Nos repartimos las habitaciones de la casa de El Paraíso. No tengo claro con quien me toca dormir: con la Niña Roja o con la Verdulera. Pero lo que está claro es lo que pasará si duermo con ellas. Miro a la Niña Roja, vestida con un camisón blanco casi transparente. Está muy simpática, cariñosa y tranquila. Vamos, no parece ella. Me busca y la verdad es que me apetece acostarme con ella. Pero la Verdulera también anda por ahí y, aunque no es mi tipo (qué tontería eso de los tipos) también encuentro apetecible irme con ella. ¡Hace tanto tiempo que la conozco!
Mientras nos decidimos todos (no sólo decido yo), voy a buscar agua a la fuente. Al pasar a la altura de la tienda en dirección a la Fuente de la Octava, el Padrino me dice que hay una fuente más cercana. Yo no la conozco, le pregunto dónde está. Me dice que suba recto y a la izquierda. Así lo hago y entro, con El Creador, en una oficina donde hay bastante gente trabajando. Al fondo de la sala grande encuentro una máquina expendedora de agua, que sale de una garrafa enorme puesta del revés. Lleno el botijo en la máquina.