Hondo Amor– Entrevista a Marta Echaves.
Por Paula Cueto y Berta Fernández Verdasco
Para comenzar la entrevista: ¿este podcast qué es? ¿en qué momento de la investigación surge?
Bueno, surge porque Linda Valdés y Nancy Garín, del Anarchivo SIDA, me invitan el día uno de diciembre, Día Mundial de la lucha contra el SIDA, a Mantener la Promesa. En ese evento me propusieron que compartiera el podcast que realicé en Barcelona llamado There are no more tickets for the funeral. https://rwm.macba.cat/es/especiales/there-are-no-more-tickets-funeral.
Sin embargo, llevar el audio y darle al play tampoco creía que tuviera mucho sentido y, por otro lado, me pareció que al ser en un día de reivindicación podía recuperar otros materiales que no nos dejaran con mal cuerpo porque era un poco bajón. Lo hice en directo y luego Paula me propuso venir a La Praga y dejarlo grabado.
Tu investigación con los años ha tomado formas muy distintas: ensayo, exposición, conferencia performativa, ¿qué trae el podcast?
El podcast en concreto aparece cuando me dan una beca en la Sala de Arte Joven de Barcelona para desarrollar esta investigación. Si lo utilicé como material fue, en un principio, porque me parece que hay una super producción que nos lleva a concentrarlo todo en eventos abiertos al público donde hay un agobio por convocar gente se llevan a cabo y finalizan, ya está. Sin embargo, el podcast es un material que queda ahí. Frente al texto, me servía para compartir las voces de gente con la que he hablado y rescatar materiales vivos. Aun así, ahora sí que me gustaría pensar más sobre el sonido, aunque comenzara como algo más instrumental.
¿Qué vamos a escuchar en estos dos podcast (Hondo Amor y There are no more tickets for the funeral)?
Fragmentos de entrevistas realizadas por mí con gente atravesada directamente por la experiencia, pero también con intelectuales como German Labrador que lo ha teorizado, conversaciones con compañeros que nos parecieron interesantes y que de alguna manera intentamos recrear para que quedaran plasmadas, entrevistas con mujeres de documentales previos, y materiales textuales que se activaban leyéndolos: diarios, cartas, archivos íntimos, poemas… textos que habían sido guardados en cajones.
En la residencia CRUSH que acabas de realizar aquí en La Praga junto a Esther Rodríguez Barbero aparece la entrevista como una metodología que a ambas os interesa. ¿Qué encuentras ahí?
Sí que es cierto que todo el proyecto está recorrido por una oralidad, conversaciones y entrevistas… Al fin y al cabo, esta investigación comenzó con el trabajo que lleve a cabo sobre el archivo de Emilio: un artista de la época cuyo legado guardó el que era entonces su pareja. A partir de ahí, vimos la necesidad de buscar otras voces que hablaran de él para no contar con un único relato, lo que también nos generó la imagen de una individualidad mucho más compleja de lo que podría haber parecido en un inicio, como sucede al final con todas las personas. En definitiva, la oralidad también da pie a que las historias sean movibles, se contradigan…
Todo esto es algo sobre lo que he pensado mucho, sobre todo a posteriori. Hay que tener mucha precaución para no falsear la historia del otro. Hay que vaciarse previamente porque a veces quieres escuchar algo y planteas el encuentro con el otro como una posibilidad de contrastar una hipótesis previa. En este sentido, es muy importante como se formulan las preguntas y estar a la escucha ya que, al final, la gente se expresa como se expresa y ahí hay mucho matiz.
Hay algo de testimonial y de memoria viva en todo el proyecto. Aquí en La Praga Esther y yo estuvimos pensando a cerca de la dramaturgia que reside en las entrevistas, qué es necesario para que se de ese encuentro: los preámbulos (pues son entrevistas en torno a la pérdida, en las que se juntan tabúes tan fuertes como el de la muerte, y no puedes tampoco comenzar por ahí), el contar cosas íntimas también una misma… Para que el entrevistado se exponga también ha de hacerlo el entrevistador, y así dar pie a un escenario quizá más igualitario donde la vulnerabilidad de ambas esté sobre la mesa.
Además, me he dado cuenta de que en las entrevistas hay algo que pasa, que se da. Hay veces que la gente con la que hablo comienza a hacer memoria y se abren algo, no digo que se rompa, sino que algo se abre. Muchas veces no han tenido la posibilidad de tratar esos temas antes. A lo mejor son entrevistas que duran una hora o una hora y media, pero la vulnerabilidad queda expuesta. Me pregunto qué pasa después de haber detonado esa necesidad de contar y compartir la generosidad de hacerlo. De hecho, en una de las entrevistas que aparecen en el podcast con una chica algo pasó muy claramente. Ambas nos emocionamos y ahí sucede algo que trasciende y da lugar a una complicidad que queda patente cuando volvemos a vernos. Es cierto que no puedo hacerme amiga de toda la gente a la que entrevisto, pero me parece que se abre una pregunta interesante sobre qué pasa después con eso que se ha producido.
Tu figura como investigadora externa o artista posibilita también ciertas cosas, ¿no? Hay una distancia que da lugar a cosas que quizás no sucederían desde una cercanía afectiva.
Hay un ritual. Si yo me tomo un café con Esther no hablo con ella en los mismos términos en los que hablé cuando forzamos la situación, la escenificación de una entrevista. Colocamos dos sillas una frente a otra y, aunque no deja de ser una conversación, no se da de la misma manera. Hay un acuerdo por el que se entiende que ambas podemos preguntar hasta el final, siempre desde el respeto y el cuidado, claro.
Yo me pregunto también en este sentido por el papel de la investigadora cuando coloco al otro en esa posición de entrevistado. No puedes obligar a recordar, también hay un derecho al olvido porque se trata de historias de vida, son las historias de los vencidos. No quiero decir que desde una posición política no haya que reivindicar esa memoria, sino que hablo a nivel personal. En mi caso, por ejemplo, sí creo que el alzhéimer de mi abuela responde a un no querer recordar: es la lógica que sigue a la pérdida de un hijo.
Ahora que aludes a esas historias de los vencidos, me parece importante la relevancia que das la figura del testigo. Esas historias tienen mucho que ver con la oralidad, ¿podemos decir que los vencedores escriben la Historia y los vencidos son quienes la cuentan?
Sí, la oralidad tiene mucho que ver con la historia de los vencidos porque (esto va a sonar quizás un poco brusco) se trata de comunidades iletradas, en las que puede que sepan escribir, pero, sin embargo, no tienen ni el poder ni la posición que les podría permitir hacerlo. Y ahí es donde entra la oralidad de esas entrevistas que tiene una cierta inmediatez, pues te obliga a renombrar, a inventar categorías.
Claro. Por un lado, hablas de la necesidad de contraponer un relato al oficial y, por otro, de que estas personas no generan un discurso. ¿Dirías que tu práctica -en el sentido en el que hablan, por ejemplo, Marta Malo o Devora Ávila- es una práctica de investigación militante?
Yo quiero pensar que sí, aunque también en algunos momentos de la investigación me he planteado abandonarla y pasar a la acción directa, meterme en apoyo a drogodependientes y punto. De hecho, yo toda esta investigación la he desarrollado en el contexto artístico, que es el que me ha dado cabida, pero lo que ha sucedido cuando hemos realizado las lecture performance o el evento en el Reina Sofía, ha sido a mayor nivel socio-personal: se me ha acercado gente a darme las gracias por sacar a relucir este tema, e incluso se me acercó un chico emocionado porque su madre formaba parte de Madres Unidas Contra la Droga y me dijo que nunca se imaginó que en esa institución fuera a hablarse de la labor de su madre. Es decir, me interpelaban desde un sitio diferente al artístico, y eso es lo que a mi más me emociona. Además, me habla inesperadamente de la pluralidad del público que acude al museo o el centro de arte.
Por otro lado, esto también puede servir para remarcar una suerte de políticas de la memoria que aquí no existen como en otros lugares (estoy pensando sobre todo en la tradición argentina). Pues, al final, son los muertos de los que no se habla los que nos han traído aquí, sí hay una intención de justicia y reparación entre mis motivaciones. De hecho, y por continuar en la misma línea, recuerdo que, en una de las intervenciones en el Reina Sofía, una persona me preguntó por algo así como la utilidad de esto en la actualidad, pues creía que, al final, se trataba de un cierto fetichismo de la memoria. Sin embargo, a mí escuchar las entrevistas de las Madres también me sirve para hacer una comparación contextual con la actualidad. Puede que ahora todo ese proceso no fuera posible. Me parece que hay un cambio de los setenta a la actualidad en lo que respecta al tejido que posibilitó Madres Unidas contra la Droga. Era un contexto muy fuerte de convivencia en los barrios que tiene que ver con un determinado clima en la ciudad.
Si que nos gustaría preguntarte, dado que en tu investigación ha sido difícil rescatar testimonios de mujeres en la historiografía del SIDA y la heroína, cómo es que en este podcast en concreto está tan presente (“en los hospitales, las madres, en las calles, las madres, en las cárceles, las madres…”).
Bueno, yo también recuperé estos podcast porque, dado que iban a constituir el cierre, con ese poema final recitado junto a mi madre quería que también apareciera la militancia tanto de ella como de todas las demás. Me apetecía que ella también pudiera celebrar el uno de diciembre y todo lo demás. Al final, al ser la hermana mayor, puede que ella fuera la que más se involucró con mi tío. Es decir, cuando yo hablaba con mi tía, que es más joven que mi madre, me daba cuenta de que ella podía contarme cosas más cariñosas respecto a mi tío, y también creó que eso es debido a que mi madre padeció más la adicción de este al estar más al cargo.
A partir de ahí, y como tenía esos audios algo olvidados, decidí volver a ellos y me di cuenta de que ahí había una totalidad. Con esa idea que os comentaba al principio de no hacer un podcast tan desolador, decidí que hubiese una parte importante con ellas. Y sí, respecto al corte de género creo que en este caso siempre -y ahora mismo las historiografías oficiales del SIDA en EEUU ya están contándose de esta forma- han sido las mujeres las que han adquirido un rol de cuidadoras. De hecho, son las lesbianas las que empiezan a ejercer una política de cuidados y autoformación médica respecto a los gays. Claramente, hay algo de la mujer como cuidadora, pues han sido muchas las que han adquirido ese rol, pero pensemos también en la masculinidad dominante de la época, que no era la de ahora: no es que los padres de aquella pasaran, sino que su función era regañar o castigar.
Pero para mí, en este ámbito de las historias marginales (tema que abordo en el ensayo*), habría que hablar de todas estas mujeres de barrio. Contar la historia desde este punto de vista complejiza la militancia. Esas madres nos llevan a comprender las posibilidades de la militancia política desde otro lugar muy diferente al que domina el imaginario colectivo.
Totalmente. De hecho, en el podcast una de esas madres relataba cómo se estudiaban los artículos del código penal y acudían en parejas a los juicios. Así, si una fallaba, siempre podía responder la otra.
Sí, eso pasa mucho. Cuando empecé con la investigación me fascinaba el tema de la autoformación. Es decir, cómo gente que no sabe ni de medicina ni de farmacia se tiene que poner a estudiar como loca y de repente puede rebatir a médicos o farmacéuticos en su lenguaje. Al fin y al cabo, esas figuras de autoridad (al tratarse de intereses ajenos) no se habían adentrado tanto en ese mundo que no era el suyo. Y, sin embargo, aquellos que deciden autoformarse se están jugando con urgencia tanto la vida como la muerte. Las Madres, que tienen que ponerse a estudiar el código penal, a entender el funcionamiento de los mecanismos del narcotráfico global dentro del capitalismo para sobrevivir. La autoformación en la militancia, en definitiva, me parece la hostia. Los migrantes, por ejemplo, saben mucho más que nosotros sobre la Ley de Extranjería. Nos damos cuenta de nuestros privilegios, quizás, cuando nos damos cuenta de lo poco que tenemos que conocer ciertas cosas, de luchar contra la estructura.
¿Cómo entiendes entonces ese contrarelato de la heroína con potencial político y a esas figuras marginales? ¿como representación de lo que se ha borrado de una época?
El cierre de la heroína, para mí, es el cierre de la posibilidad de una democracia más revolucionaria. Al final, a nosotros no nos han quedado esos sujetos, solo podemos hablar con los muertos. Podríamos decir que lo que se produjo fue una limpia en las ciudades que, de hecho, permitió que el centro histórico (donde se encontraban la mayoría de los yonquis) fuera reconvertido. Hay una cierta continuidad en aquellos sujetos que estaban fuera de la norma y que querían evitarse: se mueren unos cuantos en la guerra, otros se exilian, y otros se vuelven adictos y mueren de sobredosis. Si queremos hacer una genealogía radical hay que rebuscar porque aquellos a los que habría que preguntar ya no están.
Además, podríamos decir que hay algo feo en la figura del yonqui, nunca sabemos cómo habríamos reaccionado nosotras si esta calle estuviera repleta de ellos, si nos encontráramos cadáveres de muertos por sobredosis por las mañanas. Hay algo metafórico ahí de un yonqui en un portal, interrumpiendo tu paso.
La heroína se trata de una droga que convierte al sujeto en improductivo. Si bien ha habido momentos en los que la figura romántica se ha configurado alrededor del imaginario del alcohol, los opiáceos… lo que sucede con la heroína y el espacio público es muy distinto.
Sí, de hecho, hay como dos pasos. ¿Has visto la película Arrebato? Bueno, yo sí que creo que hubo un momento en que la heroína pudo tener una representación más romántica en sus inicios. Había en ello algo de contracultural, el fetiche de las agujas, algo de radical o rompedor. Más tarde se cierra la lectura contracultural de la droga y es simplemente la imagen del deshecho social. Así aparecen, por ejemplo, los pisos enfocados a que se metan y mueran ahí, a que no contaminen el espacio público.
¿En qué momento estás ahora en lo que concierne a la investigación? ¿se ha cerrado, como dices, o estas interesada en continuar tu relación con los muertos, aunque sea por otro lado?
Ahora para mí, y en términos emocionales, después de lo del Reina Sofía y de esa lectura del poema junto a mi madre, hay una parte vital o emocional del proyecto que sí considero acabada. Al final, lo que yo estaba haciendo era una pregunta por mi historia familiar, y está resuelta. Por eso, considero que ahora estoy en un momento más de visibilidad del proyecto y de la investigación, lo que también me da pie a otras cosas. Es un momento quizás más de tematización tras cuatro años dedicados a la investigación en sí.
Me gustaría también pasar a otros temas sin olvidar, claro, que toda esta investigación conforma mi metodología y mis preguntas. Podrán desaparecer la heroína o el SIDA, pero, ahora, por ejemplo, estoy fascinada con el tema del chemsex. Realmente me preocupa como práctica en la que se entremezclan drogas y sexo y que está surgiendo en las comunidades homosexuales con unas lógicas de la autodestrucción muy similares a las de la heroína y también con un gran problema de ETS. Quizás ahora estaría haciendo eso como un símil de la heroína aplicada a la época actual. Es lo que actualmente me está haciendo saltar las alarmas como una cosa a la que está dando la espalda la sociedad sin que nos enteremos y, encima, donde se están dando prácticas en las que entran en juego jóvenes homosexuales migrantes y, por tanto, una lógica de la muerte ejercida sobre ciertos cuerpos más vulnerables.
Y luego, por supuesto, la pregunta sobre qué es aquello que los muertos nos llevan a hacer y las metodologías históricas como terreno que está y seguirá estando.
Conociendo tu tu investigación desde el principio y sabiendo todo lo que requiere, ahora que comienzas otras nuevas sobre temas como el del fuego, me gustaría que te imaginaras esta entrevista y esta entrada en el blog como una plataforma de visibilidad para reivindicar desde tu oficio qué apoyo necesitarías para la próxima. Igual alguien lo lee y… quién sabe.
Tiempo. Sobre todo, tiempo. Al menos para empezar. Al final, con esta lógica de trabajar en el mundo de la cultura, que es mi caso, estoy constantemente llevando a cabo trabajos ajenos a mis proyectos personales para sobrevivir.
Creo que cuando uno arranca con un proyecto, debería tener por lo menos un mes para pensarlo bien, formularlo… Mi forma de trabajar, de momento, es bastante barata (no necesito cámaras, espacios… al menos en esta fase primaria).
Pensando en el proyecto del fuego, que es más claro, sí que lo que necesitaría urgentemente es tiempo. En cuanto al chemsex también, pero quizás más enfocado a ir a militar e involucrarme en las campañas de prevención. Trabajo más de estar en el presente y ver lo que sucede.
¿Quieres resumirnos rápidamente tu próximo proyecto sobre el fuego?
Bueno, es un proyecto que aún no está definido. En mi caso personal, además, la fase primaria de los proyectos tiene más que ver con obsesiones sin desarrollo (al comienzo). En el caso de los noventa, fue una foto que apareció en el periódico de El Dorado con Feijóo el del PP en un yate en las Islas Cíes. Fue algo que se me quedó grabado y no sabía muy bien porqué. Me lo puse de fondo de pantalla y todo. Luego, un año más tarde, surgió toda esta investigación.
En cuanto a lo del fuego, digamos que empiezo muy obsesionada a partir de la línea de investigación de la bioresistencia, las autolesiones (cuando el dolor externo es tan grande que tomas una decisión tan radical como quemarse a una misma), las performance desde personas que no son artistas… Es algo así como toda una historiografía de la inmolación. Una historia de la militancia contada desde esos casos.
Tiene también que ver con la quema de terrenos en España con el fin de cambiar los usos del suelo como consecuencia de su entrada en la UE. La quema de terrenos como cuerpos, así como con una investigación en torno al fuego de San Antonio: una de las primeras epidemias que, además, deja marcas en la piel. Es en los libros Derek Jarman donde encuentro que la erisipela viene del fuego de San Antonio.
Sería algo así como que las enfermedades del fuego tienen algo de metafórico que se relaciona directamente con cómo se controla a las poblaciones enfermas. El fuego de San Antonio, en concreto, fue controlado por la orden de San Antón, con los primeros aislamientos y un rígido control de los cuerpos enfermos. Además, se trata de una enfermedad con síntomas claramente visuales. Estás condenado desde la mirada el otro.
MARTA ECHAVES:
Formada en Filosofía (UAM), cursó el Programa de Estudios Independientes especializándose en historiografías críticas, archivos disidentes y culturas ibéricas. Actualmente es coordinadora del curso Comisariando el presente, de la Casa Encendida, y colabora con la editorial de ensayo y crítica cultural Caja Negra, con quienes ha organizado actividades en colaboración con diferentes agentes e instituciones del Estado español.Como comisaria ha ganado diversos premios entre ellos, Se Busca Comisario 2018, por su proyecto The Futch junto a Neme Arranza (Sala de Arte Joven), Premio Artes Visuales Can Felipa 2016 por su exposición La contrarrevolución de los caballos (C.C.Can Felipa) e Inéditos 2013 por Be virus my friend junto al colectivo Catenaria (La Casa Encendida). También ha formado parte del jurado de Hybrid Festival 2018, y de las Ayudas a las Artes Visuales del INJUVE 2018, para quienes comisariará las exposciones con los premiados en la Sala Amadis. Como investigadora ha desarrollado los proyectos como Nos Querían Muertos (Los 80 a contrapelo, MACBA) y Podría quien te recuerda ( MNCARS) junto a Paula Cueto, y There are no more tickets to the funeral, podcast para radioweb MACBA gracias a la beca de investigación de la Sala d’Art Jove 2017. Junto a la artista Maria Ruido y el filósofo Antonio Gomez Villar formó parte del grupo de investigación comisionado por la Virreina Centre de la Imatge resultando la publicación Working Dead. Escenarios del postrabajo.
Ha publicado textos en medios como Exit, la revista Madriz, Nosotros Art, La Rana Verde, y catálogos como Querer Parecer noche (Ca2m), Festival Loop 2017, Desiderata (Intermediae/UCM), Una espera Inalterada (TEA).
* Dame veneno que quiero morir. Marta Echaves, 15 feb. 2018 https://exit- express.com/dame-veneno-que-quiero-morir-dame-veneno/
Muy interesante la entrevista, el podcast, el trabajo de la Echaves y La Praga. Muchas gracias!