John Dowland en Bahía

Estoy en mi oficina recogiendo algunas cosas y pensando en que tengo que elegir un compositor para estudiarlo y trabajar sobre él. Mi oficina es de 3×3 metros aproximadamente, en el segundo piso de una estructura metálica a la que se accede por una escalera de mano metálica, también.

Escucho a Boris y al Niño, abajo, en el primer piso. Ellos también han escogido un compositor antiguo: John Dowland . Curiosa coincidencia. Se lo comento.

El Mod y Boris pilotan un barco desde Barcelona hasta el sur de Tarragona. No deben tener el permiso adecuado pero se arriesgan y llegan bien al destino: una playa entre la Mora y bahiana. A la vuelta, el Mod me lo explica.

Yo me he bañado en esa playa mientras miraba el barco atracado en el mar.

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La fuente

Nos repartimos las habitaciones de la casa de El Paraíso. No tengo claro con quien me toca dormir: con la Niña Roja o con la Verdulera. Pero lo que está claro es lo que pasará si duermo con ellas. Miro a la Niña Roja, vestida con un camisón blanco casi transparente. Está muy simpática, cariñosa y tranquila. Vamos, no parece ella. Me busca y la verdad es que me apetece acostarme con ella. Pero la Verdulera también anda por ahí y, aunque no es mi tipo (qué tontería eso de los tipos) también encuentro apetecible irme con ella. ¡Hace tanto tiempo que la conozco!

Mientras nos decidimos todos (no sólo decido yo), voy a buscar agua a la fuente. Al pasar a la altura de la tienda en dirección a la Fuente de la Octava, el Padrino me dice que hay una fuente más cercana. Yo no la conozco, le pregunto dónde está. Me dice que suba recto y a la izquierda. Así lo hago y entro, con El Creador, en una oficina donde hay bastante gente trabajando. Al fondo de la sala grande encuentro una máquina expendedora de agua, que sale de una garrafa enorme puesta del revés. Lleno el botijo en la máquina.

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Circo romano

Estoy enfadado con todo y eso me hace estar enfadado con todos. Todo el mundo hace cosas, no paran de moverse. ¿Pero por qué me obligan a mí a seguirles el ritmo?

Por ejemplo, hay una competición en la piscina. Se trata de seguir un recorrido perfectamente trazado: hay que tirarse por un tobogán, tipo Isla Fantasía, para caer en el agua y nadar hasta el final de la piscina y luego volver corriendo por el borde de la piscina. Lo peor es el tobogán. Es enorme y da miedo. Uno de los participantes sale despedido del tobogán y se estrella contra una de las paredes de la piscina. Parece un dibujo animado. Debe haberse hecho mucho daño pero eso no parece importarle a nadie. El público rodea la piscina sentado en gradas enormes. Es un circo romano.

Yo no quiero participar. Porque me da miedo y porque lo encuentro estúpido.

En la mesa de ping-pong de El Paraíso pretendo trabajar (o estudiar) pero hay tal follón que es imposible, no me dejan.

El Creador intenta animarme para que me integre en el ambiente. Es inútil, todavía me siento peor.

Uno de los participantes va desnudo. La polla es muy larga.

Les digo a Los Creadores, casi llorando, que si Fermín me abandona y se va a Évora eso será el fin.

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Perdidos

Birkin es mi novia. Me sorprende bastante. No confío demasiado en que nuestra relación dure. Una noche conoce a Elisenda Secretaria y, por la mañana, decide ir a visitarla a la oficina de Terrassa. Dice que si va a a estar conmigo mejor conocerla lo antes posible.

Subo por las escaleras de La Celda y en el rellano del piso de abajo me encuentro con una chica acurrucada contra la puerta. Le pregunto si puedo ayudarla en algo y me dice que necesita hablar con Viernes 13, que es el criado que tiene la llave. Le digo que no le conozco pero que preguntaré a ver si puedo ayudarla.

Por las escaleras sube Marina Oliva y me dice, con desprecio, que esa chica es como yo: una perdida.

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