Inevitablemente, nuestra correspondencia está atravesada por otras voces. Voces que vienen de otros lados y que irrumpen para trazar fugas en nuestro camino, para agrandar ideas y posibilidades o para inspirar imágenes de lo posible. Recortadas del contexto de nuestros mensajes y recopiladas sirven para compartir algunos de los lugares por los que hemos pasado.
La primera voz invitada es la de André Lepecki. En su libro más reciente dedica un capítulo a reflexionar sobre la oscuridad y a cómo este fenómeno puede señalar posibles realizaciones de la libertad:
“De repente, o quizás después de un lento fade out: las luces se apagan. O casi. Levemente iluminada, apenas visible, la danza deja de ofrecer algo para ver. ¿O no? ¿Y si la danza, en vez de ofrecer la imagen habitual, estuviera ofreciendo a los ojos otro tipo de visión, otro tipo de sustancia que justifica su aparición? En lugar de secuencias de movimiento, poses, gestos, cuerpos, caras, miembros, imágenes, escenas, acciones y objetos que se hacen presentes dentro de un campo de luz… aquí estamos en un espacio completamente a oscuras o en una densa penumbra. Podríamos estar hablando de un espectáculo de David Weber-Krebs, de Mette Ingvartsen, de Xavier Le Roy, de Marcelo Evelin , de Tino Seghal o de Mette Edvarsen (el texto original epecifica obras, títulos y año de estreno) por mencionar solo algunos de los trabajos coreográficos recientes, en los que, al margen de las diferencias de estilos y genealogías, nos encontramos que bien la totalidad del espectáculo transcurre en la oscuridad o bien propone momentos significativamente largos en la oscuridad.
En su libro “Ver cosas oscuras: la filosofía de las sombras” el filósofo Roy A. Sorensen señala que la oscuridad no debería entenderse como una falta de visión sino como otro tipo de visión. Tal y como escribe enfáticamente: “en la oscuridad total vemos al menos la oscuridad” (2008:240). Si nos alejamos momentáneamente del espacio iluminado como principio dominante y transcendente de la representación y de la percepción visual, y más específicamente, si nos alejamos del control que la luz ha ejercido sobre la propia presentación de la danza como el arte de representar el movimiento, o incluso del no-movimiento, pero ciertamente siempre como el arte de presentar cuerpos visibles, nos encontraremos de inmediato distanciados del ámbito de lo posible. Como sugiere Deleuze en un intrigante pasaje de “Lo agotado”, su famoso texto sobre el último teatro de Samuel Becket, “más allá de lo posible, solo hay oscuridad” (1997:170)
Pero ya que en la filosofía de Deleuze estar más allá de lo posible es encontrarse uno mismo liberado de las restricciones limitadas que implica un mundo así, esta oscuridad que está más allá se convierte en una manera de nombrar una potencialidad total, y por tanto, como veremos, otra manera de nombrar la libertad. Tal y como Magdalena Wisniowska explica, para Deleuze: “la realización de lo posible en lo cotidiano está limitado siempre por las elecciones que hagamos y las aspiraciones que tengamos” (2014:415). Así en nuestras sociedades de control propias de un capitalismo óptico endémico y espectacular, lo posible para nuestros deseos y acciones está cada vez más confinado a lo predecible, lo esperable y a la “elección” de lo decidido de antemano de tal manera que lo posible “precede nuestras percepciones, nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestras declaraciones como si el futuro estuviera ya contenido por adelantado en lo posible” (Lapoujade 2014:252), de tal manera que cualquier intento de escapar de lo posible, de ir más allá, no debe ser tomado a la ligera. Semejantes intentos, también piden inevitablemente o sugieren cierta oscuridad.
Esto es intrigante.
¿Por qué es tan importante afirmar que más allá de las limitaciones de lo posible no encontraremos esperándonos otro concepto – por ejemplo lo imposible- sino un ámbito perceptual-afectivo-cromático muy específico, “solo oscuridad”? ¿Por qué la oscuridad aparece no como el contrario, el lado negativo de lo posible? ¿Por qué la oscuridad no debe entenderse como lo imposible sino como algo totalmente diferente: como una potencialidad absoluta? Esto es intrigante: la oscuridad nombra un ámbito, un área que está más allá de la combinatoria de los posibles y sus resultados preestablecidos. Un área donde los resultados conocidos, lo pre-asignado, lo pre-formado se encuentra con otra fuerza, otra potencialidad que emerge solo cuando estamos fuera del alcance de la luz- o al menos de una luz que “ya no procede de un principio metafísico que nos alcanza desde sus alturas solares, ni tampoco procede de un sujeto trascendental que se proyecta en el mundo al igual que si llevara una lámpara eléctrica colocada en la frente” como señala David Lapoujade al hablar de la crítica de la posibilidad de Deleuze. Esto es intrigante: una potencialidad total, es decir, la oscuridad como tal, es un suceso tan raro y poderoso (y que por ello debe ser producido, activado y practicado en nuestras sociedades de control donde la iluminación transcendente se ha establecido como un autocontrol iluminado) que Deleuze incluso le dio otro nombre que resonaba con la dimensión política que invoca: la libertad. De hecho en su famoso y oscuro ensayo sobre Beckett, Deleuze define la oscuridad tanto como agotamiento de lo posible como libertad. “Algo se escucha o se ve”- escribe- “solo en tanto que es liberado de las cadenas a las que está atado” (1997:158) Deleuze relaciona esta liberación perceptual (que también es una liberación de los significados y de otras lógicas del sentido) con la “oscuridad singular” que se encuentra en el teatro tardío y la televisión de Beckett, pero ya expresada en su novela “Murphy”(1938) de la que Deleuze extrae el siguiente pasaje, asegurándose de que no quedaran cuestiones sueltas acerca de lo que la oscuridad realmente es: “en lo oscuro…de la…libertad absoluta”(1997:210).
Así, de repente, o después de un lento fade out, nos encontramos presenciando danzas en la oscuridad pero confrontados con una serie significativa de equivalencias conceptuales, filosóficas y políticas: lo posible-la oscuridad-la libertad.”
André LEPECKI, 2016, Singularities