Entro en el edificio. Un edificio modernista reformado y recién pintado, de varios pisos, con mucha luz que cae de la claraboya central. Me dirijo al mostrador de recepción. Hay gente esperando, tres chicas y un chico. El chico es gabacho, le está proponiendo ir a no sé dónde a una de las chicas. Habla en francés. Ella le pasa el brazo por el hombro mientras gira la cabeza hacia las otras dos chicas que tiene a su lado para comentar la jugada con ellas, en castellano, mientras sonríe. Me llama la atención el contraste entre su actitud y lo que va soltando por esa boquita porque, en realidad, dice que no le apetece nada lo que propone el francés, que evidentemente no entiende el castellano.
La chica que está a mi derecha dice que va a subir al festival este finde. Vaya, yo también pienso ir. ¿Ah, sí? Se presenta: soy Esther (o Teresa, no recuerdo). Y me da un beso en la boca. Ya empezamos.
Subo al segundo piso, a mi clase de piano con Santaisabel. Es mi primera clase de la temporada. No llevo nada preparado, no sé qué vamos a hacer. La puerta está abierta y dentro hay mucha gente, sobre todo chicas, que son las que estudian piano clásico, los chicos casi no. Santaisabel me recrimina que no apareciese ayer. No sabía que habíamos quedado. Entonces me da una tarjeta de cartulina. Bueno, me la alcanza una de las chicas que forma parte de la multitud que se encuentra en la habitación. La cojo y leo. Veo que la parte de arriba es una especie de análisis resumido sobre mis aptitudes y actitud. Antes de leérmelo entero le doy la vuelta. La chica que tengo a mi derecha me pregunta con toda su desfachatez por qué no lo leo. Me la quedo mirando estupefacto. Coloco mi mano sobre su cabeza, le alboroto un poco el pelo y le doy una suave colleja que la obliga a mirar para otro lado.
great esos paseos de sueños misteriosos cargados de enigmas … a mi me enganchan!