Bailar allí significa abrazarse y moverse al son de la música. Van allí a abrazarse y a permanecer abrazados mientras dura el tema. En ese abrazo puede que esté la clave: pegado a otro cuerpo, abandonando el peso en un apoyo cómplice, las pieles apretadas, los olores mezclados, los pasos arrastrados por el ritmo compartido, la voluntad cedida al otro… en ese punto se suspenden los límites del ser macizo e individual de la filosofía, en ese bailar juntos se produce un sacrificio de lo propio y los límites de lo “solo” comienzan a disolverse y la desaparición se revela como algo compartido.
Nos hemos acercado a aquellos que siguen ocupándose de realizar regularmente el rito del abrazo, es decir, de volver todo el tiempo a ese estado de suspensión propio del bailar, en definitiva, de renacer constante. Las primaveras se viven pero también se acumulan y esos señores bailongos son la prueba. Cada martes, una primavera y “ ¡que nos quiten las primaveras pasadas!”.
El domingo 1 de junio a eso de las siete de la tarde abriremos el Teatro Pradillo para invitar a todo el que quiera a un salón de baile, un salón para bailar “agarraos”.