Esta carta es una invitación a unirse en una protesta y reflexión colectivas sobre la preocupante injerencia política en las instituciones culturales españolas.
La reciente renuncia de Soledad Gutiérrez de su puesto como directora de CentroCentro de Madrid tras el bloqueo de su programa, seleccionado mediante concurso público, es el ejemplo más reciente. Pero la gravedad no reside en un caso particular. Al contrario, este incidente se suma a una larga historia de manipulación e instrumentalización de la cultura por parte de los políticos de diferente signo que no debería ser normalizada bajo ningún concepto.
‘Intromisiones’, ‘presiones’, ‘re-definiciones de programa’, ‘renuncias forzadas’, ‘censuras’, ‘nombramientos a dedo’… Cuando un proyecto desaparece, desaparecen con él todas las propuestas que lo conforman. Desaparecen las personas que lo originan y trabajan en él, pero también desaparece el público, a quien se priva de todos los proyectos que se quedan en el camino.
La cultura es un bien común, nos atañe a todos. Es un lugar para el encuentro, para la crítica, para la contestación, para la empatía, para la imaginación, para el conocimiento y para las emociones que no podemos dejar en manos del poder de los políticos. Gestionada desde posiciones cada vez más precarias, debe ser protegida con leyes que superen las buenas intenciones, generando un marco regulatorio que garantice la gestión pública e independiente frente a los intereses ideológicos y partidistas, tomando como referencia el contexto de países vecinos.
Exigimos una cultura gestionada con libertad y tiempo, que no esté subordinada al populismo, al cortoplacismo, a la censura y a la agenda de los partidos políticos, mediante la instauración de medidas concretas que traigan la ética y las buenas prácticas al sector.