Diane Arbus, Woman with a veil on Fifth Av. NYC, 1968
Hola amiga,
Cuando me pediste que te enviara una “alegría” hace algunas semanas, me lanzaste en gran cantidad de reflexiones… sin otro resultado que algunas notas dispersas, que lo siento, por la naturaleza del pedido se me parecen a consejos de tarjetas Hallmark. Igual te las envío, para que sepas que durante un mes pensé en este bonito proyecto, y aunque no llegaré con nada en particular, igual aquí están mis notas.
La alegría es un sentimiento un poco esquivo en el cine de dramaturgia clásica. Quizás porque es antinómico a la idea misma de la trayectoria de una historia que contar. Si se parte de la alegría, esta va a romperse inminentemente. Y si no lo hace, entonces no hay problema, obstáculo, no hay razón de contar la historia. Me imagino que tendría que hacer publicidades o cine experimental… y aún así…
Entonces fui a buscar la alegría en lugares anexos : en el género de una película : comedia, farsa. Así entraría más bien en una de las expresiones visibles de la alegría, la risa.
Reírse, y mucho, hasta que me salten lágrimas. Esto me es muy difícil encontrarlo en lo cómico, cuando veo el estado del mundo. En las películas que me hacen realmente reír, siempre está el “rire jaune” de los franceses. Es decir, reír a pesar mío. Reír del absurdo, porque en el fondo lo que me hace reír es terriblemente patético. Río por desespero, río por rabia, río porque es irónico… Muy complicado para mi asociar el humor a la alegría. Un dramaturgo americano definía el humor como el género de los enfadados.
Me di cuenta que para mí hay algo propio a la alegría, y es que es algo que me aparece espontáneamente, no se si puedo solicitarle y obtenerle de inmediato. Me pareció que cuando siento alegría, es como en la filosofía zen, es decir que hago todo para que esté allí, sin buscarla desesperadamente. Hago toda la gimnasia pero no me doy cita conmigo misma para que la alegría se manifieste. Me imagino entonces que la gimnasia de la alegría es algo muy personal, que uno se va construyendo a medida que avanza en la vida.
Tengo dos listas :
Los “anti-alégricos”, donde está todo lo que me produce ansiedad, angustia, desánimo. Muchos de los medios de comunicación, algunas personas, muchas situaciones de la vida corriente, el invierno gris. Las evito, las borré de mi agenda, solo me traen el sentimiento de destrucción.
Los “alegro-estimuladores” : la inocencia, el optimismo, la esperanza, el sol. Es decir, busco la alegría en aquellos que construyen, que creen, que crean.
También encuentro mucha alegría en compartir momentos con viejos amigos, en hacer un favor, en implicarme en algo positivo, en amar. Es decir que más o menos todos los días, tengo por lo menos una razón para sentir alegría, y aunque también podría tener un millón para no sentirla, prefiero la opción feliz, porque se capitaliza mejor. Soy tan pesimista, tan pesimista, que en el fondo soy una gran optimista.
Una película alegre. – Anouk o la preservación de la inocencia
Anouk de casi 11 años, no vive colgada del ordenador, no juega en una tableta a ser un mono saltando barreras ni le interesan los ladrillos que caen y se acumulan sin piedad. Anouk debe saber que uno de los secretos de la alegría es la preservación de la inocencia, y en eso concentra todo su tiempo libre.
Anouk decidió que su pasión era el siglo XVIII, y por ello, cada vez que puede se viste de princesa y vive un reino de caballeros tan valientes como inexistentes que libran batallas en lugares muy lejanos mientras ella, la princesa, se concentra en grandes fiestas, banquetes, bailes, con otras dos princesas.
Cuando le propuse que filmáramos uno de sus juegos, se entusiasmó mucho. Pasó un fin de semana escribiendo un guión, y a pesar de que no lo ha terminado, me comunicó una primera premisa : Es una historia de tres princesas y una reina. La reina acaba de morir por envenenamiento involuntario, su madre hará el papel de reina…
Sylvia Calle