Foto: Mario Sarramián
Un paisaje de cuerpos emergiendo del campo desde el arroyo como trozos que expulsa la tierra porque no quiere absorverlos. Un viaje reuniendo pequeños tesoros que expulsa la tierra como a los cuerpos. Oscar tiene ya su ramo.Y luego el agua, Janet busca huecos en los árboles y Ana encuentra uno. Ordena en abandono su cuerpo sobre él.
Estaba pensando en disolver este sembrado, esta tierra con mis manos, lo hago. Luego me yergo, miro mis pies, subo mis ropas y vendimio en la tierra seca. Me vienen a la cabeza los líquidos, el vino, el agua y la sangre y entonces la guerra y la fiesta y recuerdo un texto sobre estas tierras:
Imagino todos los cuerpos sobre el sembrado, sembrados, desnudos para ser vistos con esa luz del atardecer. Y una danza. Ocho y doce, el sol se fue. Otra danza. Ocho y treinta y cinco. Voces, cuerpos, luz y color. Está todo desordenado como elementos únicos, disueltos y desmembrados. Todo son trozos hoy, cachos de lunes. Pausa, pero nada para, es mentira, el paisaje sigue cambiando. Cachos de piedra, de tierra, cachos de luz y de sombras, cachos de encina y de cuerpos, cachos de madera y de cardos, cachos de muerte y cachos de vida. Un cacho de luna también. Ocho y cincuenta parece que quedan diez minutos de luz. Los demás se aligeran, pero algo pesa en el aire.
Mar López