Caída en picada con Black Bird
Luis Garmor.
Una triste y sucia oficina de gobierno enmarca el reencuentro de Uma y Ray, conocidos del pasado quienes embarcarán al espectador en un océano dudoso manteniendo en vilo la edificación del objeto de su aparente reencuentro.
El espacio es pequeño, casi en proscenio con el espectador para quizás empezar a dar pistas de la apertura íntima e impactante que está por darse en la siguiente hora: botes llenos de basura, saturados de papel, copias, latas y restos de comida de empleados ausentes. Paredes grises, archiveros amarillentos, folders verde pardos, un despacho que no han remodelado desde años, acaso la porquería que Uma y Ray no han podido limpiar de su pasado, la primera desde el trauma y la duda, el segundo desde la negación y el engaño, razones que iremos deshilando fría y lentamente hasta darnos cuenta que el entretejido tiene una fina aguja esperando ser insertada lenta y dolorosamente en el centro de nuestro estómago.
Con una iluminación que marca cambios en la forma de la narratividad del texto, creando una elipsis en los recuerdos que Uma describe, aparece el personaje de niña a mujer que Ciangherotti recrea con magistral detalle: haciendo pendular el trauma vivido entre la increíble fuerza de una Uma adulta hasta la tierna niña que nos descubrirá como cómplices de su diletante ingenuidad adolescente, nos llevará por las profundidades de la vivencia para enfrentarnos ante un Ray maduro, que Calva desdoblará con loable perspicacia, la aparente madurez, uniendo negro cómicamente la negación de la situación, esquivando cualquier rememoración para finalmente, dar paso al remordimiento (¿aparente?), moneda de cambio que impondrá con su antigua amiga hasta descarnar juntos sus memorias a flor de piel.
Con un misterioso texto que la autora tan cuanto ata cabos, deja otros abiertos, se irán revelando unos personajes alimentados por la complejidad de un texto en la tesitura de las experiencias traumáticas: una misión de alto calibre que este dúo magistral y experimentado ha sabido manejar de una manera obsesivamente detallada, junto con una dirección que sabe encontrar el punto fuerte de su elenco, para llevarlo a trascender la complejidad del texto de Harrower para dominar con maestría los matices ambivalentes que sus caracteres exhalan hasta el final de la obra.
Black Bird se muestra como la caída en picada de una parvada de pájaros negros que mareados por un golpe vertiginoso y en un intento de retomar el vuelo, descubren que en realidad, es el piso el que siempre estará al final del todo, por más que se quiera ver de lejos.
BlackBird se presenta viernes, sábados y domingos en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico de la Ciudad de México, con últimas funciones hasta el 29 de septiembre.
De: David Harrrower
Dirección: Katina Medina Mora
Con: Cassandra Ciangherotti y Alejandro Calva