Hay una casa en las afueras de Carcelona que tiene buena pinta. Si te asomas al balcón se escuchan los pajaritos y se ve el bosque. ¿Pero realmente San Nilo se puede considerar las afueras de Carcelona? Bajo la cuesta y paso por delante del garito de K. En la calle ha colocado unas estanterías con unos libros blancos enormes que llevan por título nombres de compositores clásicos: Mozart, Beethoven… Me extraña tanto que me paro a mirar si K sigue ahí. Y sí, efectivamente sigue ahí, pero disfrazado de pizzero napolitano o algo así. Está haciendo cambios en el negocio. Lo saludo y sigo mi camino.
En la barra de la cafetería me encuentro con Ariadna, que me saluda. Hace tiempo que no la veo, la noto mayor pero aún sigue siendo muy guapa. Hablamos, aunque yo más bien tartamudeo. Cuando ya ha pasado el tiempo suficiente como para que no llame mucho la atención, le pregunto si aún sigue con David. Me responde que no, ya no. Vaya. Le digo lo mucho que la he admirado en el pasado, me gustaba mucho de jovencito. Entonces me mira y me da un beso en los labios que se convierte en un morreo interminable. Luego paga (y me invita), me coge de la mano y me pide que la siga por una cuesta. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Entonces me acuerdo de Christiana.