Bailando en la cocina
Bailar, ¿eso es lo que queréis? A estas alturas, ya somos capaces de trazar un perfil bastante claro de la disciplina que llamamos Danza. Conocemos la Institución, su deseo hegemónico, las tecnologías a través de las que se realiza, las retóricas que justifican su existencia, los precios que hay que pagar por ser parte de ella, las recompensas preparadas para los mansos, los castigos reservados para los malos, etc. También sabemos que la Danza se ha apropiado de nuestra capacidad de bailar para erigirse como institución: llegamos a creer que hacer danza era lo mismo que bailar.
Por eso llegó el momento en el que no quedó más remedio que dejar que el baile se retirara a su guarida: bailar en la intimidad, dentro de casa fue la manera más eficaz de resistirse al control y la vigilancia. Hacer como que uno no baila y no llamar la atención. Y, ahí habéis permanecido recogidos, ocultos, protegidos. Pero ahora, habéis caído en la cuenta de que aquella estrategia contenía una pequeña traición: dejar de bailar fue un gesto que, en su momento tuvo su efecto desestabilizador pero que, a la larga, ha acabado reforzado el poder de la Disciplina Danza que, ahora más que nunca, es la que decide qué se puede y qué no se debe hacer.
Y ahora venís con que queréis bailar para resistiros, para dejar claro que no estáis dispuestos a renunciar al baile. Que la Danza se quede con los teatros, las escuelas, las técnicas, las industrias culturales, las giras, la Cultura, las portadas, las subvenciones, la crítica, la historia y su puta madre. Mientras, vosotros queréis entregaros al baile y explorar el conocimiento que sólo se produce en el presente, más allá del lenguaje y del discurso. Frente a lo que somos capaces de decir, vosotros queréis dejaros bailar, que el baile haga su trabajo y se haga cargo de vuestros cuerpos por un rato.
Pues si eso es lo que queréis, nosotros estamos dispuestos a poner la casa para que lo hagáis. Esta es nuestra invitación. Durante una semana, el Teatro Pradillo estará abierto para nosotros. Podremos bailar y dejar que el baile se apodere de la situación. Pero sobre todo, podremos observar con calma lo que el baile hace y dejarnos llevar por las cuestiones que vayan apareciendo. Esta es nuestra invitación: si eso es lo que queréis, ¡bailad!