro y lo que sea que de ahí emerja. En los inicios, en el entre. En el compartir lo que hay entre dos mundos que se encuentran. ¿En qué estás ahora? ¿Cómo trabajas tú? Mira, empiezo a trabajar así. Ah, qué bien, ¿me enseñas? ¿Y tú? Yo me estoy haciendo estas preguntas. Podemos hacer esto. Sí. Claro. Tal vez esto otro. Me gustaría probar esto. Pues probémoslo.
En este espacio CRUSH lo que está ya es. Quizás en un momento dado cambia y muta y se convierte en otra cosa. Eso no lo podemos saber aún. De momento es lo que es. Está donde está. Y ahí, desde ese lugar, si estamos lo suficientemente atentas habrá algunos momentos en los que por unos segundos se aparecerá la magia. Nunca dura mucho tiempo. La magia de los momentos mágicos es que son sólo un destello. ¿Y nosotras? -Nuestra tarea es estar muy atentas para poder verlo. Confiar en que en el momento más inesperado aparecerá. Ahí, en ese lugar entre medias, que no eres tú ni soy yo, que recoge nuestras voces. En ese nosotros siendo sin forma. En ese instante en que no sabemos qué es lo que estamos viendo. Ese instante en que un mundo otro se abre. Y todo lo que creímos saber, se resquebraja. Y ahí, en la misma grieta que se abre entre tú y yo, entre lo que no sabemos, es donde aparece el misterio. El misterio del encuentro con ese algo que no sabemos qué es.
Un año después del encuentro experimental entre Marta y yo, que ha derivado en muchas aventuras, hemos retomado el primer celestinaje entre Victor Colmenero y Cristina Mejías. Lo empezamos la misma semana del estado de alarma y después quedó en stand by. La semana pasada nos reencontramos. Se hizo la magia en un playground que derivó en una performace que bautizaron ‘Nadie se despide de mí’ y del cual hablaremos en un próximo post. Mientras, a los fuegos centelleantes, cocinamos el que será el siguiente encuentro entre Silvia Zayas y Raquel G. Ibáñez.
Paralelamente nos preguntamos sobre los secretos del celestinaje y de lo que se aparece en los entres, por lo que iremos indagando en las aventuras, hallazgos, revelaciones y descubrimientos de una investigación en paralelo y a varios niveles que iremos compartiendo.
Esto es posible gracias al Centro de Artes la Praga, con el apoyo de una subvención para espacios independientes, y la apuesta del equipo de La Praga de moverse en terrenos inciertos.
Esther Rodríguez-Barbero.
Durante el CRUSH este blog se compartirá bajo esa etiqueta (#CRUSH) con las celestinas Marta y Esther para contar qué va pasando entre las paredes de la Praga. Será un espacio en el que volcar reflexiones, crónicas y conversaciones con las artistas invitadas. Todo vuestro compas.