Los blancos no la saben meter

Juego a básket. Me sorprendo a mí mismo porque soy capaz de hacer un mate sin apenas esfuerzo. ¿He crecido? ¿O salto mucho más ahora que entonces? El caso es que me cuesta rematar. La pelota se sale del aro y, por más que lo intento, porque recupero yo mismo todos los rebotes, no hay manera de que entre. Lo mío es una superioridad total pero me falta rematar, no puedo.

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China patino

Llevo un porro recién liado en los labios. Giro una esquina y paso entre dos guardias urbanos. Cuando me doy cuenta de la situación y de que, además, llevo una china en el bolsillo, me pongo a correr. Error porque eso levanta las sospechas de los urbanos, que se ponen a correr detrás de mí para detenerme.

Veo a Pepe Sucre encerrado en un buc de vidrio tocando la guitarra y cantando.

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Arrastrar la cadena

En un piso de la calle de La Celda situado enfrente del mío, a la misma altura, unas chicas están de fiesta. Hace calor y mis ventanas están abiertas. Una de las chicas aprovecha la proximidad de nuestros balcones para colarse en mi casa aprovechando que no estoy mirando. Pero me giro y veo cómo entra en mi casa, sale por la puerta, va hacia el ascensor, coge la cadena del ascensor que cuelga de la polea y comienza a bajar las escaleras arrastrando la cadena. Pero al bajar un par de pisos la cadena se le enreda y no puede continuar. Entonces no queda más remedio que avisar al de mantenimiento, que está en el párking. La acompaño hasta allí, le explicamos el caso y él nos reprende pero va a ayudarnos. Yo me lo quedo mirando y le digo: Tú eres el presentador de Discópolis, ¿no?

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Un disco de jazz

Hablo con Carles Santos. Va a grabar un disco de jazz. Está sorprendido de su decisión. ¿Pero será un disco de jazz convencional?, le pregunto. «Hombre, sí, pero ya veremos cómo acaba».

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Delincuentes juveniles

Unos niños quieren rajarme con unas navajas. Los esquivo pero recibo algún navajazo. Es un camino que va desde una iglesia hasta el CCCB. Una de las chicas que me acompañan quiere que nos vayamos juntos. Tiene una cara dura, peculiar, pero atractiva. Yo le hablo del problema de los niños. Parece no comprender por qué le hablo de eso. Yo no entiendo por qué encuentra tan natural que unos niños vayan rajando a la gente.

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Interrogatorio

Estoy de pie, desnudo, ante una persona que me interroga, que me examina. Me tapo los genitales con la ropa que llevo en la mano: un pantalón hecho un ovillo, un calzoncillo y una camiseta.

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Las novias de mis amigos

Compro verdura en una tienda. El tendero me aconseja sobre ciertas variedades que conozco poco.

En casa, me duermo en el sofá y llega la novia de I-Ching. Me aparta y se acurruca abrazándose a una muñeca que me recuerda a Mi Protegida.

Yo escribo con un boli líneas y líneas sobre un banco de madera.

Aparece Ferdinand acompañado de una enana rubia. Sólo tiene una cabeza, de tamaño natural, sobre unos pies. La miro y la saludo con total naturalidad. Supongo que debe ser su novia.

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Reencuentro con Uma

Paseo con Los Creadores y me encuentro caminando delante de nosotros a Uma. Me tomo mi tiempo antes de que me vea y debamos saludarnos. Me ayuda que La Creadora no pare de hablarme. Pero al final me ve y yo le hago un gesto, me acerco y le doy un beso en la mejilla, torpe porque estamos a punto de besarnos en los labios. No recuerdo mucho más.

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Plataforma

En el almacén del Padrino, que está junto al mar, hay una plataforma que se eleva a una altura de vértigo. No hay barandilla, sólo algunos cables metálicos de los que tira la grúa para elevar la plataforma. Da miedo.

Me pregunta el Padrino si quiero subir. Otro día, mejor. Juanito Silva se lo piensa pero se decide a subir cuando ya la plataforma ha iniciado el viaje y se ha elevado apenas un metro. Juanito sube y la plataforma se eleva con dos obreros más. Suben tan alto que casi desaparecen de nuestra vista, convertidos en apenas un punto en el cielo.

El Padrino y yo los miramos sin decir nada. El cielo es azul turquesa y el mar azul marino.

Aunque el Padrino tiene mucho trabajo aún tiene un momento para estar por sus invitados. Pero no quiero molestar. Me voy, Padrino.

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Un agujero en el calcetín

Dentro del camerino me pongo a limpiar y encuentro insectos bien gordos que me da reparo matar. Hay uno al que golpeo con un zapato pero sigue viviendo y se esconde bajo el sofá donde estamos sentados.

Me siento yo también y contemplo cómo mi cama ha sido deshecha y yo no he sido. Ha sido Miriam. Yo no la deshago así, retiro la funda nórdica, arreglo las sábanas un poco y la vuelvo a extender. Pero la cama está totalmente desmantelada, a la antigua.

Cojo mi monedero y me doy cuenta de que me lo han cambiado por la nueva cartera que me regaló mi Heroína. Todas las cosas que había en el monedero están perfectamente ordenadas en la nueva cartera.

«He sido yo», me dice Miriam. Le digo que tenía planeado hacerlo en algún momento. Me pongo mis calcetines y veo que tienen agujeros. Uno de los agujeros se ve en el empeine. Me saco el calcetín para ponérmelo bien y que el agujero aparezca en el talón, que es donde le corresponde. En ese momento tan comprometido, se abre el telón y el público me mira. Una mujer ríe. Yo sonrío.

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