Aburrimiento

Voy en el coche con La Creadora, Mi Protegida y un montón de gente más que me aburren soberanamente. Pero me lo tomo con calma. Hasta que me doy cuenta de que he perdido la chinilla de costo que llevaba en el bolsillo. Entonces me pongo muy nervioso y decido que me voy. A La Creadora no le sienta muy bien.

Me voy a casa de Birkin, que está con los niños. Me entretengo leyendo un libro hasta que creo que debe ser tardísimo (no tengo un reloj a mano) y Birkin no me ha dicho nada. La busco, le digo que me voy a casa e insiste en acompañarme en coche. Es estúpido porque en coche tardaremos más que si cogiese el metro. Pero ya estamos dentro.

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Descenso pop

Paso una temporada en un pueblo de montaña. Un día nos da por hacer una excursión a pie, con El Creador y otra gente del pueblo. Descendemos por la montaña. Llegamos a un primer pueblo, donde nos dan el desayuno por la mañana. Se decide continuar descendiendo hacia otro pueblo que está a una considerable distancia pero que tiene mar. Y eso a El Creador le pone. A mí me da palo pero me explican que también dispone de canchas de baloncesto y tenis. Eso me acaba de convencer. Llegamos muy tarde. Nos dirigimos a una sala con piano. El piano está rodeado de otros instrumentos: batería, guitarra eléctrica, bajo… Hay que tocar. A mí me toca improvisar sobre un tema que me suena bastante pero que no he tocado nunca. En Do. Do M, Fa 64, La m, Sol. Algo así. Me acompañan un conjunto pop: batería, guitarra, bajo y alguien que canta. Con la mano derecha juego con unas octavas muy agudas que quedan preciosas. Pero me muero de hambre. Claro, nos hemos pasado la mañana caminando. Acabamos el tema y nos vamos a comer a algún restaurante del pueblo mientras otros nos toman el relevo y suben al escenario.

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Yonki Doppelgänger

Recuerdo a El Creador oficiando de maestro de ceremonias, guiándonos a través de pasillos interminables hasta llegar a la sala donde se oficiará la ceremonia, el banquete. Esta vez me acompaña la Heroína a todas partes. Verla a mi lado me produce un enorme placer. No dice nada, simplemente se cuelga de mi brazo de vez en cuando y ese pequeño gesto suyo tan característico es suficiente para que yo sepa que está ahí, conmigo. Me resulta desconcertante ver cómo se mueve con total naturalidad entre los miembros de mi numerosa familia. Los saludo a todos, uno por uno, menos al Paracaidista. Cuando entro por segunda vez a la sala me fijo en su aspecto (el del Paraca) y ha cambiado por completo. Ahora tiene el pelo completamente moreno, largo y lacio. Fernández, el profesor del Submarino, atraviesa la sala y prohíbe fumar, al tiempo que nos deja unos ceniceros de cristal sobre la mesa. Hay más restricciones pero yo sólo tengo ojos para la Heroína y le doy un beso en sus labios. De pronto salgo fuera de mí, soy otra persona, me levanto y me acerco a mí mismo (que ya no soy yo), a quien veo aparecer por el pasillo. Disfruto de este desdoblamiento, me veo como jamás me he visto, ni siquiera como uno se ve cuando se graba en vídeo, me siento impulsado hacia él y con absoluta naturalidad le doy un beso en la boca y un escalofrío me recorre la espalda porque me he excitado extrañamente y porque creo que soy ella.

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Higgins

Un hombre adulto, de unos 60 años, tiene un ataque en mi presencia. Sus dos hijos están presentes también. Son ellos los que se encargan de recogerle del suelo cuando se tambalea y cae. Nadie sabe qué ha podido ser porque un ataque al corazón no es. Me encierro en mi estudio con el ordenador para investigar el caso. De vez en cuando salgo de la habitación y me acerco hasta donde se encuentran los hijos, con mis papeles, para contrastar datos. En una mesa donde comen los familiares, una mujer esconde algunos de mis papeles bajo la servilleta. Me doy cuenta y pongo el grito en el cielo. Ella no tiene inconveniente en reconocer que los papeles son míos y me los devuelve. Debo aprender, como Magnum, a administrar la información. Por eso no debería desvelar a nadie la dirección de mi blog secreto.

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No quiero hablar

Ayer, en la universidad, me encontré con un escritor bastante famoso. Me dio un toquecito en la espalda y me dijo: Ven conmigo. Lo seguí, asombrado. Me llevó a parte, en un pasillo y me explicó que yo había tenido una idea muy buena, según él. Quería que participara en una conferencia que iba a dar él, junto a otro tío, preparándome un artículo sobre el tema. Yo le digo que no quiero hablar sobre ese tema, todavía no. Pero me siento muy halagado.

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Descanso furtivo

Me acerco al porche de una casa, lo suficiente para ver su interior: una habitación amplia, con una cama enorme, sábanas blancas y una barra de bar. Entro, se hace de noche, me estiro en la cama y me quedo a dormir.

Al día siguiente me desperezo estirándome en la cama, me levanto y salgo al jardín. La gente de la casa se ha levantado y una abuelita me ofrece una taza de té. Me la tomo mientras me da el sol en la cara.

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Sueño erótico

Me despierto en mi cama. Estaba soñando con una chica con la que estaba follando. Me despierto acompañado. A mi lado tengo otra chica: es mi Heroína. Le explico mi sueño. Ella se excita mucho, me besa y se tira encima de mí y comenzamos a follar como en el sueño.

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Avisos

Espero un tren en el andén de la estación. Entre la gente que espera al tren veo a Mi Protegida hablando con una amiga. Con la mayor naturalidad no la saludo. Quizá porque ya nos hemos visto durante el día: «los saludos ya se produjeron«. Subo al tren y me siento al lado de la ventana.

La Creadora y yo vamos a comprar unas bambas a una tienda. Mientras tanto La Creadora me recrimina que no haya ido esta mañana a la iglesia para celebrar mi bautizo. La madre de La Creadora era la madrina y le he hecho un feo. Han tenido que celebrarlo sin mí. Me quedo a cuadros y le contesto que no sabía nada y que la próxima vez que monten un evento de ese estilo, si quieren que yo vaya deberían, como mínimo, avisarme. Ya no digo consultarme pero al menos avisarme.

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Granz

Paso una temporada en esa zona fronteriza entre La Santa, Badalona, París, Lisboa, Amsterdam, Berlín, etc. Es un barrio antiguo, con una avenida central que es unos antiguos lavaderos públicos. Hay cafés de estilo centroeuropeo y tascas ibéricas. Me muevo de noche y de día. Paseo, entro en los bares y me siento en un extremo del lavadero de la avenida principal. En un mapa colgado en una pared observo la situación de las principales casas del barrio y sus nombres, que provienen de sitios lejanos, como Granz o Lumpen. Son de la época en la que Satie también frecuentaba el barrio.

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Llora

Mi Heroína, recostada sobre mi pecho, llora.

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